“Por la tierra y con Sendic” era el lema de las marchas que hicieron los habitantes de Bella Unión entre 1964 y 1970. Los llamados peludos –término con que se identificaba a los trabajadores de la caña de azúcar en Bella Unión– recorrieron Uruguay en cinco instancias desde Artigas a Montevideo; el objetivo era reclamar una vida digna, la mejora de las inhumanas condiciones laborales de los ingenios de azúcar y la expropiación de los latifundios.

El 20 de julio de 2021, en otro contexto y con otras características, nuevamente una caravana de trabajadores de Bella Unión llegó a Montevideo para reclamar por trabajo. El Sindicato de Trabajadores de la Industria Química convocó a una movilización en defensa de la continuidad de la empresa Alcoholes del Uruguay (Alur). Los trabajadores reclaman por la posibilidad del cierre de un predio de Alur conocido como el “semillero”, ubicado en Pueblo Belén, en el departamento de Salto, pero también por la inclusión en la Rendición de Cuentas de tres artículos que “quitan la obligatoriedad de mezclar biodiésel en el gasoil por parte de Ancap, así como la obligatoriedad de producir biodiésel para mezclar con gasoil”. Como Alur es la empresa que produce el biodiésel para Ancap, el sindicato considera que estos artículos la afectarán notoriamente, poniendo en riesgo 4.000 puestos de trabajo entre directos e indirectos, y sobre todo afectando a la localidad de Bella Unión, en Artigas.

Nélida Chela Fontora fue una referente histórica de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). En diálogo con la diaria recordó los motivos que la llevaron a integrar las caravanas desde Bella Unión con tan sólo 14 años: “Nosotros nos organizamos, vinimos en las marchas pidiendo la reivindicación de la Ley de Ocho Horas, que era conocida pero para nosotros no existía. Se pedía por viviendas, por la salud y el derecho a la vida”. Dijo que las marchas se hicieron gracias al apoyo de las organizaciones sindicales, sociales y “fundamentalmente los estudiantes”, que eran los que “organizaban los lugares a donde íbamos y las ollas para darnos de comer, junto con los sindicatos”.

Los peludos fueron recibidos en Montevideo con balas y represión. “Ahí quedó minusválida para el resto de su vida una compañera que tenía 14 años porque le pegaron un tiro”, contó Fontora. “Al volver a Bella Unión, nos encontramos con los despidos, con la quemazón de los ranchos y las pocas cosas que tenían los compañeros”. En ese sentido, afirmó que no hay comparación con la movilización de la actualidad, pero dijo que la última vez que estuvo en Bella Unión encontró “mucha pobreza y mucha diferencia entre el compañero y la compañera”.

A Chela se le hizo muy difícil entrar en la directiva de UTAA por ser mujer. En cambio ahora hay más mujeres organizadas en Bella Unión, como el sindicato de las trabajadoras domésticas. “Eso en mi época no existía, era una mala palabra decir que se organizaban. Hoy, en cambio, están organizadas y tienen sus leyes y sus derechos. Eso cambió rotundamente”, sostiene.

Nicolás Colacho Estévez fue secretario de Raúl Bebe Sendic en la UTAA y formó parte de la serie de caravanas por la tierra. Recordó en conversación con la diaria que en los 60 se exigía “la expropiación de 30.000 hectáreas de las estancias de Silva y Rosas. Una parte de esas tierras se expropió en el gobierno de [Jorge] Pacheco Areco. Por supuesto que los trabajadores que participaron en esa lucha no fueron los beneficiarios de esa expropiación: pasó a una colonización y luego se repartieron en distintas fracciones en una cooperativa”.

Quienes llegaban a Montevideo en las caravanas en aquella época “eran asalariados rurales muy pobres, muy marginados, incluso su vestimenta impactaba”, recordó Estévez. Fontora agregó que en su época vivían en situación de “semiesclavitud”, por lo tanto la realidad era muy diferente de la actual. Pero aclaró que “eso no quiere decir que los compañeros de hoy no sean explotados”.

Contó que a los trabajadores de los ingenios les pagaban con un pedazo de papel firmado por el patrón que sólo se podía usar en los propios negocios de los patrones. Salir de ahí era casi imposible: “Mi hermano tuvo que cortarse un pie; de esa forma lo llevaron al hospital y pudo irse”. Además, organizarse era más difícil, “había que caminar kilómetros y kilómetros con más de 40 grados de calor porque no teníamos dinero para pagar el ómnibus para encontrarnos con otro trabajador. Hoy en día hacés una llamada, le decís donde se juntan y no hay problema”, comparó.

Chela Fontora

Chela Fontora

Foto: Alessandro Maradei

“En aquel momento luchábamos por tierra, hoy en día los del Sindicato de Industria Química ya tienen tierra, pero están en peligro de perderlas”, comparó Estévez.

