Sobra originalidad en la antología La paz es cosa de niños, de la editorial Pez en el Hielo. Cuento brasileño circula poco y nada en Uruguay: está la antología de Corregidor, Vereda tropical (2005), aunque, a diferencia de La paz es cosa de niños (2018), no se enfoca en autores contemporáneos. Además, traducir en un país como el nuestro, en el que poca literatura se traduce (y menos se valora como operación crítica, pero eso ya es otra historia), tiene el valor de gesta. Con este marco, de la mediación antológica y traductiva, tareas conexas en la presente obra, surge una noción de corajosa autoría. Y esa autoría es de Gonzalo Baz y Dani Olivar, los editores-traductores, más Eloísa Avoletta en la traducción. Mientras tanto, al corpus de diez textos lo firman Santiago Nazarian, Daniel Pellizzari, Ana Paula Maia, Andréa del Fuego, Daniel Galera, Marcelo Maluf, Michel Laub, Paula Fábrio, Paloma Vidal y Marcelino Freire.
Dejando a Clarice Lispector de lado, cuya recepción va por otros carriles, la literatura brasileña nos sigue siendo ajena. Hispanoamérica y Brasil, como dijo Rodríguez Monegal, son “dos áreas del mundo americano que suelen desconocerse con olímpica desatención”. Igual, el mercado en español no es uniforme. La falta de interés comercial a la que los editores del volumen atribuyen lo poco que Uruguay lee a Brasil pesa. Argentina es otro cantar. Si no, ver el ejemplo de Corregidor y la colección “Vereda Brasil”. Pablo Rocca ha apuntado que nuestro vínculo transpampeano se torna efectivo por amistad y contrabando, al tiempo que iniciativas recientes, como la revista digital Pontis, traducen para afianzarlo. Así, Pez en el Hielo tiende un puente, un traducir como forma más gratificante de leer, como ellos mismos reivindican.
Simpatías y diferencias
En los paratextos de las antologías es común relativizar la representatividad del corpus ofrecido. El prólogo de La paz es cosa de niños se enmarca en esa retórica: “La selección de autores responde a un capricho de los editores, no intenta ser un panorama ni una antología de la literatura brasilera contemporánea” (página 7). Pero todo recorte es una propuesta, aunque más no sea provisoria, contra el marco del repertorio previo, casi nulo. “A la resignación de lo rentable, oponemos nuestro deseo de leer” (página 8), militan los editores (que son también escritores). Llama la atención, sin embargo, que no se hable de cuentos sino de “textos” y “literatura”. Curiosamente, varios nombres de la antología son conocidos, pero como novelistas. Tal es el caso de Ana Paula Maia, con Así en la tierra como debajo de la tierra y De ganados y de hombres; Andréa del Fuego, con Las miniaturas y Los Malaquías; o Daniel Galera, con Manos de caballo. La autotraducida Paloma Vidal, con Más al sur, es la única que circula con relatos por estos lares.
El foco de la antología está en San Pablo. La mayoría de los autores nacieron o viven ahí, y están relacionados con el mercado editorial (autores, editores, traductores). Nacieron en los 70, con la única excepción de Marcelino Freire (1967), y llegaron al buen momento editorial que vivió Brasil con edad como para capitalizar el boom de editoriales, premios y estímulos a la creación y a la traducción. Es más, Laub y Galera ya habían sido seleccionados por Granta como mejores cuentistas brasileños en 2012. Vale apuntar que esa revista incluyó fragmentos de novelas (Antônio Xerxenesky, Vanessa Barbara y Daniel Galera, entre otros), y no sólo cuentos. De alguna forma, eso ya indicaba que en Brasil no se vive el mismo momento editorial del cuento que en el Río de la Plata, y que la novela sigue siendo el género estrella. Justamente, los editores de Pez en el Hielo opinan que varios de los autores antologados “se acercan más como novelistas a lo que se está escribiendo en Uruguay o Argentina, que como cuentistas”.
Los cuentos
El corpus textual de La paz es cosa de niños es bastante heterogéneo. Ana Paula Maia aparece con un cuento que ya había sido publicado en Lento en 2016. Breve y violento, evidencia el estilo seco y descarnado de la autora (economía a la que, aunque en sentidos distintos, los cuentos de Rubem Fonseca y Dalton Trevisan ofrecen antecedentes de peso). Por su parte, “Animales”, de Michel Laub, es una sucesión de apuntes relativos a muertes cercanas que empieza por su perro y se adentra en el desgarro por la muerte del padre. En el medio de esa escritura confesional, delinea paisajes, situaciones y personajes muy gaúchos, todo ese mundo tan cercano a Uruguay, a pesar de que no lo sepamos.
El texto de Paloma Vidal, “Ensayo de vuelo”, gana solidez y densidad a medida que discurre sobre la escritura y los vínculos filiales. Al mismo tiempo, y dentro del racimo de prosa breve, el fragmento de novela “Idiotas extraordinarios”, de Daniel Pellizzari, tiene gusto a poco aprovechado. A ese respecto, es probable que “Tres días”, de Daniel Galera, sea, en su brevedad y destreza, el cuento más redondo del conjunto, el que parece menos una crónica o un ensayo o un fragmento de novela (si es que todo esto no es cuento también).
Otros aspectos
La traducción tal vez sea el único punto débil del proyecto. Si bien se entiende por el carácter colectivo e independiente de la antología, por momentos hace ruido. Se observan algunos excesos de pronombres personales, prescindibles a menudo en la traducción al español; gerundios innecesarios; traducciones literales como “puesto de salud”, que más sería una “policlínica”; construcciones sintácticas ligadas al portugués, como “pero no por eso es que voy a salir” (página 17), y falsos amigos. No obstante, al tiempo que existe un cierto apego a la lengua original y un deslizamiento del texto en español, los traductores tienen cuidado en mantener la extranjería e independencia de los elementos culturales (sin notas casi), en no pasarles la aplanadora.
Por último, cabe destacar que este panorama brasileño establece vínculos con el cuento rioplatense. Baz y Olivar comentan que la prosa más introspectiva de Paloma Vidal y Michel Laub podría tener un correlato uruguayo: “En el momento en que estábamos traduciendo acá se estaba leyendo mucho El hermano mayor, de Daniel Mella, y fue medio inevitable conectar esas narrativas”. Dentro de la línea más imaginativa de Santiago Nazarian, opinan que es una “búsqueda de un híbrido entre el terror y lo existencial (él mismo se dice como un escritor de pos terror o pos horror). Eso recuerda un poco a los cuentos de Mariana Enríquez”. La paz es cosa de niños abrió la puerta. Otras lecturas del Brasil contemporáneo podrían surgir con nuevos gestos de originalidad y corajosa autoría, como el de este volumen. Y ojalá que eso ocurra.
La paz es cosa de niños. Antología de narrativa brasileña contemporánea. Montevideo, Pez en el Hielo, 2018.
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