La “sisifemia” o el “cansancio del trabajador incansable” es un nuevo término que surgió para denominar un tipo de estrés laboral. Es un trastorno de la salud que afecta a aquellas personas que se enfrentan a la tarea de lograr objetivos diarios en su trabajo que son sumamente complejos o imposibles.
De forma obsesiva por hacer siempre más, estos empleados buscan un nivel de permanente perfección en el cumplimiento de las labores que se les encomiendan, lo que los lleva a experimentar un sentimiento de constante frustración o una sensación de que lo que hacen es insuficiente.
Las personas que sufren de esto pueden padecer serias consecuencias en su vida cotidiana, desde insomnio hasta ansiedad o trastornos en el apetito, entre otras, producto del desgaste que genera este ritmo de exigencia y autoexigencia al que se ven sometidas.
El licenciado y magíster en Filosofía por la Universidad de la República Juan Olano, quien actualmente cursa en Bélgica su doctorado sobre las implicancias ético-políticas de la automatización del trabajo, problematiza esta nueva terminología afirmando que estamos ante el “riesgo de individualizar un problema que es social y de ocultar las verdaderas causas de este asunto, que son políticas y estructurales”. “Hay un problema que trasciende la esfera del individuo, que obviamente se manifiesta en él y es quien padece las consecuencias de ese problema social, pero ninguno de estos fenómenos debería ser abordado exclusivamente desde un punto de vista psiquiátrico, ya que llaman a la reflexión sobre otros temas. Cuando uno lo trata de abordar solamente desde el individuo, parece ser que es este al que hay que curar y no la sociedad la que debe cambiar”, sostuvo en diálogo con la diaria.
En una línea similar a la de Olano, Fernando Tomasina, profesor titular grado 5 en el Departamento de Salud Ocupacional de la Facultad de Medicina, dijo a la diaria que “los modelos de organización del trabajo, por ejemplo, los contratos por producción, operan como estresores”. “Una persona lo que vive es una situación de presión permanente por la exigencia que proviene del modelo organizacional y, quizás también, de sus características personales, pero todo esto a la larga agota los recursos físicos, psíquicos, emocionales y cognitivos, lo que puede llevar finalmente a una depresión”, remarcó. Y manifestó, de la misma forma, que todo esto ocurre “producto del estrés de vivir en una sociedad que exige ser excelente en todo momento cuando no siempre podemos serlo”.
El individuo “sisífico”
El término “sisifemia” fue acuñado en el artículo “La ‘sisifemia’ o el cansancio mental del trabajador incansable, prevención de la dismorfia de productividad y su alto riesgo psicosocial”, publicado en marzo de 2022 por Araceli López-Guillén García y José Manuel Vicente Pardo, directora y director de la Cátedra de Medicina Evaluadora y Pericial de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), en España.
El término hace referencia a la mitología griega, particularmente al mito de Sísifo, quien fue condenado a empujar para siempre una piedra gigante hasta la cima de una montaña para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde nuevamente debía recogerla y empujarla hasta la cumbre, y así por toda la eternidad.
“El trabajador envuelto día a día en un trabajo ‘excesivo’, en una constante mirada a lo que debe hacer y lo que le resta para ponerse al día, y lo que le restará para hacer ‘mañana’, nos recuerda a Sísifo”, señala el artículo. Añade que “la ‘sisifemia’ es el cansancio mental del trabajador incansable, obligado a trabajar por encima de todo límite, incluso de su salud, obsesionado por pretender hacer siempre más. Es consecuencia de no poner remedio a la ‘dismorfia de productividad’ que va minando su confianza, su autoestima, su salud y su bienestar hasta enfermar de agotamiento mental”.
“Dismorfia de productividad” hace referencia a la visión distorsionada que una persona tiene de su propia capacidad de producción, pensando siempre que puede y debe ser más productiva, cuando en realidad ya lo está siendo. Esto lleva a niveles de autoexigencia “desmedidos e irracionales”, según los autores.
El doctor Artigas Pouy, presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay (SPU), en diálogo con la diaria expresó que el término “sisifemia” es nuevo y poco conocido en Uruguay, razón por la cual casi no es mencionado en los medios de nuestro país. Sin embargo, aseguró que está totalmente familiarizado con la sintomatología de este trastorno. “Muchos de los pacientes que he visto, cuando sufren una sobrecarga laboral, en una primera etapa les ocurre que luchan por mejorar, por cumplir, por pasar a ser tan eficientes como la sobrecarga se lo exige”, afirma.
Analizando la sisifemia con el foco puesto sobre el individuo, Pouy considera que hay personalidades más propensas que otras a sufrir de este trastorno: “Alguien que quizás ya tenga una personalidad con algún rasgo obsesivo en su interés por hacer las cosas bien y de forma meticulosa, al sentirse presionado en su trabajo, la primera reacción va a ser la de esforzarse más y tratar de llegar a límites que hasta el momento no se había planteado”.
El presidente de la SPU considera que “necesariamente” esto puede desencadenar reacciones que tengan que ver con la ansiedad, la angustia o el insomnio.
La organización del trabajo y el trabajador
Tomasina asocia la sisifemia a expresiones de malestar y enfermedades relacionadas con modelos de gestión por parte de las empresas, donde la exigencia es ser el mejor en calidad. Dichos modelos apuntan en todo momento a la excelencia y utilizan transitoriamente personas en el sistema para luego ser desplazadas, teniendo esto “un costo altísimo en la salud mental y en la salud física de los individuos que están en esa situación”.
