Martín Fernández asumió al frente del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop) el 16 de abril de 2020, a poco más de un mes de la declaración de la emergencia sanitaria en Uruguay. Además de apagar “incendios” propiciados por la pandemia, pudo comenzar a aplicar algunos de los lineamientos de trabajo que se planteó desde su designación, cuando todavía no había coronavirus, aunque dice que no tan rápido como hubiera querido. ¿Cuáles son esos lineamientos? ¿Qué desafíos y fortalezas encontró en el mundo del cooperativismo cuando llegó al cargo? ¿Cómo se vinculó con el cooperativismo en una primera instancia? De eso y más conversó con la diaria.

¿Cómo surge tu vínculo con el cooperativismo? ¿Sos cooperativista?

Sí. Mi vinculación empieza en 2006, 2007, cuando se empieza a tratar en el Parlamento la Ley General de Cooperativas. Yo era suplente del entonces diputado Álvaro Delgado [actual secretario de Presidencia], que integraba la Comisión Especial de Cooperativismo, y me tocó participar en muchas oportunidades en la comisión, en el trabajo de la redacción de la ley [de Cooperativismo]. A partir de ahí quedé enganchado con el movimiento, interesado en los temas, y me vinculé al cooperativismo por intermedio de la cooperativa de ahorro y crédito Fucac, de la que hasta el día de hoy soy asambleísta.

¿Cómo encontraste el panorama general del cooperativismo en Uruguay cuando asumiste el cargo en Inacoop? ¿Qué desafíos identificaste?

Asumí con la emergencia sanitaria, el 16 de abril de 2020, y por supuesto que se corrió un poco el foco para atender las dificultades surgidas de la pandemia. Una de las primeras decisiones que tomamos fue postergar la pretensión de cobro de las cuotas de los préstamos; suponer un ahorro que no implicara una merma en la atención del instituto a las cooperativas de base, que los ajustes que pudiéramos hacer fueran con base en algunos gastos de funcionamiento, pero que no se cortara ninguna de las herramientas de atención, y paralelamente empezar con algunos procesos que nos hubiera gustado que fueran de mayores dimensiones en este tiempo, pero que los empezamos a ejecutar ya en el marco de la pandemia. Por ejemplo, terminar la regionalización del instituto, aunque no al ritmo que nos hubiera gustado poder hacerlo.

“Tenemos que tratar de trabajar con el foco en la generación de empleo, el sostenimiento del empleo y la formalización, tres ámbitos en los que todavía tenemos mucho por hacer. Allí el cooperativismo tiene mucho para aportar”.

Más allá de los desafíos propios de la pandemia, ¿qué políticas públicas considerás que hay que implementar o profundizar para mejorar el desarrollo del sector cooperativo?

Lo primero que hay que hacer es tratar de aprovechar el marco normativo que tenemos, que nos da posibilidades para desarrollar muchas cosas más de las que aún tiene para desarrollar el movimiento. Por ejemplo, a nivel de compras públicas hay mucho por hacer. Hay un potencial que todavía no ha sido aprovechado del todo. El principal desafío para el país, para el gobierno, para la sociedad como un todo, hoy, sin dudas, es el empleo. Tenemos que tratar de trabajar con el foco en la generación de empleo, el sostenimiento del empleo y la formalización, tres ámbitos en los que todavía tenemos mucho por hacer. Allí el cooperativismo tiene mucho para aportar.

Hay que salir de la reacción a la pandemia para poder profundizar en los lineamientos de fondo.

Sin dudas, porque si bien es cierto que el movimiento cooperativo tiene una capacidad de resiliencia muy importante en tiempos de crisis –algo que hasta ahora todos intuíamos, pero nosotros hicimos un estudio, junto con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que nos permitió dimensionarlo: en el peor momento de la pandemia sólo 6% de las cooperativas habían mandado personal al seguro de paro–, en estas circunstancias la sociedad pone la lupa sobre el movimiento cooperativo. Ahora, es injusto pensar sólo en el cooperativismo como una herramienta en momentos de crisis. El movimiento cooperativo ha dado muestras, a lo largo de toda su historia, de que tiene mucho más para aportar que solamente ser una rueda de auxilio en momentos de crisis. Eso es lo que tenemos que transmitir mejor. Es necesario que las propias autoridades y quienes toman decisiones en los ámbitos gubernamentales tengan presente lo que hoy hace el movimiento, y a su vez poder desarrollar herramientas de intercooperación para que las cooperativas, si bien han crecido mucho, tengan más participación en la vida económica y social.

Públicamente dijiste que hay herramientas que en gobiernos anteriores se utilizaron mal, como el Fondes. ¿Por qué considerás que es así, y cómo está funcionando actualmente ese mecanismo?

