Sharm El Sheikh es el nombre de la ciudad egipcia donde tendrá lugar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) este año. El balneario turístico, donde los efectos de la crisis parecen camuflarse, recibirá a gobernantes, empresarios, científicos e integrantes de organizaciones no gubernamentales. Las negociaciones comienzan el domingo y se extenderán hasta el 18 de noviembre. Como en cada una de estas instancias, el foco estará en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, las medidas de adaptación y mitigación y el cumplimiento de la financiación climática. Recordemos que 13 años atrás, durante la conferencia en Copenhague, las economías más poderosas se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares anuales para asistir a los países más vulnerables. La promesa no se cumplió. Los datos más recientes muestran que en 2019 se otorgaron apenas 79.600 millones. Mientras tanto, la temperatura de la superficie global y las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando.

En este contexto, se crea la iniciativa Llamado de Parlamentarios por un Futuro Libre de Combustibles Fósiles, integrada por más de 220 legisladores de América Latina, Asia, Oceanía, Europa y América del Norte. Buscan “poner fin a la nueva expansión de la producción de petróleo, gas y carbón” y eliminarlos “gradualmente” de forma “justa y equitativa, teniendo en cuenta las responsabilidades de los países en el cambio climático”. También se comprometen a llevar adelante “políticas y planes transformadores” que garanticen el acceso a las energías renovables y adoptar “presupuestos nacionales y políticas fiscales que apoyen una transición rápida”.

Por supuesto, también se reclama la “entrega oportuna y adecuada” de financiación climática para los países más vulnerables y se exige que “no genere endeudamiento” y que se conciba como “parte de las obligaciones de los países ricos e industrializados para hacer frente al cambio climático”. Un punto importante a tener en cuenta es que para unirse a la iniciativa basta con sólo firmar la carta donde se presentan estos postulados. Por parte de Uruguay figuran en el compromiso los diputados del Frente Amplio (FA) Martina Casás, Nelson Larzábal, Gabriela Barreiro, Dayana Pérez y Liliana Galán, el diputado del Partido Ecologista Radical Intransigente, César Vega, y el senador de Cabildo Abierto Raúl Lozano.

Sin dudas, cada región sufre las consecuencias del cambio climático antropogénico de manera particular. Para aunar esfuerzos, parlamentarios de América Latina y el Caribe e integrantes de la iniciativa se reunieron en Bogotá, Colombia. La instancia tuvo lugar en octubre y participaron representantes de Perú, México, Chile, Uruguay, República Dominicana, Costa Rica y Colombia. Allí elaboraron una carta que presentarán durante la COP27. De los siete legisladores uruguayos firmantes del compromiso, sólo Casás estuvo presente.

la diaria pudo acceder a la misiva que se leerá en la conferencia, donde los legisladores muestran preocupación por “el sufrimiento que han generado y generarán los distintos eventos climáticos que ya estamos viviendo”. “Nuestros sistemas alimentarios, la seguridad, la salud y la economía penden de un hilo si como líderes no tomamos medidas contundentes frente a la acción climática”, afirman. Cuentan que movilizarán, junto con sus equipos, “todas las formas posibles para eliminar los subsidios a las industrias del petróleo, gas y carbón” y se comprometen a persuadir a sus gobiernos para que frenen “toda licencia de expansión de estas industrias”. Hablan de greenwashing –ecoblanqueo, en español– y la responsabilidad de apartarse de “narrativas que quieren hacer pasar las malas prácticas como buenas o necesarias”. También aseguran que harán “evaluaciones y control político a nivel nacional que presione a los gobiernos y empresas a tomar acciones más decisivas para la transición energética”, aunque admiten una “responsabilidad diferenciada” de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, “deberá haber un apoyo de quienes más tienen”.

“El consenso científico es claro: la crisis climática es causada principalmente por las actividades humanas y el sistema de desarrollo global basado en petróleo, gas y carbón. Históricamente, del total de las emisiones de dióxido de carbono, 80% están asociadas directamente a estas fuentes de energía”, resaltan los parlamentarios. Enseguida, alertan que es “urgente” tomar medidas “si queremos reducir las catástrofes y daños irreversibles que pongan en riesgo nuestra posibilidad de habitar un planeta seguro”. Casás comenta a la diaria que, además de los participantes de la reunión en Bogotá, se siguen sumando nuevas firmas. A su vez, menciona que próximamente le comentará de la iniciativa al ministro de Ambiente, Adrián Peña. Casás es licenciada en Ciencias Biológicas, tiene 28 años, integra el Nodo de Ambiente del FA y es de las diputadas más jóvenes del Parlamento. Piensa que en la actualidad existe una “crisis de la imaginación, de cómo desarrollarse productivamente sin desmedro de los recursos naturales”. “Yo no sé si tengo la solución, pero tendríamos que desafiarnos”, dice.

Trabajás con temáticas vinculadas a ambiente, ciencia y tecnología. ¿Cómo fue comenzar en la política vinculada a estos temas? ¿Pensás que tienen la importancia suficiente en la agenda de Uruguay?

Yo militaba en la Federación de Estudiantes [Universitarios del Uruguay] por la Facultad de Ciencias. Siempre fui del Frente Amplio, nunca me sectoricé. En 2018, cuando vi la candidatura de Mario Bergara, me pareció interesante sumarme. Entendía que el Frente Amplio necesitaba trabajar los temas ambientales y me incorporé para poder hacerlo.

