Este lunes se realizó un evento en la Granja San Francisco dirigido a las Instituciones Patrocinadoras de Emprendimientos (IPES), que se enmarcó en el Mes del Emprendimiento y en la Semana Emprendedora Global. El encuentro tuvo como lineamiento principal presentar la orientación estratégica que la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) está impulsando junto con Uruguay Innova (U+I) y las expectativas que hay actualmente puestas en el rol de las IPES para acompañar y guiar emprendimientos y empresas.

Tania Burjel, coordinadora operativa de Uruguay Innova, explicó que el programa de esta agencia, que está en la ley de presupuesto, en el Parlamento, tiene como objetivo “articular y potenciar el ecosistema de investigación e innovación con una mirada estratégica, flexible y transformadora”.

Habló sobre el posicionamiento de Uruguay Innova con el nuevo gobierno y enumeró los desafíos a los que se enfrenta la región, que están vinculados directamente con la desigualdad, y se centró específicamente en la pobreza infantil. También señaló el déficit fiscal que implica el decrecimiento del PIB, que descendió del 5% al 1 % anual, que, a pesar de ser el segundo país de América Latina que más invierte, “estamos todavía muy lejos de los niveles de inversión que necesitamos alcanzar”.

En este sentido, aseguró que es necesario pensar las nuevas políticas que podrían “levantar” esta situación, poniendo el foco en “fortalecer la investigación, el desarrollo tecnológico y la transferencia de conocimiento; promover la creación de emprendimientos dinámicos y la innovación, tanto en empresas públicas como privadas; atraer inversión y promover internacionalización; optimizar el marco regulatorio y garantizar la evolución y mejora continua del sistema de investigación e innovación”.

También presentó, a partir de estudios de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, las principales restricciones a las que se enfrentan las empresas al momento de innovar, y mencionó la falta de financiamiento, los mercados pequeños, y una matriz exportadora “poco diversificada”. Además, agregó una “lupa de género”, que demostró que hay una gran diferencia en las elecciones educativas que aumenta la representación de varones sobre las mujeres en la medida que avanza la investigación en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores.

“Hay un montón de brechas sobre las que trabajar”, sostuvo Burjel, y aseguró que se está iniciando una consultoría para generar propuestas concretas para abordar el problema, también a nivel territorial.

Por último, definió las expectativas a futuro: “mayor productividad y diversificación productiva, generación de empleo de calidad y capital humano avanzado” como el fin principal.

De la presencia territorial a la transformación

Por su parte, Juan Ignacio Dorrego, presidente de la ANDE, explicó cómo la estrategia de la agencia se articula con la Secretaría de Ciencia y Valorización del Conocimiento y el programa Uruguay Innova, en un proceso que combina lineamientos nacionales y participación territorial.

Según detalló, la agencia está culminando un año de trabajo que incluyó talleres regionales, aportes de actores locales y un próximo Encuentro Nacional de Centros Pyme. El objetivo es integrar una lógica “de arriba hacia abajo” y “de abajo hacia arriba” que permita recoger demandas, ajustar instrumentos y mantener la “flexibilidad”, para que ninguna región quede por fuera. Dorrego insistió en que la estrategia debe ser “habilitante”, organizar la oferta de políticas públicas y, a su vez, permitir que los territorios planteen sus propios desafíos.

El presidente de la ANDE especificó que la meta del período es “pasar de la presencia territorial a la transformación”, partiendo de que la agencia está instalada en todo el territorio nacional. La ANDE se propone trabajar sobre dos grandes desafíos: “cómo especializar sin dejar a nadie atrás y cómo implementar instrumentos que muevan la aguja mientras se valorizan las capacidades locales”. La idea es que las políticas puedan incidir en sectores y cadenas de valor completas, en conjuntos de empresas.

En ese marco, Dorrego destacó el rol central de los Centros Pyme, con presencia en todos los departamentos y la articulación público-privada. Para esto, insistió en la necesidad de que la red “mejore su sofisticación” sobre el conjunto de servicios que ofrecen. Para eso, diseñaron una propuesta que se compone de distintas capas, según explicó el presidente. Estas capas tendrán su despliegue en proporción al grado de desarrollo y tamaño de la empresa o emprendimiento al que se esté apoyando.

La ANDE busca avanzar hacia una “diversificación inteligente”, es decir, sumar especialización a la lógica universalizadora. Esto implica reconocer tanto las fortalezas como los desafíos que hoy presenta la presencia territorial de la agencia, y para esto invitó a los organismos presentes a acercar tanto aspectos positivos como nuevas demandas o visiones que se presentan al momento de acompañar a pequeñas y grandes empresas.

Dorrego presentó tres posibles escenarios para abordar la cuestión territorial. El primero está centrado en cadenas de valor dinámicas de implementación regional orientadas a incidir en el área metropolitana y cadenas de valor de especialización del país. El segundo se basa en una “regionalización participativa”, en la que cada región define sus prioridades para los próximos cinco años. Y un tercer escenario, a través de un modelo híbrido que combine coordinación nacional con iniciativas de escala territorial y local.