El Fondes es una herramienta muy buena, que les permite acceder a financiamiento en inversión a emprendimientos asociativos a los que a veces les sería muy difícil obtenerlo mediante el sistema financiero tradicional, pero claramente durante muchos años se manejó sin un criterio profesional: no se hacían análisis de riesgo, se otorgaban los créditos sin constituir garantías, y eso llevó a que tuviera que pasar a pérdida por 69 millones de dólares. Creo que eso empezó a cambiar a partir de la ley de 2015, que estableció parámetros más objetivos para el otorgamiento de créditos. Hasta ese momento, prácticamente lo que se hacía era llevar el Fondes como una libreta de almacenero, en el sentido de que se anotaba lo que se otorgaba de préstamo pero no había un análisis de viabilidad de los proyectos ni se establecían condiciones claras para el repago. A partir de la ley de 2015 se incorporó el Fondes al instituto y eso empezó a cambiar, la creación de la Unidad Técnica en 2017 también fue una señal, y lo que nosotros estamos haciendo ahora es tratar de diversificar un poco la oferta, ir hacia una cartera más saludable, digamos, y no quedarnos únicamente a la espera de la demanda, sino empezar a generar la oferta. Por eso hemos ido en la búsqueda de algunos sectores dinámicos, que perfectamente pueden apalancarse por medio del Fondes. El Fondes no recibe ingresos de las utilidades del Banco República desde 2013, entonces, con lo único que genera su patrimonio es con sus propios ingresos. La actual situación patrimonial nos obliga también a tomar algunas decisiones, como la de establecer estos topes para el otorgamiento de los créditos [de 400.000 dólares], porque de lo contrario nos quedaríamos prontamente sin patrimonio.

“El movimiento cooperativo ha dado muestras, a lo largo de toda su historia, de que tiene mucho más para aportar que solamente ser una rueda de auxilio en momentos de crisis”.

¿Se han otorgado créditos por medio del Fondes en lo que va de tu gestión? ¿Por qué valor?

No tengo los números exactamente, pero se dieron créditos por el entorno del millón de dólares a cooperativas de distintas modalidades. Pero claro, lo que se hace es un análisis riguroso de riesgo, y hubo que rechazar varias solicitudes. También hay que ser muy responsable a la hora de otorgar un crédito y que esto no signifique una mochila que le cargás a la cooperativa y que después sea imposible de llevar adelante. El crédito tiene que ser una consecuencia de un trabajo previo que le garantice sostenibilidad a la empresa.

¿Cuál es el presupuesto actual de Inacoop?

Está en el entorno de los 85 millones de pesos. Tiene tres fuentes básicas de financiamiento: una partida de Rentas Generales, una prestación coactiva que pagan las cooperativas y lo que el propio instituto va generando a partir de convenios y utilidades financieras que hace de los fondos propios.

¿Qué políticas aplicó Inacoop y cuáles se continuarán aplicando para afrontar la pandemia y sus consecuencias en el movimiento?

En materia de formación, renovamos un convenio con Inefop y establecimos para la solicitud de esas capacitaciones un foco y una priorización a aquellas que plantearan generación de nuevos empleos o sostenimiento del empleo. Con respecto al financiamiento, postergamos la pretensión de cobro en cuotas durante la emergencia sanitaria, el año pasado y este. Tenemos la capacidad de tomar decisiones a medida, y eso ha permitido que los propios emprendimientos sientan que el instituto los ha tenido en cuenta en su individualidad, no como un marco general que algunas veces termina siendo injusto.

Entre 800.000 y 1.000.000 de uruguayos están vinculados a cooperativas de distintas modalidades

Recientemente las cooperativas de vivienda manifestaron que se encuentran en riesgo por los atrasos en los sorteos, la falta de un cronograma claro y los altos intereses. ¿Qué evaluación hacés de esta situación?

El acceso a la vivienda con la herramienta cooperativa ha permitido que un número de uruguayos acceda a un techo que de otra forma, para muchos, hubiera sido imposible. Por ello, la valoración de lo que se trabaja a nivel del movimiento cooperativo en vivienda para nosotros es muy importante. Si bien a nosotros estas cosas no nos involucran directamente, en el sentido de que no tenemos capacidad de decisión ni sobre los sorteos ni sobre las tasas y demás, hemos tenido algunas conversaciones con el Ministerio de Vivienda [y Ordenamiento Territorial] en las que se nos aseguró que se iba a trabajar fuertemente en algunos aspectos con respecto a los sorteos y sobre todo al cronograma de ejecución, porque lo que había era una cantidad de cooperativas que habían sido sorteadas en años anteriores pero venía muy atrasada la ejecución de esos sorteos, y si se seguían haciendo los sorteos como estaban previstos este atraso iba a aumentar aún más. La proliferación que ha habido de los subsidios por parte de cantidad de cooperativistas, que han visto eso como solución para poder sostener sus pagos, a veces conspira contra la posibilidad de bajar las tasas, pero creo que trabajando en conjunto ambos instrumentos podemos tener en el corto plazo solución para ambos temas.

¿Cuántas personas hay vinculadas al cooperativismo actualmente o empleadas a través de él?

Estamos trabajando en un convenio con Cepal [Comisión Económica para América Latina y el Caribe] para la elaboración de un observatorio que nos permita tener información de calidad. Hasta el día de hoy se sigue manejando una cifra en el entorno de 800.000 a un millón de uruguayos vinculados a cooperativas de distintas modalidades, pero todavía nos falta información de calidad para poder saber cuánto incide en el mercado laboral y en la actividad económica.