Traumatismo encéfalo craneal es el nombre de la lesión con la que convive Alejandro Lopassio y que tiene su origen en un accidente que sufrió mientras trabajaba como vendedor en la automotora Ayax, empresa de la que formó parte por más de 30 años. Pese al historial de Lopassio en la empresa y su importancia dentro de ella, su familia reclama que Ayax nunca se preocupó por Alejandro luego del accidente que cambió su vida para siempre.

En pleno verano de 2016, durante una prueba de manejo de la última versión de la Toyota Hilux del momento, una mala maniobra de la conductora –otra vendedora– derivó en la caída del vehículo en una cuneta y en la lesión crónica de Alejandro. Para Ayax, fue un accidente lamentable en el que la empresa no tiene responsabilidad; para los defensores legales del exvendedor, la empresa lo dejó “en la cuneta” en la que se lesionó.

Más de 30 años en la empresa y “ni una llamada”

Actualmente, Lopassio tiene 56 años, y no recuerda nada del día del accidente. Por la dificultad que padece para desarrollar ideas, como consecuencia de la lesión neuronal que presenta, recurrió a la ayuda de su exesposa, Elena Zinkevich, su hija, María Eugenia Lopassio, y su abogado, Fidel Nader, para contar a la diaria cómo se desarrolló su vida antes y luego de su lesión.

Lopassio trabajó como vendedor en Ayax desde los 25 años, puesto en el que continuó hasta que comenzó a ocuparse de los negocios especiales de Ayax. “La empresa tenía confianza en él. Viajó a Japón, Perú y México a capacitarse”, contó Nader.

Según sus allegados, antes del accidente –cuando Alejandro tenía 49 años– ganaba aproximadamente 200.000 pesos por mes y tenía novia. Luego del 20 de febrero de 2016, fecha del accidente, perdió su independencia, dejó de cobrar las comisiones por venta de su trabajo –que representaban la mayor parte de su sueldo– y su novia lo dejó. A causa de su lesión, que su familia calificó como “grave” y “con importantes secuelas neurológicas”, Lopassio perdió la capacidad de desarrollar de forma independiente “las actividades de la vida diaria”.

La consecuencia más inmediata del accidente fueron seis meses en coma y tres meses más en estado de estupor. Durante ese periodo, según Zinkevich, la empresa no se comunicó con ella o con su hija para prestarle a su exesposo algún tipo de apoyo. “Ni siquiera nos llamaron”, afirmó.

Además, señaló que la empresa no le dio la baja a Alejandro, sino que hizo que dejara de cobrar la parte más importante de su sueldo, que se generaba por comisiones. Durante dos años, pasó a ganar un sueldo mínimo, que hizo que se viera afectada su jubilación.

La familia comenzó el trámite de jubilación por incapacidad y el Banco de Previsión Social lo declaró incapaz “inmediatamente”, comentó Nader. De todas formas, señalaron que la cifra es muy lejana a la que ganaba Lopassio trabajando. Por otra parte, la curaduría, “que vendría a ser una especie de tutor”, explicó el abogado, se la dieron a la hija de Alejandro, María Eugenia.

Según Nader, el proceso de recuperación de Lopassio fue largo, ya que “estaba en una situación en la que prácticamente no podía hacer las cosas mínimas desde el punto de vista higiénico” y “ni siquiera podía comer”. Relató que para mejorar su situación, la familia “se gastó una fortuna” en Fleni, un instituto de rehabilitación en Argentina que “es carísimo” y para lo que “sacaron de donde no tenían porque querían que se recuperara”. “Los ahorros de Alejandro se fueron ahí”, añadió Zinkevich.

En la clínica descubrieron que Alejandro no podía beber ya que tenía una lesión, por lo que tuvieron que volver a enseñarle a tragar. “Esa clínica fue fundamental para él y para nosotros, tenía apoyo psicológico y contención. Estuvimos tres meses ahí”, contó Elena. Luego, al volver a Uruguay, tuvieron que armar un equipo de gente que pudiera ayudar a Lopassio a seguir progresando.

En la actualidad, Alejandro “ha logrado grandes mejorías”, comentó Elena, pero, por ejemplo, no puede hacer cosas cotidianas, como ir a pagar cuentas: “El dinero lo tiene en una tarjeta de débito en la que le depositamos una suma menor”, explicó. Parte de su recuperación “fue empezar a tener una vida normal supervisada. Todo tiene que estar supervisado, porque puede dejar una puerta o una llave de gas abierta”, añadió.

