“La dimensión urbana sin una variable ambiental fuerte es un fracaso”, sentenció Ignacio Lorenzo, actual director de Limpieza en la Intendencia de Montevideo (IM). El arquitecto dijo a la diaria que cuando una ciudad se planifica, tiene efectos por al menos 100 años y sobre estos enfoques desarrolló su carrera. En la década pasada, fue asesor en Adaptación al Cambio Climático y más tarde ‒en 2016 hasta que terminó el período de gobierno del Frente Amplio‒ fue director de Cambio Climático, repartición integrada en aquel entonces al Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente.

Teniendo en cuenta la relación entre el ordenamiento territorial y el medioambiente, ¿qué opina de la separación del Ministerio de Ambiente y el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial?

Tengo una lectura mixta. Por un lado, es muy positiva la existencia de un Ministerio de Ambiente, es una responsabilidad política específica, ayuda a que la agenda avance, en ese sentido me parece una muy buena solución. En la conformación anterior teníamos la idea de tener una visión mucho más integrada: la dimensión ambiental, urbana, territorial. Tenemos al 90, 95% de los habitantes en ciudades, y hay grandes vulnerabilidades desde el punto de vista socioeconómico, territorial; también están las áreas costeras. Era un buen enfoque para trabajar la vulnerabilidad y la adaptación, nos permitía trabajar en una acción transversal: cambio climático, ordenamiento territorial, medioambiente, vivienda. Al separarse el Ministerio, esa facilidad de tener un gabinete toda la semana y tener esas agendas tan consolidadas… Lo tendrán que decir las autoridades actuales, pero imagino que no debe ser lo mismo. Tiene que haber un Ministerio de Ambiente con autoridad política, pero el Ministerio de Ambiente no trabaja de forma autónoma, trabaja en una acción que debe permear otras áreas políticas sectoriales: la de transporte, la de industria, la de energía. En esa interacción se juega el partido.

Cuando estaba en la Dirección de Cambio Climático, ¿cómo fue el relacionamiento con el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca?

El sector agropecuario es un sector particularmente vulnerable, tiene toda su agenda de adaptación claramente consolidada y una enorme vulnerabilidad, está expuesto al clima, tanto para bien como para mal. Cuando pega, pega muy fuerte y le pega a toda la cadena de valor: empleo, producto, en alguna ciudad del interior tenés sequía y tenés una temporada mala para todo. La mitigación es otro tema. El sector agropecuario en Uruguay ‒prácticamente es un caso único en el mundo‒ es el principal emisor [de gases de efecto invernadero]. Generalmente es el sector energético, y en algunos países de América Latina el sector forestal. En el caso de Uruguay se explica por las bajas emisiones del sector energético y también, como ya sabemos, tenemos más vacas que personas, y eso implica emisiones de metano y óxido nitroso. No sólo tenemos que atender los temas de adaptación y vulnerabilidad al cambio climático, sino también el Acuerdo de París, que implica metas cada vez más progresivas en materia de mitigación. En la política internacional, Uruguay debe ir con una voz, por supuesto, muy discutida a la interna, pero con una voz.

¿Notó reticencias por parte de algunos sectores del agro para avanzar hacia la mitigación?

Bueno, ahí surge una pregunta fundamental: ¿cuál es la visión estratégica para la producción agropecuaria en Uruguay?, ¿es sobre la cantidad y pase lo que pase, o es sobre la calidad, incluyendo la calidad ambiental? Acá hay una oportunidad de negocio, una oportunidad de generar que el dólar por kilo valga más. Ese es el camino que se debe tomar, además de los beneficios que va a traer desde el punto de vista económico, hay beneficio de primera mano en tener un ambiente bueno, que dure.

En los próximos años la adaptación climática va a tener un rol fundamental. ¿Cuáles son los principales desafíos?

Uno es la capacidad y el fortalecimiento, tiene que ver con la proyección que puede tener el Ministerio [de Ambiente] hacia adelante: los cuerpos técnicos, la cantidad de funcionarios, la calidad de sus funcionarios. En temas ambientales necesitamos gente que tenga estudios superiores, maestrías, posgrados, implica un enfoque particular del conocimiento. El otro desafío son los elementos de inversión, como puede ser el tema bosque nativo, cómo puedo ampliar las áreas protegidas, el desarrollo de innovaciones tecnológicas que me permitan ir hacia soluciones más verdes, también el monitoreo. El monitoreo es muy costoso, calidad del agua, ríos, en la costa, calidad de suelo, monitoreo de aire, eso implica costos importantes. Necesariamente implica un nivel de inversión alto, pero es fundamental. Buenísima la responsabilidad política, pero el Ministerio de Ambiente tiene que tener el músculo para poder llevar adelante todo el marco de políticas que existe.

¿Qué opina sobre el impuesto al CO2 que se plantea en la Rendición de Cuentas?

A priori parecería ser positiva la incorporación de herramientas económicas asociadas a las emisiones. Creo que el mundo va para ahí, es apropiado que Uruguay tenga esa discusión. Entiendo también que se plantea como un elemento asociado al tema de biocombustible [eliminación de la obligación de mezclar biodiesel], hay que ser muy cuidadosos en la lectura. Tiene que entenderse de manera integral y que, en cualquier escenario, estemos hablando de una baja real de emisiones. Sea el instrumento que sea, una política económica activa o un instrumento económico que toque al mercado, si el objetivo es la reducción de emisiones, debe lograrse. Es muy importante tener las proyecciones, los datos, la sustancia, la herramienta que logre el objetivo. Parece interesante que Uruguay quiera incorporar herramientas económicas a las emisiones.

