“Entre los habitantes de Uruguay existe una percepción generalizada de que el país sufrió un fracaso económico considerable a partir de algún momento del siglo XX” y dejó atrás un pasado de “Suiza de América” en el que las condiciones de vida eran mejores, afirma el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) en su libro Para entender la economía del Uruguay. A continuación, intenta responder por qué se pudo haber llegado a esa percepción y hasta qué punto tiene fundamentos.

El Cinve señala que esa visión no se condice con lo que ocurrió en los últimos 60 años, si se tiene en cuenta que “las condiciones de vida del promedio de la población uruguaya no sólo no empeoraron, sino que mejoraron”. Durante ese período se redujo la mortalidad infantil “de 55 a menos de ocho por cada 1.000 niños nacidos vivos, la esperanza de vida al nacer pasó de 67 a 77 años y el analfabetismo de las personas mayores de 15 años descendió de 6,7% a 1,7%”. A esto se agrega un aumento de los bienes y servicios que están disponibles para los habitantes del país.

“¿Por qué existe, entonces, una visión tan negativa sobre la evolución económica de la segunda mitad del siglo XX?”, agregan en la introducción del libro los economistas del Cinve. Una muestra de que esta visión existe es que en ese período Uruguay pasó de ser un país que recibía inmigrantes a un país del cual se emigra, afirman.

Este texto, cuya tercera edición fue presentada en diciembre, es una obra de consulta que incluye información sobre la economía uruguaya y también explica conceptos básicos de la economía como disciplina. Por ejemplo, además de analizar el crecimiento económico en el país, define este concepto como el aumento de la capacidad de incrementar la producción, y afirma que un modo de medirlo es mediante el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita.

Para intentar responder a la pregunta que se plantea en la introducción, el texto señala que si bien el crecimiento promedio del PIB per cápita fue de 1,52% entre 1900 y 2015, a lo largo de ese período tuvo altibajos. Los años con mayor crecimiento, de 1900 a 1955, fueron seguidos por décadas en las que se enlenteció ese proceso, de 1956 a 2003, con momentos de caída y de recuperación.

“Dicho de otra forma, aunque a principios del siglo XXI los uruguayos disfrutaban de más bienes y servicios que sus antepasados, la velocidad a la cual había aumentado la disponibilidad de estos había sido mucho menor en la segunda mitad del siglo XX que en la primera mitad”, afirma el Cinve.

De este modo, “la evolución del PIB por habitante entre los años 1955 y 2015 muestra un primer período de nítido deterioro económico, en el cual la cantidad de bienes y servicios disponibles para la población se redujo”, en particular hasta 1968 y en el marco del “agotamiento del modelo de crecimiento basado en la sustitución de importaciones por producción nacional”.

El crecimiento se aceleró en la década de 1970, se frenó en 1982 con la crisis de la deuda de los países sudamericanos, y recién en 1991 se recuperaron los niveles de PIB per cápita anteriores a 1982.

Más tarde, en la década de 1990 se abrió otro período en el que se reactivó el crecimiento a partir de un nuevo vínculo de Uruguay con los países de la región, mediante el Mercosur, y en 1999 se abrió un tiempo de caída que derivó en la crisis de 2002, repasa el Cinve. Recién en 2004 el crecimiento del PIB per cápita se aceleró, y alcanzó entonces un promedio de 4,5% anual, gracias a un contexto internacional favorable y a políticas que fomentaron la inversión privada y la generación de empleo, agrega el estudio.

Pese a los altibajos, entre 1900 y 2003 “el PIB per cápita de Uruguay se multiplicó por 3,4”, lo que “quiere decir que, en promedio, cada habitante del país tenía en 2003 casi tres veces y media los bienes y servicios (ingresos) que tenían quienes vivían en Uruguay 100 años antes”.

“El PIB per cápita de Uruguay se multiplicó por 3,4” de 1900 a 2003, pero en ese período el país pasó de ser una tierra de inmigrantes a una de emigrantes, afirma el Cinve.

A modo de resumen, el Cinve destaca tres características de la evolución de la economía uruguaya: que “el PIB por habitante crece, pero a un ritmo relativamente lento”, que las fluctuaciones en el crecimiento económico llevaron a que a veces se perdieran los avances que habían sido alcanzados, y que “las etapas del crecimiento están vinculadas con cambios en el contexto internacional y en las políticas aplicadas, en particular, las relacionadas con la inserción externa de la economía”.

En cualquier caso, el texto concluye que “la evolución económica de Uruguay no puede calificarse como un proceso de estancamiento de largo plazo, como frecuentemente se argumenta, sino que más bien es el resultado de un estilo de crecimiento caracterizado por períodos de ‘impulsos’ seguidos por períodos de ‘frenos’ a las expansiones previas”.