Es un tema que siempre queda relegado. Si medís cuáles son las preocupaciones de la población siempre están la seguridad, el trabajo, y lo ambiental siempre queda para el final. Los políticos ahora entienden que está bien hablar de estos temas, pero no suelen ponerles el peso que tienen que tener en este contexto. A Uruguay le va bastante bien respecto de otros países, pero no ha sido el fuerte en su agenda. Pese al lema “Uruguay natural”, teníamos contradicciones. A mí me parecía que faltaba una vuelta de rosca. Además, es un tema que se apropia cualquiera fácilmente. Está bien decir que hay que proteger los recursos naturales, pero termina siendo un discurso fácil para cualquier espectro político. Yo tengo una visión de justicia ambiental y social, que no son patrimonio de la izquierda, pero me parece que es una forma de pensar un proyecto de país diferente.

¿El FA está trabajando para darle más visibilidad a la problemática?

Hay una unidad temática de ambiente, que trabaja en la construcción del programa. Están trabajando en el concepto de la transición ecológica justa. Queremos empezar a pensar en una producción sostenible, más verde, con una huella de carbono baja. Son desafíos del desarrollo y estamos trabajando en conjunto. Antes, cada unidad temática trabajaba en su tema y no se miraba de forma transversal: agro en sus temas, industria en sus temas, ambiente en sus temas, y no se tocaban. Entonces, capaz que leías el programa del Frente Amplio y podías encontrar ciertas contradicciones. La idea de ahora es que no las haya y pensar juntos.

En las últimas elecciones latinoamericanas la cuestión ambiental ha sido central en las campañas, principalmente en el discurso de la izquierda. Lo vimos con Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y Lula da Silva en Brasil. ¿El FA va por el mismo camino para 2024?

Yo creo que sí. Desde el cambio climático hasta las cuestiones de deterioro ambiental han tenido protagonismo. La gente se dio cuenta de que hay dos caminos. No podemos seguir desarrollando los países como venimos: explotando los recursos naturales, con extractivismo y aumentando las brechas de desigualdad. La ciencia ya lo ha demostrado, tenemos que incorporar una perspectiva diferente. Pasarlo a la política siempre es un poco costoso, pero está siendo un tema central el cómo desarrollar los países. El cambio climático no es algo del futuro, lo estamos viviendo ahora. Creo que se entendió, cosa que antes no, se veía como que nos iba a pasar más adelante, en 2030, 2050. Pero, en realidad, son las metas que tenemos que cumplir a 2030, 2050, Mientras tanto, las consecuencias se están viviendo.

¿Cómo te sumaste al Llamado de Parlamentarios por un Futuro Libre de Combustibles Fósiles?

Cuando sale la candidatura de Gustavo Petro, ellos tenían un compromiso para que el combustible de su economía no fuera fósil y tratar de minimizar su explotación. En ciertos países les vendieron que la explotación de combustible fósil era la forma de desarrollarse. Pasó en Venezuela, Colombia. En Colombia tenían la plataforma de acción en ese sentido, y nos llegó una carta de parlamentarios para apoyarlos. Estaba dirigida a todo el mundo, se inició en Asia. Los países de Asia, América Latina y el Caribe, en general, somos los que menos contribuimos a la emisión de gases de efecto invernadero, pero vamos a ser los más afectados. Somos los que tenemos mayor población vulnerable, la mayoría de nuestra infraestructura y poblaciones se encuentran en sistemas costeros, eso implica que cuando aumente el nivel del mar nos vamos a ver afectados. Hace poco hicimos un primer encuentro interparlamentario de América Latina y el Caribe en Bogotá. Logramos un mensaje para llevar a la COP27. La idea es que se sumen más representantes; es la primera vez que se juntan los parlamentarios en la COP, generalmente van los poderes ejecutivos.

¿Por qué te sumaste?

Todos los parlamentos del mundo están muy avejentados. En Uruguay el promedio de edad es de 51 años. Cuando hablás de estos temas, hay menor sensibilidad porque no van a sufrir un décimo de lo que van a sufrir las próximas generaciones. Es importante la perspectiva generacional y de género.

Hay que tratar de hablar en lenguaje transparente. Yo creo que al cambio climático y los temas ambientales se los explica en difícil y no es tan complicado. Es sencillo de contar qué lo produce y cómo nos afecta. Lo que pasa es que a la hora de los intereses es mucho más fácil ocultarlo con algunos términos. A mí me molesta mucho que se piense que la palabra “natural” hace las cosas buenas. Por ejemplo, el gas natural. Es un combustible fósil que emite gases de efecto invernadero y tiene impactos ambientales en su explotación. ¿Cómo el “combustible de la transición ecológica” puede ser el gas natural? A eso se le llama greenwashing: hacer pasar por verdes cosas que no son verdes. La economía “verde” de los bonos de carbono no es verde para nada. Genera que los países sigan emitiendo gases de efecto invernadero, pero compran bonos para neutralizar lo emitido, pero lo están emitiendo. Las conferencias de cambio climático tienen mucho de buscar alternativas que del todo no son verdes y no van en el sentido de la velocidad que tenemos que tener para evitar llegar a los dos grados de calentamiento.

Un punto que llama muchísimo la atención es que en el Acuerdo de París las palabras “combustible fósil”, “carbón” y “petróleo” no aparecen. Está demostrado científicamente que son los que producen el cambio climático, los que tienen mayor contribución. En el acuerdo no se menciona ni una sola vez lo que lo produce.

En junio, Ancap anunció que las empresas petroleras Shell, el Grupo APA y Challenger Energy comenzarán con la búsqueda de hidrocarburos en nuestra plataforma marina. En el llamado de parlamentarios se hace hincapié en persuadir a los gobiernos para que frenen “toda licencia de expansión de estas industrias”. ¿Pensás tomar alguna medida legislativa en este sentido?

En Bogotá hablé con un parlamentario de Costa Rica, quien me contó que ellos están trabajando una moratoria de la prospección de hidrocarburos. Me parece que Uruguay tiene que ir por ahí. