Quizás sea un dato novedoso que Uruguay cuenta con plantaciones de olivos en sus 19 departamentos, distribuidas entre cerca de 200 productores en los 19 departamentos del país, aunque el punto fuerte de este cultivo es el sureste del país, con foco en Maldonado, Colonia, Rocha, Salto, Treinta y Tres y Lavalleja. El desarrollo del sector en Uruguay surgió en plena crisis, en el año 2002. Existen en la actualidad 9.000 hectáreas plantadas dedicadas a la producción de aceite de oliva, una superficie que crece año a año, según el anuario estadístico de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Dos técnicas de la oficina, María Noel Ackermann y Leidy Gorga, hablaron con la diaria sobre las características y potencialidades de este cultivo.

La principal limitante para este cultivo es el tipo de suelo, ya que necesita terrenos drenados y poco arcillosos; en Uruguay 92% de la superficie utilizada para plantar olivos es de secano, debido a la elevada pluviometría del país, y en este tipo de cultivos el exceso de agua resulta negativo, cuentan las técnicas.

El principal punto fuerte del sector oleícola local es el propio producto que se obtiene y comercializa: el aceite de oliva virgen extra. Según información de la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur), la superficie plantada permite proyectar una producción de más de diez millones de kilos de aceite de oliva cuando se alcance la plena producción. Hoy en día existen cerca de 20 almazaras en funcionamiento, las cuales van creciendo en número y en capacidad en función de las necesidades industriales del sector.

Aunque la producción de aceite de oliva se redujo en la última zafra –2017/2018– debido a que las condiciones climáticas impidieron alcanzar el potencial productivo, Ackermann y Gorga opinan que “Uruguay tiene oportunidad de desarrollar este sector”. Dicen que el sector olivícola local tiene fortalezas tales como “las características del aceite de oliva virgen extra y su adecuación a las demandas de los consumidores”, la “orientación hacia la calidad” y los vínculos del sector con la institucionalidad vinculada a la investigación, y que por esto “el sector podría posicionarse como proveedor de un nicho de muy alto valor en el mercado internacional”.

Actualmente se cultivan una treintena de variedades –la arbequina es la que más superficie ocupa–; las técnicas de OPYPA consideran que esto “presenta una ventaja a nivel comercial, ya que permite ofrecer a los mercados aceites de oliva vírgenes monovarietales, pero a la vez aceites procedentes de mezclas de dos o más variedades ‘blend’, que se adapten mejor a los gustos de los consumidores y no varíen tanto de sabor de un año a otro”. “Así es que los aceites de oliva vírgenes extra uruguayos han obtenido importantes premios en concursos internacionales”, agregan.

En los últimos años los mercados han mostrado un incremento del consumo de aceite de oliva virgen extra, según las economistas debido a “una clara tendencia creciente del consumo de productos naturales –sin conservantes ni aditivos–, saludables, de mayor calidad, obtenidos con prácticas respetuosas con el medioambiente, vinculados a la gastronomía de calidad”; en ese marco, consideran que los aceites de oliva uruguayos tienen una “buena oportunidad para tener presencia en los mercados”.

Si bien se esperaba una cosecha de alrededor de 1.000 toneladas para la zafra 2017/2018, finalmente el resultado fue de 300. En la zafra anterior la producción fue de 900 toneladas, pero en esta última se estima que las condiciones climáticas adversas para el cultivo impidieron alcanzar el potencial productivo. “Se verificaron floraciones tempranas y heladas tardías, a la vez que una primavera muy húmeda y un verano seco”, explicaron Ackermann y Gorga. De alguna manera, las exportaciones también reflejaron este hecho, aunque también señalan que “se debe tomar en cuenta que el olivo es una especie en la que se produce el fenómeno denominado vecería, que implica que luego de un año de abundante cosecha de aceituna viene otro en el que la cosecha es pequeña”.

Foto del artículo 'La cadena del olivo en Uruguay: 9.000 hectáreas cultivadas entre 200 productores'

La producción de olivos en nuestro país no se encuentra aún en una fase de estabilidad, ya que gran parte de los montes están en los primeros años de producción y una tercera parte en fase de crecimiento. Según datos proporcionados por las técnicas, hasta el año 2003 85% de las plantaciones de olivos tenían más de 50 años, y actualmente 87% del área total es de nuevas plantaciones. “Las plantaciones uruguayas son en su mayoría de árboles jóvenes, que aún no alcanzaron su máximo potencial productivo –en general, esto sucede entre los seis y los diez años de plantados–. Según la Asolur, se podrían cosechar más de diez millones de kilos de aceite una vez que las plantaciones hayan madurado y se alcance la plena producción.

Consumo mundial y exportaciones

La producción de aceite de oliva está concentrada en 47 países y 98% de la cosecha mundial se realiza en la cuenca mediterránea; los principales productores mundiales de este producto son España –con aproximadamente la mitad del mercado–, Italia, Grecia, Portugal, Siria, Turquía, Túnez y Marruecos, según datos del Consejo Oleícola Internacional (COI) de 2015. Así, lo que haga España a nivel comercial y su desempeño como productor definen los precios y el margen del mercado para el resto del mundo.

A nivel mundial, la producción de olivos en la zafra 2017/2018 aumentó en algo más de 3,3 millones de toneladas, en lo que fue un crecimiento de 29% respecto de la zafra anterior, aunque se espera que en la próxima haya una leve contracción de la producción mundial, del orden de 5,5%.

En la región los principales productores son Argentina y Chile, ambos con orientación al mercado externo, con producciones en la zafra 2017/2018 de 43.500 y 20.000 toneladas respectivamente. Ese año, además, la caída de la producción española por problemas climáticos generó espacios en el mercado mundial e incrementos de precios para el aceite de oliva, especialmente para el de estos dos países.

Tanto Chile como Argentina tienen a Estados Unidos y a Brasil como principales compradores de su aceite de oliva, mercados que resultan ser los más estratégicos también para Uruguay. Del total de aceite importado por Estados Unidos, Argentina fue su tercer proveedor en 2017, con 15.000 toneladas, y Chile el sexto, con 7.500 toneladas. Ese año Chile fue el tercer proveedor de este producto de Brasil, con 32.000 toneladas, y Argentina el cuarto, con 31.000 toneladas.

Uruguay, por su parte, el pasado año exportó 28 toneladas, por un valor de 204.000 dólares, a la vez que importó 798 toneladas, por un valor cercano a los cuatro millones de dólares, un volumen 10% menor al del mismo período de 2017. Las ventas tuvieron como principales destinos China (39%), Brasil (32%), Japón (16%) y Estados Unidos (12%), panorama que se modificó respecto de 2017, cuando los principales importadores fueron España (43%), Estados Unidos (30%), Argentina (16%) y Brasil (10%).

Más allá de aventurarse al mercado externo, las técnicas de OPYPA señalan que Uruguay tiene “un fuerte espacio dentro del mercado doméstico para ganar terreno” –si bien hay una intensa competencia de aceites importados–, ya que las exportaciones “no han logrado consolidarse ni acceder a mercados que valoren y paguen mejores precios por aceites de buena calidad”, más allá de los esfuerzos del sector privado.

Además de la Asolur, creada en 2004, existen otras instituciones que trabajan en temas específicos del sector. A su vez, Uruguay es miembro del COI, lo cual, según las técnicas, “favorece la interlocución con los principales países productores de aceite de oliva del mundo, compartiendo información a distintos niveles y fomentando la promoción del país como productor y exportador de este producto”.