Pero el accidente no sólo cambió la vida de Alejandro, sino que también afectó la vida de su hija, que tenía 18 años en ese momento. “Pasé a ser la madre y él el hijo”, dijo María Eugenia sobre las consecuencias de la lesión de su padre, y contó que comenzó a vivir con él para acompañarlo y ayudarlo en su recuperación, lo que le implicó abandonar sus estudios por falta de tiempo y dinero.

“Era una hija totalmente dependiente de su padre, su vida se trastocó totalmente con 18 años” cuando “pasó a tener una responsabilidad; ser curador no es cualquier cosa”, afirmó Nader. El abogado explicó que ella como curadora “tiene que hacer una rendición de cuentas cada tres años, cuidar del patrimonio del padre, que él esté bien y que se recupere. Todo eso lo controla el juez”.

Con el objetivo de que María Eugenia “pudiera tener su vida”, su exesposa volvió a vivir con Alejandro para ayudar en sus cuidados. “A mí me cambió la vida como a cualquier madre que tiene una situación con un hijo y lo apoya”, afirmó. Comentó que siempre tuvo una buena relación con él y que “era un padre muy presente” que “se encargaba de darle todo lo mejor” a María Eugenia.

Las versiones sobre el accidente

María Noel Siedemburg, exvendedora de Ayax y conductora del vehículo durante el accidente, habló con la diaria y dio su versión sobre lo que sucedió. Contó que la idea de probar un nuevo modelo de Toyota Hilux la impulsó Alfonso Bosch, gerente de ventas de Ayax, quien, según afirmó, la obligó a conducir el vehículo bajo el argumento de “si no manejás no podés vender”. “Al ser vendedora, tenía un sueldo base más las comisiones. Uno vive de las comisiones, me quería sacar las ventas en caso de no manejar”, planteó.

“Hace dos años que tenía libreta de conducir y no manejaba, la tenía porque la tenía, nunca había manejado una camioneta de ese porte”, continuó Siedemburg, y acotó que salir a manejar los vehículos que se vendían no era una obligación contractual de los vendedores de Ayax.

Según surge de las declaraciones de los implicados ante la Justicia, durante la prueba de manejo, en la camioneta que manejaba Siedemburg, iban cinco personas en total: ella y una compañera en la parte delantera, ambas con cinturón de seguridad; Lopassio detrás, también con cinturón, y, finalmente, otra compañera y Bosch, sin cinturón puesto. De acuerdo a la versión de Siedemburg, ningún prevencionista estuvo presente el día de la prueba, que se hizo en un lugar descampado y sin señalizaciones.

Bosch fue citado a declarar para dar su versión, según se puede ver en el expediente del juicio penal impulsado por la familia de Lopassio. El gerente de ventas de Ayax señaló que nadie se negó a manejar, a excepción del propio Lopassio, que dijo que llevaba mucho tiempo manejando y que no quería.

Bosch afirmó que se pidió autorización a la Intendencia de Canelones para realizar la prueba, pero que no se solicitó permiso para manejar en la zona, porque no correspondía. “No era una maniobra, era una circulación”, explicó. Sobre la ausencia de prevencionista, añadió que Ayax cuenta con ese tipo de profesionales, “pero en este caso se trataba de un curso”, señaló, y añadió que “no era un terreno que no estuviera apto para el manejo”.

Indicó que la prueba se hace siempre respetando las leyes de tránsito, sin embargo, reconoció que en el momento del accidente no llevaba puesto el cinturón. Además, dijo desconocer que los trabajadores estuvieran obligados a realizar este tipo de maniobras y que el lugar de la prueba lo decidieron junto al gerente comercial, Marcelo Corrado.

“Mi jefe me iba diciendo por dónde tenía que ir. Nadie conocía el terreno, ni mi jefe ni ninguno de nosotros; era como calle de tierra, eran muy estrechas”, comentó Siedemburg. De acuerdo a ella, mientras manejaba, a 25 kilómetros por hora, Bosch le dijo que acelerara. En principio, ella respondió que no, pero Bosch le volvió a gritar que acelerara, mientras ella estaba por llegar a una curva. Señaló que producto de la maniobra la camioneta coleteó y el vehículo cayó en una cuneta muy profunda que se encontraba al costado del camino.

Bosch fue consultado por la Justicia respecto de si le había dado indicaciones a la conductora sobre cómo manejar: “Lo que yo le dije es que si no iba en la marcha adecuada el auto se apaga”, respondió, y explicó que “cuando va a 30 el auto se apaga, el vehículo tiene que ir en el cambio adecuado a la velocidad que tiene”. Según Bosch, el auto se apagó una vez mientras manejaba Siedemburg, “cuando intentó la salida normal”.

