El concepto de soberanía alimentaria no nació en las universidades. Campesinos y agricultores pequeños y medianos, sin tierra, en 1996 la definieron como “el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, producidos de forma sostenible y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo”. Los protagonistas se encontraban organizados en la Vía Campesina, movimiento internacional que hoy cuenta con millones de integrantes. Ven a la soberanía alimentaria como una forma de justicia social. Sin embargo, las décadas pasaron desde este manifiesto, y el sector académico también se ha interesado en buscar formas alternativas de relacionarnos con la naturaleza.
El lunes 7 de junio se presentó el Grupo de Trabajo de Ambiente y Derechos Humanos de la Cátedra de la Unesco de Derechos Humanos de la Udelar. Mariana Achugar es una de las pioneras de la iniciativa, docente de la Facultad de Información y Comunicación e investigadora. Durante la actividad, preguntó: “¿Quién es un sujeto de derecho?”, “¿es la naturaleza un sujeto de derecho o no?”, “¿cuál es el tipo de vínculo que tenemos entre seres humanos o seres vivos con el ambiente en el que vivimos?”, “¿es algo separado o somos parte de eso?”.
El grupo busca crear una conexión entre la teoría y la realidad local para pensar la relación entre los derechos humanos, derechos ambientales, políticas públicas e investigación. En el lanzamiento se invitó a Marcos Filardi, abogado argentino especializado en derechos humanos y soberanía alimentaria. Forma parte de un número amplio de articulaciones, como el Movimiento para la Salud de los Pueblos y la Unión de Científicos comprometidos con la Sociedad y Naturaleza de América Latina. Actualmente se desempeña como coordinador del Programa de Fortalecimiento Institucional de la Dirección Nacional de Agroecología en Argentina.
25 años pasaron desde el pronunciamiento histórico de la Vía Campesina. Filardi entiende que la soberanía alimentaria se ha consagrado como un “paradigma en construcción”, “antitético” del “modelo de agricultura dominante” o “modelo de agronegocios transgénico”.
Prioridad de estómagos
Filardi planteó que la presencia del modelo de agricultura dominante es clara en Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay y el este de Bolivia. Se relaciona con la naturaleza “como algo ajeno a nosotros”, que se puede “explotar a nuestro antojo” y donde no considera a las personas como parte de “esa trama de vida”. “Comparte con otras actividades una misma raíz extractiva, como la megaminería, el fracking y las represas”, explicó.
Se basa en “la producción de monocultivos de unos pocos commodities, destinados principalmente a la exportación, para ajustarse a la demanda, como meras mercancías”. Utiliza el “paquete tecnológico” de “transgénicos, agrotóxicos y fertilizantes”. Tiene como resultado que la distribución de los alimentos quede “liberada a los juegos de oferta y demanda”. El abogado también manifestó que prima una “alta concentración” en los eslabones de las cadenas agroindustriales, dándole lugar al “hipermercadismo” y “supermercadismo”.
“Estamos destinando tierras o cultivos que podrían estar destinadas a alimentar seres humanos justamente para llenar tanques de nafta o engordar ganado. Los estómagos de los automotores empiezan a competir con los estómagos de los seres humanos”, manifestó Filardi.
Entiende que el “modelo de agronegocios transgénico” ha generado una concentración de las “explotaciones agropecuarias”, una “destrucción de los pequeños y medianos productores” y del trabajo rural. Ante la falta de acceso al trabajo y a la tierra, se profundizó el “éxodo forzoso” de las zonas rurales a las ciudades, generando “la contracara del hacinamiento urbano”.
“Genocida por goteo”
“Argentina ha multiplicado en un 1.500 por ciento el uso de agrotóxicos desde 1996 y estamos en una situación donde se están utilizando 525 millones de litros por año. Somos el país que más agrotóxicos por persona usa en un año”, expresó Filardi. Dijo que el incremento también se estaba dando en Uruguay y que la situación está generando un “verdadero ecocidio” en los territorios.
Al otro lado del Río de la Plata existen los “pueblos rurales fumigados”, donde viven de 12 a 14 millones de personas, según datos que brindó el abogado. Recordó que en 2015 la Organización Mundial de la Salud confirmó que existían pruebas de que el herbicida glifosato podía producir cáncer en humanos y animales. Con la resolución se validó una lucha que los vecinos de los pueblos fumigados daban desde años atrás. “Encontramos hasta tres veces la media nacional del cáncer”, remarcó Filardi. También agregó que se descubrió un incremento de enfermedades neurodegenerativas –autismo, alzhéimer y párkinson–, de enfermedades endócrinas, respiratorias, de la piel, abortos espontáneos y falta de fertilidad.
“El modelo de agricultura dominante es genocida por goteo, estamos sometiendo a nuestros pueblos rurales a condiciones de vida que los están enfermando, que los están matando. No solamente a los pueblos rurales fumigados, también en los pueblos y ciudades”, expresó.
“Cuando se utilizan agrotóxicos en esta cantidad y en esta variedad, terminan en los cursos de agua, en el aire que respiramos y en los alimentos que comemos”, indicó. Señaló que, según una serie de investigaciones realizadas por la Universidad Nacional de La Plata, los agrotóxicos están presentes en el agua de lluvia en la zona de la Pampa húmeda y en la cuenca del río Paraná. Y en el aire. “En San Salvador, en la provincia de Entre Ríos, que es la capital nacional del arroz, uno cuando ingresa ve un polvillo que está en suspensión en el aire. Fue analizado por la Universidad Nacional de La Plata y resulta que tiene cuatro agrotóxicos distintos”, expresó.
Más allá de la sustitución de insumos
El especialista observa que existen sectores que se quieren “apropiar con fuerza” de la agroecología. Entiende que “más que nunca” se presenta la necesidad de “reivindicarla y defenderla” como “práctica, ciencia y movimiento social”. “Va mucho más allá que la sustitución de insumos”, aclaró. Aunque manifestó que para poder concretarse necesita la “voluntad concurrente” de millones de personas, porque el modelo de agronegocios está sostenido por “fuertes intereses económicos” y “muy entrelazados”.
La soberanía alimentaria es un paradigma en construcción. Filardi, al igual que como comenzó la presentación, finalizó con una pregunta: “El gran dilema es: ¿ganancias cada vez más concentradas en menos manos o alimento para todos?”.