No se trata de hacer más eficiente la economía lineal –producir, utilizar y enterrar–, sino cambiar la lógica y apostar por la circular. Regenerar, compartir, optimizar, recircular, desmaterializar e intercambiar materiales, insumos y recursos son las ideas fundamentales de la economía circular, un modelo que promueve la producción de bienes y servicios de manera sostenible, reduciendo el consumo, el tiempo de producción, las fuentes de energía y los desperdicios ocasionados.

De acuerdo a los promotores del modelo, hay tres tendencias que justifican la adopción del enfoque circular: por un lado, los consumidores están mostrando una clara preferencia por el acceso al producto más que por la propiedad de este; también está creciendo la demanda por productos y servicios producidos de manera más amigable con el medioambiente y socialmente responsables; y por último, los permanentes avances tecnológicos.

¿Qué es la economía circular?

Por definición, la economía circular es reparadora y regenerativa, y pretende conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento. Así lo explica a la diaria María José González, experta y referente en el tema, quien agrega que funciona de forma eficaz en todo tipo de escala.

Se trata de un modelo en el que los productos, procesos y servicios se diseñan especialmente para optimizar los recursos utilizados y minimizar la generación de residuos. El concepto distingue entre ciclos técnicos y biológicos –a la derecha y izquierda del gráfico–. “En una economía circular, el consumo sólo se produce en ciclos biológicos eficaces; por lo demás, el uso sustituye al consumo. Los recursos se regeneran dentro del ciclo biológico o se recuperan y restauran gracias al ciclo técnico. Dentro del ciclo biológico, distintos procesos permiten regenerar los materiales descartados, pese a la intervención humana o sin que esta sea necesaria. En el ciclo técnico, con la suficiente energía disponible, la intervención humana recupera los distintos recursos y recrea el orden dentro de la escala temporal que se plantee”, explica González.

Para implementar este modelo, se debe atender tres principios: la preservación del capital natural, bajo la premisa de que los recursos son finitos y equilibrando los flujos de recursos renovables; la optimización de círculos, al diseñar de modo que pueda repetirse el proceso de fabricación, restauración y reciclaje de forma que los componentes y materiales recirculen y sigan contribuyendo a la economía en un nuevo círculo; y la disposición de los residuos generados de la manera más adecuada.

La economía circular se baja a tierra en cinco modelos de negocio: “provisión circular”, que implica el uso de materiales y materias primas totalmente renovables, reciclables o biodegradables, que pueden ser utilizados en varios ciclos de vida, por ejemplo, envoltorios biodegradables, bioplásticos o energías renovables; “recuperación de recursos”, que incluye la recuperación, reuso y reprocesamiento de materiales descartados o desperdiciados en el proceso, como la bioenergía y la reutilización de residuos; “extensión de vida del producto”, mediante el diseño de productos que sean más duraderos, más fáciles de reparar y de devolver, incluyendo la venta, reparación, recuperación y reciclaje de materiales; “recursos compartidos y consumo colaborativo”, que se trata de la optimización del uso de productos, como en las plataformas que facilitan compartir los diferentes productos; y “productos como servicios”, que implica que las empresas dejen de comprar bienes para moverse a soluciones del tipo arrendamiento.

El camino uruguayo

Un ejemplo de este modelo en Uruguay es el proyecto Biovalor, impulsado por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) en conjunto con tres ministerios a nivel nacional: el de Industria, Energía y Minería; Ganadería, Agricultura y Pesca, y Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, que tiene como objetivo principal la transformación de residuos generados a partir de actividades agroindustriales y de pequeños centros poblados en energía y/o subproductos, con el fin de desarrollar un modelo sostenible de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, por medio del desarrollo y la transferencia de tecnologías adecuadas.

En 2017 se organizó en Uruguay el primer Foro de Economía Circular de Latinoamérica. En ese entonces, el representante de ONUDI en el Cono Sur, Manuel Albaladejo, sostenía que Uruguay tenía potencial para ser pionero en economía circular en la región. “Un país que ha sido capaz de cambiar la matriz energética en sólo diez años puede hacer exactamente lo mismo con la matriz productiva”, afirmaba en diálogo con la diaria. A casi dos años de dicho encuentro, mantiene su proyección y agrega que “la normativa sigue siendo el tema fundamental a abordar” para lograrlo. “Por mucho dinero que echemos al sector empresarial, si no cambian las reglas de juego, no se puede avanzar”, afirma, aunque considera que la ley de bolsas y la de residuos fueron “un gran avance”. Resta que el concepto de economía circular se convierta en política de Estado. “Como siempre, la normativa está más rezagada que las intenciones de las personas”, concluye.

