Por la ruta 8, a 70 kilómetros de Minas, Lavalleja, entre campos y sierras, se encuentra Mariscala, una localidad con 1.600 personas. Es un pueblo pequeño, en donde las oportunidades de empleo son escasas, en especial para las mujeres. Dispuestas a afrontar esa dificultad, un grupo de seis mujeres comenzó a reunirse hace un año y medio para pensar y debatir algún proyecto laboral para desarrollar en conjunto. Después de barajar algunas posibilidades y descartar otras, encontraron una oportunidad recorriendo las calles de Mariscala: recolectar los envases plásticos y venderlos, con el componente adicional de “hacer algo” por el pueblo y el ambiente, contó Lilian a la diaria. Así surgió Emprendedoras Mariscala, una iniciativa que empezó a pasos pequeños y hoy es destacada por autoridades locales y nacionales.
Miriam, Lilian, Andrea, Paula, Victoria y Katia son las encargadas del proyecto desde el inicio. “Somos seis mujeres de distintas edades y muy diferentes en muchas cosas, pero con un objetivo común: lograr que Mariscala esté libre de plástico”, sostuvo Lilian. El siguiente objetivo, mucho más ambicioso, es extender su emprendimiento a toda Lavalleja y encontrar un destino productivo para los plásticos que terminan en la basura.
Poner en marcha el proyecto fue la parte más difícil. La primera tarea fue difundir la propuesta entre vecinos y vecinas de Mariscala e invitarlos a empezar a clasificar los residuos en sus casas. Por un lado, conservar los plásticos, y por otro, desechar el resto de la basura en los contenedores comunes. “Hicimos una semana de trabajo piloto en la que dialogamos con los vecinos, creamos redes sociales del emprendimiento y así la gente nos fue conociendo y sumándose”, contó Andrea. Con el éxito de la primera semana, decidieron continuar.
Lo siguiente fue pensar formas de facilitar a los mariscalenses la clasificación de residuos. En ese sentido, pensaron en colocar lugares de depósito específicos para los plásticos y otros materiales reciclables. Para conseguir recipientes lo suficientemente grandes para las botellas, recurrieron a una empresa forestal que trabaja en la zona. Plantearon su idea a los empresarios y estos decidieron apoyarlas con una donación de 11 tanques en desuso para usar como contenedores, que luego repartieron en diferentes lugares del pueblo. Hoy, gracias a donaciones de otras empresas, los “puntos verdes” (como las emprendedoras llaman a los depósitos de residuos) son alrededor de 20.
Recolectar y almacenar
Al principio, las emprendedoras se encargaban de pasar entre una o dos veces por semana por cada uno de los “puntos verdes” y levantar los plásticos, en un vehículo propiedad de una de las integrantes. Sin muchos recursos, el trabajo era fundamentalmente manual: “aplastábamos las botellas con los pies para quitarles el aire” y trasladarlas, señaló Lilian.
A medida que la cantidad de plástico y los lugares de recolección fueron aumentando, la tarea se hizo más difícil y para agilizar el trabajo se pusieron en contacto con otras empresas para conseguir materiales. Ecopet, una empresa que se dedica a reciclar envases plásticos, les proporcionó una máquina para compactar las botellas y poder almacenar el plástico pronto para vender. La misma empresa aportó aros de soporte para bolsones de basura para generar otros “puntos verdes”.
Más puntos de recolección también significaron dificultades logísticas. Tras quedarse sin el vehículo particular que utilizaban para recorrer el pueblo, el grupo recurrió al gobierno local por asistencia. El Municipio de Mariscala se puso a disposición para juntar los residuos una vez por semana, y además les facilitó un depósito que estaba en desuso para almacenar los plásticos. De todas formas, aún hay días en que las mujeres siguen asumiendo las tareas de recolección, sobre todo en los lugares donde no hay basureros específicos y los vecinos y vecinas se comunican con las emprendedoras para que pasen a retirar los plásticos por sus casas.
Uno de los objetivos más inmediatos de las emprendedoras es aumentar la cantidad de puntos de deposición de materiales reciclables para que más personas puedan sumarse a la propuesta y disminuya la cantidad de plástico que llega al vertedero. “Se va mucho plástico y cartón al basurero. Entonces también hacemos visitas allí, una o dos veces por semana, y sacamos entre 50 o 60 kilos más de plástico cada vez que vamos”, sostuvo Lilian.
“Mariscala es muy limpio comparado con otras localidades y ciudades. Quienes vienen quedan encantados con la limpieza, pero hay trabajo que hacer. Además, tenemos muy cerca el vertedero a cielo abierto, que puede verse desde la ruta”, dijo Andrea. Eliminar el vertedero o mejorar sus condiciones es otro de los propósitos de Emprendedoras Mariscala. Para las mujeres es posible lograr que a través del reciclaje y una mejor gestión de los residuos, llegue menos basura al vertedero y “que en algunos años no esté más allí”, pero sobre todo por la salud de “las personas que viven en sus inmediaciones, la contaminación del agua, del suelo y todo el ambiente”, planteó Andrea.