La IM apostó al concepto de cambio cultural en materia de ambiente. ¿En qué consiste esa apuesta?

Cambio cultural es un concepto que viene desde hace años; cuando pensamos en los residuos, es esto que no hemos podido transformar, y el cambio cultural surge como un elemento sumamente estratégico. No es un cambio cultural de libro, de manual o de clase; es desde la práctica, hechos concretos materiales que están alrededor tuyo y cómo esos hechos e incentivos se relacionan con tu comportamiento, con la forma en que te relacionás con la sociedad y el espacio público.

¿El retiro de papeleras es una medida en este sentido?

En realidad, es una primera experiencia en cinco plazas: Pepe D’Elía, Argentina, Federico Chopin, Plaza de la Democracia y el parque Santa Mónica. Se dan una serie de acciones en conjunto; la primera y más notoria es el retiro de las papeleras. La segunda es que los contenedores de residuos no estén sobre la plaza o en frente. La tercera es una acción de presencia casi permanente, de equipos de limpieza. Buscamos invertir la relación de responsabilidad, incentivar la acción conjunta, colectiva.

¿Por qué se tomó esta medida?

Hay un mal uso de los recipientes y en algún caso, como en la plaza Democracia, en casi todos los postes hay una papelera, prácticamente cada tres, cuatro pasos. Es una de las plazas más sucias. La solución siempre era: “Está más sucio, bueno, ponemos una papelera más”. Acá es al revés, lo que hay que cambiar es el comportamiento, la forma en que me relaciono con el espacio público y también la idea de que no haya un recipiente sin custodia. El gran mensaje es que hay una responsabilidad sobre los residuos y que la primera responsabilidad es de la persona que visita y que quiere ese lugar limpio.

¿Se piensa incrementar la fiscalización?

Estamos trabajando en una redefinición del rol del cuidaparques. Ellos ya tienen el rol de fiscalización, de monitoreo, de ordenamiento y del uso adecuado de la plaza. A nosotros nos interesa, sin dejar de lado las responsabilidades que hoy ya tienen, agregarles otras. Deben tener capacidad de diálogo para transmitir la idea a quienes visitan la plaza de que ese espacio y su cuidado es de todos. Otro enfoque tiene que ver con un trabajo proactivo con los vecinos y vecinas, para ir construyendo el concepto nuevo. Además de los aspectos más punitivos, que son parte esencial de la estrategia, también hay una apuesta muy grande a un elemento constructivo. Si hay comportamientos inadecuados, por supuesto van a haber multas, está dispuesto en la normativa hace años.

Los basurales también son una problemática importante.

A veces vemos basura afuera de un contenedor, eso no es un basural. Los basurales son un problema endémico, de gran magnitud, generalmente tiene que ver con lugares donde se hace un vuelco informal. Estamos trabajando en fortalecer una red de monitoreo con GPS y geocercas para poder identificar si hay vehículos que hagan transporte de residuos y que estén volcando. Fiscalización, multas y si hay un vehículo que esté registrado formalmente, el registro puede ser retirado.

También hay procesos de descarte y clasificación informal: las cosas valiosas se venden, pero el descarte se tira, a veces al costado de un arroyo, y va creando basurales. Nosotros tenemos un equipo dentro de la IM que trabaja específicamente en el tema, los tiene mapeados y hace un seguimiento diario. En algunos casos se ha logrado revertir y en algunos casos se vuelve permanente. Hay que trabajar mucho en las causas, si hay un proceso de descarte informal hay que trabajar con los clasificadores para que hagan un descarte ordenado, colocando los residuos en una volqueta. Hay de diferentes características, los más críticos son los que llegan a los cursos de agua.

¿Qué pasa con los residuos electrónicos?

Está mencionado en la ley de residuos [Ley 19.829], es uno de los puntos que tiene que reglamentar el Ministerio de Ambiente. La IM está trabajando con el Ministerio en ese proceso de reglamentación y en la posibilidad de iniciar alguna experiencia piloto en Montevideo para manejar los residuos electrónicos. Una opción puede ser que además de los electrodomésticos más grandes, se puedan también considerar algún tipo de electrónicos. No necesariamente para ponerlos en uso de vuelta, pero sí para hacer una separación de algunos materiales que pueden ser reutilizados. Estamos conversando. Implica un nuevo principio de responsabilidad extendida del generador. Por ejemplo, cuando uno compra una computadora ya debe tener incorporada una solución de disposición después del uso. No es “después vemos que pasa”, sino que tiene que haber un sistema. Como hoy ya pasa con los neumáticos: por cada neumático que entra en el mercado, hay otro que sale y tiene que ir a un sistema en el cual se pica y se usa para generación energética o se usa para otro tipo de material.

¿Cómo es la relación con el Ministerio de Ambiente?

Nosotros estamos trabajando muy bien, tenemos una instancia de reunión por mes. Sistemáticamente vamos viendo toda la agenda en materia de residuos. Estamos construyendo la reglamentación a nivel nacional, y una reglamentación departamental especial asociada, que pasa en primer lugar por establecer la clasificación en el ámbito comercial también. Hoy en día, algunos comercios hacen clasificación, pero otros no, la idea es uniformizar todo el país, en particular Montevideo.