Por último, planteó la estrategia de orientar las políticas públicas hacia tres misiones que están trabajando con distintos actores que las transversalizan. Estas misiones son la formación de capacidades territoriales; el abordaje de las transiciones “gemelas”, sustentabilidad, sostenibilidad en la producción y digitalización; y la vinculación de ecosistemas a través de redes empresariales y un programa de desarrollo.

Cómo avanzar sin dejar a nadie atrás

Durante el encuentro se realizó una charla entre panelistas que buscaron “bajar a tierra” conceptos como “innovación, cadenas de valor, transferencia tecnológica”, con el objetivo de acercar los tecnicismos. Ana Laura Trías, coordinadora de la Red Uruguay Emprendedor, fue la moderadora de los especialistas, quienes se ocuparon de “traducir” conceptos que pueden percibirse como algo lejano o reservado a universidades y centros de investigación. La interrogante fue: “¿Cómo avanzamos hacia una especialización inteligente sin dejar a nadie en el camino?”.

Los panelistas que participaron fueron Silvana Ravía, coordinadora técnica de la Unidad de Políticas e Innovación del Ministerio de Industria, Energía y Minería; Diego García Rosa, gerente de Desarrollo Territorial de la ANDE; y Sebastián Ruiz, gerente de Desarrollo Empresarial de la ANDE.

Ravía se dirigió a las IPES presentes y reivindicó que su rol debe ser articular la “generación de conocimiento”, que aumentó en universidades públicas y privadas, con la resolución de problemas que surgen desde las empresas, emprendimientos o distintos sectores. De esta forma, la institución patrocinadora de emprendimientos funciona como “nexo” para el mejoramiento de los procesos o de productos.

En ese sentido, remarcó la importancia de poder “traducir” la generación de conocimiento desde el ámbito científico a la necesidad que se presenta desde el sector productivo.

La coordinadora planteó ampliar el término innovación, y explicó que no refiere únicamente a un invento que va a “romper todos los mercados”, sino que puede ser también cuando se mejora un proceso productivo, se desarrolla una nueva técnica o cuando se cambie el modelo de negocio. En esa línea, los descubrimientos pueden ser de “alto impacto o incrementales”. Por su parte, invitó a “generar alianzas” para complementar y agregar valor a los proyectos.

Para enfrentarse a la especialización inteligente en Uruguay, García Rosa mencionó las tres características que tiene Uruguay que impactan en cómo hacerlo. “Nuestro país es altamente centralizado, tiene altos niveles de sectorialización y fragmentación estatal y desigualdades territoriales estructurales”, dijo, y detalló que esto implica “desbalances y desequilibrios” que llevan a requerir determinados diseños que tengan en cuenta las características mencionadas.

El gerente se refirió al término de “capacidades colectivas”, que implica que un territorio tenga la capacidad de innovar, perseguir una visión y definir lineamientos de trabajo. García Rosa aseguró que la política central es “mucho más efectiva y llega con mayor impacto a territorios que tienen definidas sus líneas de trabajo”.

Ante la pregunta de Trías sobre qué ocurre en los territorios donde no hay universidades o centros que funcionen como “semilleros de conocimiento”, y si en esos contextos la innovación queda limitada, Ruiz respondió que el desafío es justamente “no dejar a nadie atrás”, incluso en zonas donde la academia todavía no está descentralizada.

Ruiz señaló que, aún sin universidades cerca, sí existen espacios para innovar cuando se observa cómo funcionan las cadenas productivas en cada región. Explicó que hay sectores donde una empresa tractora domina y emplea a mucha gente, pero los encadenamientos –los proveedores y servicios asociados– son débiles o incompletos. Justamente ahí surge una oportunidad: “desarrollar proveedores locales, identificar eslabones vacíos y construir servicios que permitan a las empresas captar desafíos tecnológicos, de gestión o de producción”.

Detalló que esto requiere combinar dos tipos de brechas: las “transversales”, que son comunes a casi todas las empresas (gestión, finanzas, planificación), y las específicas, que dependen del sector y del rol dentro de la cadena. A partir del proceso de rediseño y de los talleres regionales, comenzaron a incorporar capas de servicios más especializadas que responden a desafíos propios de cada región.

Esa nueva mirada implica articular a los Centros Pyme entre sí y con actores sectoriales, para que los servicios ya no respondan sólo a la escala departamental, sino también a prioridades regionales. De este modo, explicó Ruiz, se pueden orientar los apoyos hacia cadenas estratégicas y sectores que cada región haya priorizado en su ejercicio de planificación.

Todas las voces coincidieron en la importancia del proceso, de estimular y sostener diálogos entre mundos que no siempre manejan el mismo idioma. La clave, según García Rosa, está en crear “buenas pistas”, para que los instrumentos realmente “aterricen” donde deben, y en reconocer que cada región necesita respuestas distintas acordes a su madurez, sus capacidades y sus lineamientos.