Una oportunidad
Los ingresos que reciben las mujeres por el plástico que venden lo invierten en el crecimiento del proyecto. “No es mucho el dinero que recibimos por la cantidad de gente que vive en Mariscala”, comentó Andrea. Cada seis meses venden alrededor de 1.500 kilos de plástico. Los plásticos de botellas los venden a Ecopet, el cartón lo trasladan a Minas y lo venden allí. El resto de los plásticos los mantienen almacenados para reutilizarlos. Aún no está definido cuál será el destino de esos materiales. Si bien recibieron la donación de una máquina picadora de plástico, no la están utilizando aún por la falta de recursos económicos para concretar proyectos, sostuvo Lilian.
El dinero lo invierten en viajes a ciudades o localidades cercanas para difundir su emprendimiento y lograr que se replique en esos espacios. De hecho, en varios lugares ya lo están haciendo: en Pirarajá, Aiguá, Treinta y Tres y Colón también se desarrollará un proyecto similar, expresó Lilian.
Con el crecimiento progresivo del proyecto las mujeres aspiran a que esta tarea pueda transformarse en su fuente de trabajo formal, pero sostienen que para eso es necesario mayor apoyo de las autoridades competentes. Lilian comentó que varias autoridades del gobierno nacional visitaron Mariscala y destacaron el proyecto. En particular, recordó la visita del subsecretario del Ministerio de Ambiente, Gerardo Amarilla, el 18 de junio de este año en el marco de la inauguración del primer Centro de Acopio de materiales para reciclaje en Mariscala. En esa oportunidad, Amarilla dijo que el proyecto Emprendedoras Mariscala es “un símbolo y un ejemplo para todo el país”, de acuerdo a un video publicado por el ministerio.
“Queremos hacer más por el pueblo. Queremos organizar todo el tema del reciclaje, no sólo encargarnos de las botellas, sino reciclar todo lo que sea posible y seguir impulsando una conciencia de autogestión de residuos”, apuntó Lilian y afirmó que las seis mujeres están capacitadas para hacerlo. Pero para lograrlo señaló que es necesario el compromiso del gobierno departamental y municipal. “Nosotras solas no podemos. Tenemos un tope, pero si la Intendencia de Lavalleja nos diera un sueldo por este trabajo podríamos avanzar mucho más”, agregó.
Cambio cultural
Los cambios culturales y de pensamiento van a un ritmo distinto que los cambios y las exigencias de la realidad. La crisis climática es una emergencia evidente y así lo entienden las Emprendedoras Mariscala, y aseguran que todo aporte suma a un cambio necesario por la conservación del territorio que habitamos y repercute a nivel general. “Me importa Mariscala, pero también cada lugar, porque formamos parte de un todo. Si esto se hace acá y en más lugares, va a haber mayores efectos positivos”, manifestó Andrea.
En ese sentido, el grupo de mujeres realiza jornadas de limpieza comunitarias en espacios donde se concentra la basura y organizan charlas en centros educativos en diferentes localidades para fomentar el reciclaje y concientizar sobre la conservación del ambiente. Las actividades en escuelas y liceos se vieron afectadas por la pandemia de covid-19, pero de a poco se están retomando. El viernes 16 de agosto de este año realizaron la última visita a la escuela. Junto a los alumnos de sexto año elaboraron tres pacas biodigestoras -una herramienta que permite la gestión integral de residuos orgánicos y la degradación biológica de la materia orgánica hasta generar abono. “Se puede reciclar todo: pasto, ceniza, los árboles que se chipean, hojas”, explicó Lilian.
“Hemos notado un cambio en las personas, pero aún falta mucho más. Hay un cambio sobre todo en los niños y niñas, en cómo se involucran y comprometen con el territorio y llevan esos conocimientos sobre reciclaje y otras prácticas amigables con el medio ambiente a sus casas. Quizás es a los adultos a quienes nos cuesta más cambiar las prácticas habituales, pero los niños y niñas lo tienen más incorporado y están marcando territorio con esto”, comentó Andrea.
Este proyecto también significó para el grupo un cambio a nivel personal. “El impacto es muy grande. Es un aprendizaje para nosotras y a la vez creo que cada una de la seis estamos dejando una enseñanza. En mi caso al menos a mis hijos”, señaló Andrea. Luego de la jornada de elaboración de pacas digestivas en la escuela, Lilián se cruzó en la calle con un niño, que la miró y le dijo: “Yo sé quién sos, sos de las Emprendedoras”, y fue en ese momento que Lilian pensó: “Algo hice”. Es una “satisfacción plena”, expresa, y siente orgullo de que el grupo sea identificado como “cuidadoras del medio ambiente”.