Sin embargo, hay similitudes: la tierra es el problema de base de los asalariados rurales. La precariedad del trabajo rural tiene una continuidad histórica muy definida, la caña de azúcar sigue siendo un trabajo zafral, genera una desocupación estacional importante que afecta gravemente a las familias trabajadoras. Para Estévez, “eso es prácticamente idéntico a lo que era en los años 60, la esencia de los problemas que tienen los trabajadores rurales es prácticamente la misma”.

Si bien las zafras de cosecha de la caña son más largas que en aquel tiempo, “cuando termina son 1.400 o 1.500 trabajadores que quedan desocupados”, señaló. Eso genera muchos problemas en la sociedad de Bella Unión. “La lucha por la tierra del sindicato también pretende de alguna manera resolver el problema de la zafralidad, que el trabajador pueda ir a trabajar todo el año y que tenga ingreso”.

Hace no tanto tiempo

La caravana actual tiene características muy similares a las de otros períodos más cercanos. Estévez recordó la lucha de los trabajadores de El Espinillar –un ingenio azucarero que se encontraba en Villa Constitución, en el departamento de Salto– para que no cerrara durante el gobierno de Luis Lacalle Herrera en 1992. “Hubo movilizaciones importantes, una marcha a Montevideo a pie de los trabajadores defendiendo su fuente de trabajo. Salió desde Constitución y Belén –localidad de Artigas cercana al ingenio–, que era donde vivían los trabajadores, alrededor de 500”. El cierre de El Espinillar en 1994 afectó “brutalmente” a ambas localidades y a los trabajadores que vivían ahí.

En 2000, fue Jorge Batlle el que “intentó darle el tiro de gracia a la industria azucarera con materia prima nacional”, según Estévez. Eso produjo una gran movilización de Bella Unión como sociedad, liderada por los sindicatos y un sector de la burguesía local que defendía la producción de la caña de azúcar, lo que permitió que se mantuviera con vida “el proceso azucarero”. Cuando llegó el Frente Amplio (FA) al gobierno se volvió a plantar caña de azúcar y apareció Alcoholes del Uruguay (ALUR) en Bella Unión: “Se mejoró el proceso industrial y generó un fuerte impulso a la reconstrucción de Bella Unión”, destacó Estévez.

Hoy, según el histórico dirigente, la intención del gobierno es la misma que la de anteriores del mismo signo: diezmar la producción nacional de azúcar. “Se está amenazando la continuidad del proceso de ALUR no sólo en Bella Unión, también pasa en la planta de elaboración de biodiesel, que la quieren cerrar: está en la Rendición de Cuentas actual. Están echándole la culpa a la producción de biocombustible por el alto precio de los combustibles”, indicó.

Con el subsidio que el Estado transfiere a los biocombustibles para trabajar la caña de azúcar se produce azúcar, se mantiene la soberanía alimentaria, se elabora etanol que mejora el combustible ambientalmente y productos fertilizantes, resaltó. “Es una actividad realmente productiva. Bella Unión vive de esto, hay una cultura de la producción de la caña de azúcar. Entre eso y generar un nivel de desocupación como el que tuvimos en la crisis de la industria azucarera que se extendió desde 1993 hasta 2005 o 2006 que empezó ALUR, hay un contrasentido”.

“Me parece que no es que nos estén regalando nada y haciendo un gasto enorme, no le salimos tan caro al país como le salieron los productores sojeros, arroceros y forestales, a los que les regalaron 60 millones de dólares y no les subieron el gasoil haciéndole perder dinero a Ancap”, apuntó. Agregó que el proyecto de ALUR es inclusivo y les dio la posibilidad a pequeños productores rurales y centenas de trabajadores de obtener algunos beneficios. “Es un proyecto productivo con un gran impacto social, eso es lo que hoy se está defendiendo”, remarcó.

Para Fontora, “el Frente hizo muchas cosas, por ejemplo: la ley del peón rural, la ley de las empleadas domésticas. El tema es que hay que hacer leyes y hacerlas cumplir”. Además, dijo que le faltó hacer cosas como “darles la tierra a los trabajadores y los elementos para que trabajen, eso es fundamental. Después, yo creo que faltó reunir a la gente y escucharla para ver qué es lo que quiere, por dónde quiere ir, y no decidir en un grupo o un gobierno”.

Consultado sobre si piensa que la historia se repite, Estévez respondió que lo hace pero “en otro plano, muchas veces con otros actores. Lo que quiso hacer el padre del actual presidente lo está haciendo él ahora”. Por su parte, Fontora contestó que cree que la historia no se va a repetir de la misma forma. “Confío en los jóvenes, en las mujeres jóvenes, que tienen otra mentalidad, hay mucha conciencia y tecnología que permite ver cosas que nosotros no pudimos”.

Ambos cerraron con un mensaje para los trabajadores que están reclamando en la actualidad. “Si esperamos sentados que nos digan las soluciones, lo seguro va a ser desaparecer. Hay que continuar en la lucha, es una lucha justa y correcta”, dijo Estévez. Fontora, por su parte, llamó a “que se unan y peleen por sus derechos. Que sepan que unidos es la única forma en que pueden conseguir las cosas”.