“Los modelos de exigencia en el trabajo derivado de lo organizacional hacen que se genere un gran desgaste psicoemocional en los trabajadores. Entendemos el problema desde el modelo organizacional, de la utópica calidad y excelencia, que es siempre algo inalcanzable”, subrayó.
Sumado a esto, Tomasina afirma que en todos los aspectos que hacen a la salud en el ámbito laboral existe un componente individual que el trabajador lleva con él a su lugar de trabajo. “Una persona, además, trae al trabajo su historia personal, familiar, aspectos propios de su personalidad que hacen al conjunto de condiciones y medioambiente laboral. La vivencia del trabajador en su lugar de trabajo es algo que incluye factores laborales, pero también extralaborales”. “Encontramos en esto algo dialéctico entre la organización y la persona, que tiene que ver con sus perspectivas, expectativas, formación, capacitación, personalidad, etcétera”, sostiene.
Tomasina enfatizó que es necesario “reflexionar sobre la importancia de que las condiciones de trabajo sean dignas y decentes, que promuevan la capacidad de trabajo pero que también promuevan al individuo en sus dimensiones sociales, económicas, culturales, donde una persona pueda desarrollar sus capacidades y se sienta parte de la sociedad o de un colectivo”. Añadió que un trabajo digno y decente es “aquel que promueve a la persona, donde no es utilizada como un recurso más, donde no es un objeto sino un sujeto”.
Los consumidores, los trabajadores y el mundo del trabajo
En la fuerte competencia por conseguir o mantener un empleo, que obliga a las personas a aceptar determinadas reglas de juego relacionadas con los ritmos de productividad, llevándolas muchas veces a terminar exhaustas, el filósofo Juan Olano observa un gran desbalance entre los consumidores y los trabajadores. El mercado laboral se encuentra orientado hacia la satisfacción de los primeros, pasando por encima de las propias necesidades del trabajador respecto de cómo hacer su trabajo.
“Mi hipótesis es que las condiciones de trabajo y los estándares de consumo no están balanceados. Si vemos que el consumidor es aquel que tiene dinero para comprar un cierto servicio o un cierto bien, entonces son los que terminan determinando dónde se ponen los esfuerzos de los trabajadores”, sostiene. Y añade: “El mercado también obliga a que se tenga que mantener determinados niveles de productividad, porque, de lo contrario, hay otros trabajadores que hacen la misma tarea y están deseando tener el trabajo que uno tiene, por lo tanto, se está compitiendo con ellos”.
Olano enumera tres aspectos fundamentales del trabajo. En primer lugar, la autorrealización del individuo, es decir, que este pueda realizarse a sí mismo desarrollando aquellas habilidades que tiene en potencia, ya que “parte de lo que hacemos en el trabajo es desplegar esas capacidades que tenemos, actualizarlas, practicarlas y extenderlas al mundo. Los trabajos son oportunidades para autorrealizarnos”. En segundo lugar, el ingreso, ya que una persona quiere realizar un trabajo para recibir una remuneración económica a cambio. Por último, la satisfacción de las necesidades o los deseos de otras personas, que muchas veces son los consumidores o los clientes, es decir, aquellos que reciben el fruto del trabajo producido.
Olano sostiene que “la división del trabajo lleva a que se priorice el tercer aspecto, el que tiene que ver con las necesidades y los deseos de los consumidores. En lugar de poder tomarte el tiempo de autorrealizarte, estás supeditado a un jefe que te está diciendo ‘hay que hacer esto ya mismo’. Autorrealizarnos no está dentro de las posibilidades”.
Y continúa afirmando que “autorrealizarse muchas veces requiere ser menos productivo, ensayar más, cometer errores. Muchas veces, eso es imposible en el mercado del trabajo por la necesidad de productividad, de eficiencia y de sacar el máximo de cada trabajador. Por estas razones los trabajadores se ven acorralados en esa situación de cansancio, porque están tratando de hacer el mayor esfuerzo posible por satisfacer la mayor cantidad, y lo más rápido posible, los deseos y las necesidades de los consumidores”.
Sin dejar de lado el hecho de que también están en juego aspectos individuales que posiblemente agravan estas cuestiones, el licenciado y magíster en Filosofía es tajante respecto de la existencia de una problemática central a la hora de desencadenar este tipo de trastornos laborales: “La sisifemia y otros trastornos son producto de la forma en que organizamos el mercado del trabajo, donde le damos prioridad a la satisfacción de los consumidores o a la productividad”.
Olano afirma que, desde un punto de vista filosófico, se podría analizar la sisifemia como una “patología social”, con muchos factores desencadenantes que provienen de los desiguales sistemas laborales a los que la inmensa mayoría de los trabajadores se ven obligados a adaptarse.
Respecto del término “sisifemia”, considera que, más allá de que haya sido acuñado con la mejor intención posible, y sumado al riesgo de individualizar un problema con raíces en la sociedad, existe el ocultamiento de que dicha estructura social “debe ser modificada”.
“Creer que estos trastornos solamente surgen y mueren con la persona es una gran forma de no cuestionar realidades que van más allá de lo individual. Hay que ser muy cauteloso a la hora de abordar estos problemas, porque algunas veces ocultamos que hay una estructura injusta detrás, en la que algunos salen mejor parados que otros”, advierte.