Estos días el Cabildo está tomado; 50 funcionarios de la Intendencia de Montevideo (IM) trabajan desde ayer hasta mañana en seis proyectos sobre movilidad y violencias urbanas. Laboratorios de Innovación Urbana fue el nombre elegido para esta experiencia piloto, una metodología que nació en Europa y se trajo hace unos años a América Latina. En Uruguay no es la primera vez que se lleva a cabo una experiencia de este tipo con funcionarios municipales, ya que MVD Lab, que está en funcionamiento desde 2016, ya ha tenido algunas instancias de este tipo con la ciudadanía. Sobre la metodología y el propósito de los laboratorios conversaron con la diaria Andrea Apolaro, coordinadora de MVD Lab, Dardo Ceballos, director de Gobierno Abierto de la provincia de Santa Fe (Argentina), y Cecilia Güemes, coordinadora del programa Madrid Escucha de Medialab Prado, ambos expertos internacionales que vinieron para brindar asistencia en el proceso.

“Hac(k)er, ¿cómo innovar desde lo público?” se tituló el conversatorio que abrió los Laboratorios de Innovación Urbana el martes de tarde en el Cabildo. “Apuntamos a generar hackers institucionales, porque hacker no es lo mismo que cracker: este último es el que utiliza la tecnología con fines ilegítimos o ilegales, mientras que hacker es el que la usa con el fin de generar algo nuevo, una nueva ética con el espíritu colaborativo por encima de los intereses individuales”, explica Ceballos, que basa su afirmación en el libro La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, del finlandés Pekka Himanen. “De algún modo nos pensamos como hackers con ese espíritu, y nuestra tarea es abrir las instituciones a esa nueva lógica, que pudo haber sido revolucionaria en los orígenes del siglo XXI, y digo ‘pudo’ porque en los orígenes de internet todos pensábamos en productos más del tipo de Wikipedia, en los que todos aportamos y nos beneficiamos, y no tanto en productos como los que están imperando hoy, muy centralizados y en los que la apropiación de las ganancias quedan en pocas manos. Es el caso de Uber o Netflix, en los que hay una centralidad muy intencionada de los consumos culturales. Entonces la idea es ‘torrentear’ un poco más los gobiernos para que no se ‘netflixeen’”, agrega.

Para Apolaro, “pensar en el mundo” desde el momento histórico actual, en el que el uso de la tecnología cambia la realidad de comunicación, vinculación y organización de las personas, implica “cambiar el chip” de la institucionalidad. “Las personas hoy se plantean resolver problemas desde abajo, y las instituciones que tenemos dan respuestas un poco arcaicas”, explica, y agrega que los laboratorios propician un cambio de paradigma en este sentido porque “generan nuevas formas de hacer: ya no le decimos a la ciudadanía qué hacer, sino que es la propia ciudadanía la que nos va diciendo por dónde ir”.

En este sentido, el prosecretario de la IM, Christian di Candia, establece que “muchas veces el Estado corre de atrás a los cambios y a las innovaciones que la ciudadanía impone, y, de algún modo, aquellos a quienes nos toca tomar decisiones tenemos que buscar las herramientas para que no sea así”. En este sentido, considera “más que interesante para cualquier gestión” que haya funcionarios trabajando y pensando en propuestas “interpelantes e innovadoras”, que se adelanten a dar respuestas a problemáticas que tiene la sociedad. “Los que ocupamos un cargo estamos de paso, y si realmente tenemos interés en que los funcionarios se empoderen de su rol de agentes de transformación necesitamos que su participación, más que una legitimación del poder de los gobiernos, sea una transferencia. Eso implica, justamente, transferir poder de acción y de decisión”.

Los laboratorios

Los laboratorios son instancias de trabajo intenso y experimental sobre una idea que viene desde afuera y que se transforma a lo largo del proceso. “No puede ser una aceleradora, es decir, que venga un proyecto y pase por acá sin una transformación de la idea ni involucramiento”, dice Apolaro, al tiempo que remarca el “componente esencial, político –en el mejor sentido–, de querer incidir en la transformación de la sociedad”. “Estamos en una era de colaboración, entonces tenemos que pensar que lo que viene va a ser transformado. La tecnología no es necesariamente el uso clásico al que estamos acostumbrados, sino que puede ser algo más social. Hay un código de ética en el trabajo de laboratorios: todo tiene que ser compartible y estar en código abierto para que se pueda replicar”, agrega.

Por otro lado, Apolaro explica que existen tres tipos de laboratorios: de ciudades, de instituciones académicas y del gobierno nacional. MVD Lab es un laboratorio de ciudad, pero en Uruguay también hay académicos en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, en la de Psicología y en el Parque Tecnológico Industrial del Cerro –“más focalizados en el hacer”, agrega–. Por otro lado, la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento es uno de trámites, centrado en cuestiones de innovación social. “Somos todos laboratorios hermanos y encaramos distintos aspectos de la cotidianidad”, afirma.

