“Yo no sabía que me correspondían vacaciones. Cuando salió la ley [18.065, de regulación del trabajo doméstico] me enteré por el informativo. Le dije a mi patrón: ‘quiero mis derechos’, ‘ya te pusiste gallita’, me contestó”. Ese es un fragmento del testimonio de Evelyn, una trabajadora doméstica de 33 años de Rivera, plasmado en el libro La mesa está servida, que retrata la lucha de las trabajadoras domésticas en Argentina, Brasil, Paraguay, Perú y Uruguay. La obra, editada por Cotidiano Mujer con apoyo de la Unión Europea, fue presentada el lunes en la sede del PIT-CNT junto con ¿Domésticas o esclavas?, de Mary Núñez, una trabajadora doméstica que contó su historia en primera persona.

Según datos recogidos en el capítulo “Negociación colectiva y perspectivas sobre el trabajo en Uruguay según las trabajadoras, las empleadoras y el Estado”, de La mesa está servida, escrito por la periodista Nausícaa Palomeque, el trabajo doméstico representa 13,8% del empleo femenino total y es el sector de empleo más grande dentro de las trabajadoras en nuestro país, así como una de las principales puertas de ingreso de las mujeres jóvenes al mercado de trabajo. Asimismo, se trata de un sector con ocupación absolutamente femenina: 90,1% son mujeres; de 113.192 personas asalariadas que trabajaban en el sector en 2018, 102.086 eran mujeres, en su mayoría de bajos recursos y con escasa formación formal.

En el mismo capítulo se destaca “una mejora significativa” del sector en los últimos diez años, desde la instalación de los Consejos de Salarios, en 2008, a pesar de lo cual continúa siendo el sector con mayor porcentaje de trabajo informal en la economía uruguaya, superando en más de un tercio al resto de los asalariados privados. En 2018, el Banco de Previsión Social registró 75.128 puestos de trabajo doméstico formalmente declarados, mientras que en el año 2000 había 31.059 puestos declarados. Por otra parte, el informe indica que la introducción del salario mínimo tuvo un efecto positivo sobre los ingresos; casi 20% de las trabajadoras aumentó sus salarios, y dentro de ese total más de 30% de quienes percibían menos dinero aumentó sus ingresos.

Milagro Pau, de la Secretaría de Género del PIT-CNT, afirmó durante la presentación de las obras que “estos libros relatan lo que ha sido la lucha de las compañeras trabajadoras domésticas”, un sector con el cual “el movimiento sindical sigue en deuda”. “Cuando se aprobó la ley para el trabajo doméstico muchas compañeras y compañeros lo sentimos como una victoria. Una semana después, simplemente sentimos que habíamos pagado una deuda que les debíamos a las compañeras hacía muchísimos años. El movimiento sindical tiene que estar orgulloso, sí, pero también reconocer que está en deuda”, aseguró.

Asimismo, señaló que la organización del sector doméstico “no es fácil”, porque se trata de “compañeras que están dispersas y que tienen patrones diferentes”. Además, indicó que las trabajadoras domésticas “están vendiendo una fuerza de trabajo que inevitablemente va a repercutir en su salud”. “Cuando hablamos de una compañera que tiene deformada la columna, que tiene artrosis porque ha trabajado en el campo o porque ha estado 30 años en el trabajo doméstico, lavando, planchando, levantando niños, cuidando enfermos, sin horario, sin retiro, dejando a sus hijos de lado y pagando el costo social de su familia por esas ausencias, yo creo que estamos todos en deuda. Por eso saludo que se escriban las historias de nuestras compañeras, que se siga escribiendo y poniendo nombre y apellido, porque el movimiento sindical tiene nombre de mujer”, reflexionó.

Por su parte, Núñez manifestó: “Es una realidad que duele mucho, pero está bueno sacarla y hablarla. Al estar trabajando adentro, es muy difícil que la trabajadora tenga contacto con otras trabajadoras, y cuesta hablar sobre estas cosas. Todos los días hay historias que duelen mucho. A veces llegamos al trabajo y no nos dan ni un vaso de agua. En mi libro también les doy un espacio a los hijos de las trabajadoras, porque me di cuenta de que ellos también sufren el abandono”. “Las compañeras necesitan sacar para afuera todo ese dolor, y es bueno que todas empiecen a escribir, porque nosotras no sólo sabemos limpiar los baños y fregar los pisos; que vean que somos capaces de escribir, de pintar, de hacer otras cosas”, afirmó.

La correctora de La mesa está servida e integrante de Cotidiano Mujer, Cecilia Gordano, advirtió que, a pesar de los avances registrados en el sector, “todavía hay mucha informalidad, falta de fiscalización y fallas en la implementación”. “Tenemos un consenso parlamentario para aprobar la legislación, que hoy en día es una realidad en todos los países, pero falta consenso social: que las partes involucradas en el reconocimiento de esos derechos, como los patrones, el Estado y los organismos de fiscalización se comprometan al 100% con lo que está escrito en el papel. Hay mucha resistencia de poderes mediáticos, políticos, lobbies, élites que no están dispuestas a ceder sus privilegios”, aseguró.