Pero “existen otros aspectos que han influido sobre la visión del estancamiento secular económico y social”. Entre ellos, el libro menciona el “rezago relativo” en el desarrollo de la economía uruguaya en comparación con la de otros países. “El PIB per cápita, que llegó a representar más de 80% del promedio de lo observado en Bélgica y Dinamarca a comienzos del siglo pasado, es ahora la mitad de ese promedio”, afirma el Cinve, y agrega que de este modo Uruguay se “alejó” de las economías industrializadas. Por lo tanto, en promedio, también las condiciones de vida de sus habitantes se “alejaron” de los de esos países, aunque hayan mejorado en relación con décadas anteriores.

Además, no sólo esas economías industrializadas crecieron más y dejaron atrás al país, sino que otras, como las de “Brasil, Colombia o Chile muestran un grado de dinamismo mucho mayor” y acortaron las distancias que mantenían con Uruguay. Por lo tanto, el ingreso por habitante de esos tres países vecinos pasó a parecerse más al uruguayo, concluye este estudio.

En cambio, la evolución de Argentina es más parecida a la de Uruguay. Mientras que estos dos países eran los de mayor PIB per cápita a comienzos del siglo XX, en 2003 Chile superó a Uruguay, y Brasil se situó casi al mismo nivel. El Cinve concluye que estos cambios son una probable razón para que “muchos uruguayos perciban al siglo pasado partido en dos mitades: la primera mitad asociada a la prosperidad y el bienestar, la segunda relacionada con estancamiento y crisis”.

A partir del nuevo siglo, esta situación cambió. “El excelente desempeño económico del Uruguay entre 2004 y 2015 permitió reducir parcialmente la brecha con los países desarrollados, aunque esta todavía persiste”, agrega el informe. De 2004 a 2014 el país “experimentó un fuerte crecimiento económico, con tasas de expansión del PIB que se ubicaron en 5,8% promedio anual”. Hacia el final de ese período, la tasa de inversión se situó por encima de 20%, después de que en los 50 años anteriores Uruguay tuviera las tasas de inversión productiva más bajas de América Latina, señala el Cinve.

Agrega que la tasa de actividad laboral creció casi 7% en esos años. “Este crecimiento se explicó por fenómenos de carácter estructural, tales como la persistente disminución de la brecha de actividad por género, así como por el dinamismo económico que estimuló a más personas a participar del mercado laboral”. Además, descendió la tasa de desempleo. Es decir que en este siglo ha habido menos personas desocupadas en el total de las que buscan trabajo, pese a que ese total aumentó. Esos dos fenómenos causaron un aumento de la tasa de empleo de 9%, y la fuerza laboral creció más de 25%.

Una economía puede crecer por un aumento en la disponibilidad de recursos naturales, trabajo y capital, explica el libro, pero también por una mejora en la productividad, ya sea por un cambio en el proceso de producción o por la incorporación de un avance tecnológico. “Para que exista crecimiento económico debe existir una mayor acumulación de factores productivos, progreso tecnológico, o ambas cosas”, agrega el libro.

Si la acumulación de capital físico (máquinas, por ejemplo, que se consiguen gracias a la inversión) y capital humano (que se desarrolla mediante la educación) explican cerca de 53,5% del crecimiento del PIB en esos años, ese porcentaje, de acuerdo con el Cinve, se dividiría de tal modo que “el aporte del factor trabajo explicaría 29,5% del crecimiento, mientras que el capital físico habría tenido una contribución de 24,3%”.

“En América Latina y el Caribe el crecimiento económico se ha debido a la acumulación de factores de producción”, y no tanto a mejoras en la productividad, concluye el informe. En las décadas de 1970, 1980 y 1990, en las que el desempeño económico fue pobre, los niveles de inversión y de educación eran “muy inferiores” a los de los países desarrollados y a los de “países en desarrollo que crecieron aceleradamente durante las últimas décadas”, continúa el texto.

Además, el Cinve afirma que “los enfoques teóricos más recientes subrayan la importancia de las instituciones y políticas públicas, de la geografía y la cultura para dar cuenta de los niveles de crecimiento económico en diversos países”, y existe evidencia de que esos dos elementos juegan un papel determinante para promover o frenar el desarrollo.

Sobre el Cinve

El Cinve es una institución académica privada dedicada a la investigación y la formación en economía, y ha trabajado desde 1975, en algunos casos en proyectos que recibieron apoyo de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, o la Organización para la Alimentación y la Agricultura.