“Cada laboratorio es único en sí mismo y no debería seguir el camino de los otros porque sí. Las recetas universales nunca sirvieron para nada en términos de política pública. Lo que se conoce en política pública como isomorfismo, que supone copiar y trasladar una institución a un nuevo lugar, no funciona. Desde hace muchos años los gobiernos hablan de la reforma de la administración pública, y en ese sentido normalmente se copia lo que han hecho en otros países, en vez de construir desde abajo, desde dispositivos de escucha de la ciudadanía”, dice Güemes. En cambio, sostiene que “cada laboratorio debe pensar su propio camino de desarrollo, independientemente de que tome algo de lo que ya está funcionando en Europa o América Latina, porque, justamente, el objetivo es transformar la realidad y en ese sentido debe descubrir lo que reclama la ciudadanía y revitalizar ese vínculo. En el fondo, se trata de reconstruir la confianza que debe existir entre instituciones y ciudadanías para la cocreación de las políticas públicas”.

La metodología de los laboratorios nace en Europa a principios de siglo, vinculada al arte y a la experimentación, y llega a América Latina en 2014, fruto del impulso de la Secretaría General Iberoamericana. “Antes de hablar de innovación ciudadana teníamos que plantearnos cuál es la noción de ciudadanía en Latinoamérica, cuáles son las garantías o derechos fundamentales que la ciudadanía debería tener. No podíamos considerar la misma noción que en Europa: ¿cómo podríamos hacerlo en un país que tiene 43% de pobreza y muchísimas dificultades de acceso a algunos servicios?”, plantea Ceballos, director de Santalab, laboratorio de referencia en la región y “hermano” de MVD Lab, ya que fueron incubados en simultáneo.

Ceballos también diferencia en su estabilidad a los laboratorios europeos de los latinoamericanos. “Para empezar, en Europa casi todos tienen fondos de la Unión Europea, y acá casi no existen fondos del Mercosur ni de la Unasur [Unión de Naciones Suramericanas], y no estamos ni cerca de la capacidad de inversión en equipamiento y edificios. Pero más allá de eso, la realidad es que los gobiernos latinoamericanos no tomaron la decisión política de avanzar hacia estas nuevas infraestructuras porque, aunque los recursos sean más escasos, falta trabajar en una cultura de la innovación pública. En esta coyuntura hay una delgada línea entre este discurso neoliberal de achicar el Estado, en el que todo lo público parece estar de más, por lo que surge la necesidad de reivindicar la innovación pública, entendida como lo que nos pertenece a todos, y no lo estatizado”. En tanto, Apolaro considera que los laboratorios regionales deben incorporar el tema de la desigualdad: “Es necesario que haya una mirada especial a eso por el momento político que estamos atravesando”, afirma.

MVD Lab se inauguró en 2016 con el Foro de Innovación Ciudadana. Desde entonces trabaja en proyectos con la ciudadanía; esta es la primera vez que encara un proyecto de estas dimensiones con el funcionariado público. “Está inserta en un proyecto y en un contexto internacional más potente, con una voluntad política más clara de abarcar distintas áreas por parte de la institución. Hay distintos departamentos dispuestos a que los funcionarios se involucren porque, en definitiva, son ellos los que quedan en la institución tras los cambios de gobierno”, evalúa la coordinadora del laboratorio. “El paso que ojalá se pueda dar más adelante es incluir en estos laboratorios un intercambio entre funcionarios y ciudadanos, mezclando estas dos formas de trabajo”, agrega.

Las propuestas

Los Laboratorios de Innovación Urbana se enmarcan en un proyecto del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: Localización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: promoviendo ciudades inclusivas y de paz en Iberoamérica”, participación que se propuso a la IM a mediados del año pasado.

En este caso, los 60 funcionarios que iniciaron el proceso presentaron 15 propuestas –“una buena cifra”, evalúa Apolaro– para trabajar. “El tema de la movilidad, que fue el primero que apareció, tiene que ver con cuestiones de trazado de líneas, señalética y accesibilidad. Después se desarmaron temas de violencias en cuestiones mucho más cotidianas, tangibles”, señala. Los proyectos seleccionados para trabajar fueron seis: la instalación de propuestas para la apropiación del espacio público dirigidas a distintas generaciones y perfiles; la mejora del transporte público y la circulación en el barrio Villa Teresa; la comunicación entre usuarios y usuarias y trabajadores del transporte para estimular la empatía en este medio; un modelo de intervención que apunte a la prevención de los conflictos de convivencia y la generación de procesos de apropiación saludable en el espacio de la Plaza Nº 1, en Ciudad Vieja; el armado de una trivia sobre acoso sexual en el espacio público, con el fin de sensibilizar sobre la temática; y el desarrollo de emprendimientos que posibiliten la obtención de recursos financieros a partir de activos urbanos que hoy no están valorizados en su verdadera dimensión.

“Los funcionarios son innovadores, el tema es qué cabida tienen esos proyectos en la institución. Muchas veces pasa que no tenemos la posibilidad de salir del ámbito de trabajo, y ver las cosas desde otra óptica es una oportunidad enorme”, opina Apolaro. Dice que tiene “bastante expectativa” con respecto a los prototipos de solución a los proyectos que se presentarán mañana: “Apuntamos a que sea algo prototipado y no sólo un relato”.