Según el relato de Siedemburg y la familia de Lopassio, a raíz del accidente, la camioneta quedó de costado en la cuneta y casi todos pudieron salir, excepto Alejandro, ya que Bosch y la otra vendedora de Ayax que iba sin cinto quedaron encima de él.

Luego del accidente, Siedemburg se desvinculó de Ayax, en setiembre de 2016. Contó que en su último periodo de trabajo “el ambiente era horrible, no se podía hablar del tema, fue todo tapado”, explicó Siedemburg. Lo mismo dice la familia de Lopassio, ya que sostienen que en la empresa está prohibido hablar del siniestro.

María Eugenia Lopassio, Elsa, Zinkevich, Fidel Nader y Alejandro Lopassio,

María Eugenia Lopassio, Elsa, Zinkevich, Fidel Nader y Alejandro Lopassio,

Foto: Rodrigo Viera Amaral

¿Qué es un test drive?

Una de las discusiones más importantes que hay en torno al accidente es si la salida en coche era un test drive o una prueba de manejo. Desde la defensa de Alejandro, el argumento es que la prueba se comunicó como un test drive y que el lugar que se eligió para manejar era peligroso. Por el lado de la empresa, Bosch dice ante la Justicia que era una prueba de manejo que no requería de medidas de seguridad especiales.

En diálogo con la diaria, Gustavo Mobilio, director de Tránsito y Seguridad Vial de la Intendencia de Canelones, explicó que, habitualmente, hay una confusión en el público general sobre lo que es un test drive: “Acá se utiliza el término para todas las pruebas, cuando en realidad un test drive es para las pruebas de resistencia, la suspensión, la dirección y el equilibrio de un vehículo. Las bondades o las fallas que pueda tener” el vehículo, indicó. Ese tipo de pruebas debe llevarlas a cabo un piloto con un equipamiento de seguridad, como un traje antiflamas y un casco, con la presencia de bomberos y un prevencionista.

“El otro test drive al que se refiere la gente, pero que en realidad es una prueba de vehículo en calle, es lo que hace cualquier persona que va a comprar un vehículo y quiere probar sus bondades”, indicó. En ese caso, el requisito es cumplir con el reglamento de tránsito y tener un permiso para circular que la propia automotora rellena en el momento en que se va a realizar la prueba, con el número de vehículo y los datos del conductor. “Es simplemente para que si un inspector de tránsito se lo cruza no sea multado por no tener la matrícula”, explicó. Eso no impide que si se comete otra infracción se pueda multar.

En el caso del accidente de Lopassio, de acuerdo a Siedemburg, el vehículo salió sin la chapa de prueba que le permitía circular con permiso por las calles. Incluso, aseguró que luego del accidente “un compañero fue a buscarla y se la puso”. Una fuente vinculada a Ayax en el momento del accidente y que estuvo presente ese día confirmó a la diaria la versión de Siedemburg sobre la chapa de prueba, que “fue puesta después de que la camioneta volcara”.

El camino judicial

Como reacción a la falta de respuesta de la empresa, la familia llevó a juicio a Ayax por la vía laboral, civil y penal. Nader contó que en el juicio laboral basó su argumentación en que la empresa no cumplió con los requisitos de seguridad en el momento del accidente. “La Ley 14.074 establece en el artículo 12 que en el caso de que una empresa, más allá de que tenga asegurado a su trabajador, actúe con culpa grave, o dolo, tiene que responder por fuera del Banco de Seguros del Estado”.

Según Nader, “el lugar donde ocurrió el accidente era totalmente inapropiado, era muy inseguro”. Planteó que se tenían que haber tomado medidas de seguridad como contar con un técnico prevencionista, e indicó que “el encargado no obligó a usar el cinturón de seguridad”. Añadió que la actividad fue lejos del lugar donde Lopassio trabajaba y fuera de horario.

Finalmente, la jueza del caso, Ana Karina Martínez, decidió que había culpa de la empresa, pero no culpa grave. Por lo tanto, “no lo indemnizaron por nada, porque para eso la ley dice que se tiene que probar la culpa grave”, explicó. “El monto que reclamamos lindaba en un millón de dólares, porque entendíamos que había lucro cesante, que es todo lo que se perdió de ganar él. No es fácil fallar contra una empresa tan grande por un monto tan grande. Tuvo sus dudas, pero finalmente falló que no había culpa grave”, aseguró el abogado.

La defensa de Alejandro apeló y el caso lo tomó el Tribunal de Apelaciones del 4° turno, donde hubo un empate dos a dos entre los cuatros ministros que evaluaron. Se eligió otro ministro para desempatar que desestimó el reclamo y perdieron el juicio laboral.

