La digitalización del trabajo, la posibilidad de que máquinas inteligentes se encarguen de tareas que hoy desempeñan personas, fue abordada en el encuentro “La relación del capital y el trabajo del futuro”, organizado por el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), el Instituto Cuesta Duarte y la oficina en Uruguay de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Uno de los expositores fue el alemán Oliver Suchy, que dirige el proyecto “Trabajo del futuro” de la Central Sindical Alemana (DGB). En la sede del PIT-CNT, Suchy señaló que la digitalización del trabajo ya está en marcha, y que cuanto más tarden los sindicatos en abordar este fenómeno, “mayor será la brecha” que tendrán que superar.

El experto, formado en ciencias políticas en la Universidad Libre de Berlín, dijo que esta transformación exige formularse ciertas preguntas. Una es “cómo vamos a trabajar con las máquinas inteligentes”. Otra, “si vamos a perder el trabajo por la digitalización”. Según sus investigaciones, esto no va a ocurrir. “Hay muchas actividades que pueden ser sustituidas, pero esto está enmarcado en un cambio de la economía”, dijo. Si bien se estima que en Alemania se pueden perder 2,8 millones de puestos de trabajo debido a la digitalización, también se prevé que se genere un número similar de empleos, y varios sindicatos están trabajando para participar de manera activa en estas transformaciones.

Suchy consideró que serán necesarias nuevas normativas. “Los sistemas inteligentes necesitan nuestros datos y tenemos que analizar qué podemos hacer para proteger a los trabajadores”, dijo, y recordó que en Alemania hay normas que regulan el uso de los datos personales. “Lo estamos discutiendo en una plataforma política con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el Ministerio de Economía y Finanzas, y las empresas. Tenemos que participar, acompañar activamente, conocer sobre los algoritmos”, dijo.

En su opinión, la digitalización del trabajo debe ser acompañada por la formación a lo largo de toda la vida, algo que los trabajadores en Alemania reclaman que se convierta en un derecho, y la planificación por parte de las empresas. “Estudiamos este aspecto, cómo se va a innovar en las empresas, y vimos que no saben qué va a pasar en cinco años”, dijo Suchy. “Nosotros tenemos que tomar la iniciativa, no esperar. Los cambios son muy rápidos”, advirtió.

Durante su estudio, la DGB encontró otros cambios enmarcados en estas transformaciones. “Todos los encuestados dicen que el trabajo tiene una carga psicológica mayor. El trabajo en casa, el horario flexible, deriva en que no haya horario, que no haya límites de horas, que también se trabaja el fin de semana”.

El diagnóstico que hizo la DGB encuentra que en Alemania, los últimos ocho años de auge económico fueron acompañados por un alto estrés laboral, una brecha de género persistente y 20% de precariedad laboral. A esto se agrega el surgimiento de nuevas formas de trabajo basadas en aplicaciones, que aumentan esta precariedad, dijo Suchy. Para el investigador es necesario regular esos sectores, así como otros en los que se supone que los trabajadores son independientes pero no lo son, y la situación de empresas transnacionales. Sólo 53% del trabajo está regulado por convenios colectivos.

Los otros expositores en el encuentro fueron la economista Lucía Pittaluga, titular del Instituto de Economía de la Universidad de la República, y Sebastián Torres, académico y representante de la ONU. Los dos hicieron referencia a que estas transformaciones confluyen con otras, y que son el cambio hacia una economía verde o una economía circular.

Pittaluga señaló que la transformación que está experimentando hoy el trabajo es la más reciente de una serie de revoluciones tecnológicas industriales. “Si queremos ver el impacto de la tecnología sobre el trabajo, tenemos que ver que forma parte de una nueva revolución tecnológica industrial, y tenemos que ver qué pasó en las anteriores, cómo actuaron el Estado, las empresas, los sindicatos, la sociedad civil”. Según los estudios que hizo Pittaluga junto con sindicatos, los trabajadores que tienen formación secundaria son los que hacen más tareas pasibles de ser automatizadas.

Para medir y predecir este fenómeno, señaló la economista, hay que tener en cuenta que no se automatiza la profesión “economista”, por ejemplo, sino las tareas que hace ese trabajador. En este aspecto entran en juego desde políticas estatales hasta aspectos sociales, no sólo la tecnología, explicó. Por ejemplo, dijo, la tarea de “cuidar enfermos” no se podría automatizar, “al menos con nuestra sensibilidad actual, porque no queremos ser cuidados por una máquina”.