Por su parte, González –quien también es coordinadora de Biovalor– establece que esta iniciativa no es nueva en Uruguay, sino que “hay cosas que se hacían desde antes”, y en este sentido ejemplifica con los comercios La Casa de la Aspiradora y La Casa del Control Remoto, que se proyectan como “lugares donde históricamente se promovía un reuso de los productos”.

Oportunidades circulares

A principios de abril, la Agencia Nacional de Desarrollo (Ande), en conjunto con los ministerios de Industria, Energía y Minería, de Ganadería, Agricultura y Pesca, y de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y la ONUDI lanzó Oportunidades Circulares, un programa de apoyo a la generación de ideas y proyectos que contribuyen a una transición eficaz hacia una economía circular.

En la primera edición, en 2018, participaron 253 instituciones, organizaciones y empresas (públicas y privadas) de los sectores curtiembres, plástico, vitivinícola y pérdidas y desperdicios de alimentos. Se presentaron 70 propuestas de postulación para la validación de ideas; diez de ellas fueron elegidas para participar en talleres de fortalecimiento y formulación del plan de validación y, finalmente cinco recibieron apoyo para implementarlo.

Por otro lado, se resolvió apoyar la implementación de siete de los 37 proyectos presentados: No Soy Plástico, una empresa uruguaya que produce bolsas biodegradables e hidrosolubles con tecnología holandesa; Coople, una cooperativa que hace ladrillos con diseño ecológico a partir de residuos de la curtiembre Bader; RCD, una empresa que recibe residuos de las empresas de construcción, los recicla y genera nuevos productos; ASF, una empresa que por medio de la pirólisis de neumáticos fuera de uso produce aceite combustible, carbón y acero; Autóctona, una empresa que genera una línea de cosmética premium (shampoo, acondicionador, crema y jabones) con componentes como tannat, yerba mate y algas, que apunta a un modelo de packaging y distribución sustentable; la cervecería Oceánica, con una planta de producción circular de cerveza orgánica y agroecológica, con un ciclo de productos y subproductos valorizados, y el proyecto colaborativo Alambique para la producción de grapa a partir del orujo (cáscaras y semillas) de la uva.

Para la segunda edición, se beneficiarán 20 ideas y habrá un apoyo para poner en marcha una nueva línea de negocio dentro de uno que ya esté funcionando o la realización de prototipos. Las inscripciones para las empresas que busquen llevarlo a cabo son hasta el 28 de junio y las bases están disponibles en oportunidadescirculares.org.

Primer premio

Ayer, en la conmemoración del Día Mundial de Medio Ambiente, se entregó el Premio a la Economía Circular, dedicado a todas las entidades o colectivos que se encuentren transitando este camino, con el objetivo de reconocer y visualizar estas iniciativas de transformación productiva. Los ganadores, según cinco categorías, fueron los siguientes:

Grandes empresas: Lanas Trinidad, una empresa productora y exportadora de lana peinada en tops, reconocida por el tratamiento de 100% del efluente de alta carga orgánica generada a partir del lavado; también por la sustitución de entre 25% y 30% de energía eléctrica por renovable en su producción, la forestación de eucaliptus con riego para producción de leña para caldera, y el riego y aplicación de polvo de lana –residuo sólido del peinado compuesto por restos de fibras, tierra y humedad– para cultivos forrajeros.

Cooperativas: Nido, una comercializadora de productos uruguayos, premiada por fomentar el consumo consciente y responsable con principal foco en la inclusión social.

Micro, pequeñas y medianas empresas: Uruplac, una empresa que fabrica placas a partir de productos potencialmente reutilizables no procesados en Uruguay por falta de alternativas productivas.

Instituciones educativas: Prendetec del Plan Ceibal, que gestiona unas 13 toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos por mes mediante un trabajo colaborativo entre áreas de Ceibal, el sistema educativo y las empresas privadas, en el marco de un programa que convierte a docentes y estudiantes en protagonistas del impacto ambiental generado y sus posibles soluciones.

Comunidades: Repapel, que promueve un sistema de clasificación y posterior reciclaje de papel y plástico PET en todo el país y con ello genera útiles de papel y plástico reciclado para las escuelas públicas que participan en el proyecto y programas de educación ambiental para todas las organizaciones. Se estima que logra recuperar 640.000 kilos de papel por año que se convierten en cuadernos, papel higiénico, hojas y cartulinas que llegan a 25.000 personas.