Luego comenzó el proceso por la vía civil, en el que reclamaron 981.826 dólares para Alejandro por lucro cesante, daño moral y daño emergente. También pidieron 322.277 dólares para María Eugenia por lucro cesante pasado y futuro y daño moral. El juez Pablo Benítez resolvió darle una suma de 10.000 dólares a María Eugenia, por lo tanto, el abogado decidió apelar y el proceso continúa hasta ahora.

La defensa de Nader se basa en el artículo 1.324 del Código Civil, que dice que “hay obligación de reparar no sólo el daño que se causa por hecho propio, sino también el causado por el hecho de las personas que uno tiene bajo su dependencia o por las cosas de que uno se sirve o están a su cuidado”. “Es decir, que cuando vos vas en un auto como empleado, también responde la empresa”, explicó Nader.

También iniciaron un juicio penal, en el que la carpeta estuvo archivada un año: “No habían citado a nadie, a ninguno de los testigos, nadie se había preocupado de cómo estaba él. Nada. Es un delito, ¿cómo no se va a investigar?”, planteó el abogado. Además, señaló que la fiscal del caso señaló que las lesiones de Alejandro son “gravísimas”, por lo tanto, argumentó que “eso se da de punta con lo que dice la jueza laboral, ¿hay lesiones gravísimas pero no había culpa grave en el accidente?”, inquirió.

Como Nader no es abogado penalista, pidió ayuda al abogado Gastón Cambre para que patrocinara a Lopassio. En diálogo con la diaria, Cambre contó que cuando comenzó con el caso vio que en el juzgado no se había investigado: “No habían citado testigos, no hicieron nada y lo archivaron”, afirmó. Pese a que en principio logró desarchivarlo, desde Fiscalía volvieron a archivarlo, y luego de un largo camino, Cambre fue a un Tribunal de Apelaciones para finalmente lograr desarchivarlo.

Luego de que la fiscal del caso realizó la investigación, concluyó que la culpa del accidente era de la conductora del vehículo, y pidió una pena de 14 meses de prisión. Actualmente, Siedemburg se encuentra procesada, a la espera de ser citada por la jueza para conocer la sentencia. Tanto Nader como Cambre apuntaron que ven a la empresa como responsable y no a Siedemburg. “A mí lo que me indigna es que Ayax sale en todos lados a decir que tiene responsabilidad social y dejaron tirado a un empleado en la cuneta, en una actividad laboral que lo obligaron a realizar”, planteó Cambre.

Sin “responsabilidad alguna”

“Las personas son lo más importante de Curcio Capital y son fundamentales para el éxito de nuestra organización. El fracaso o la victoria dependerá exclusivamente de nuestra gente”, dice la web de Curcio Capital, empresa de la que forma parte Ayax y que es propiedad de Alejandro Curcio, hijo de Emilio Curcio, fundador original de Ayax, en 1970.

Curcio hijo asumió como responsable de Ayax en 1995 y en 2017 fundó Curcio Capital, que engloba otros negocios como la representación de Suzuki en Uruguay, la fábrica de tapizados de cuero Lucca Design, Ayax Value, un servicio de garantías extendidas para Toyota, y la compañía de negocios financieros Fadisey.

Desde que Alejandro Curcio se hizo cargo de Ayax, la empresa ha avanzado en iniciativas de triple impacto, que consiste en una forma de desarrollo empresarial que busca retorno económico acompañado de una mirada social y el cuidado ambiental.

Con la venta de vehículos Suzuki y Toyota, Curcio Capital es uno de los líderes en Uruguay dentro del mercado automotor desde hace años. De acuerdo a las cifras de la Asociación del Comercio Automotor del Uruguay, este año, hasta mayo, Suzuki se posicionó como la segunda mayor vendedora de automóviles de pasajeros, con una cifra de 2.087 vehículos. Por su parte, Toyota ocupa el noveno puesto, con un total de 190 ventas. En conjunto, ambas firmas acumulan 24,34% del total de ventas en el mercado.

la diaria se comunicó con Ayax para conocer su versión sobre el caso de Alejandro Lopassio, pero ninguna de sus autoridades brindó declaraciones. En cambio, enviaron un comunicado en el que afirman que el hecho fue “un accidente de tránsito y no una prueba o test drive”, en el que se cumplieron “todas las normas de tránsito”. De acuerdo al comunicado, Ayax no tuvo “responsabilidad alguna” en el accidente y “así lo fallaron los tribunales del trabajo competentes”.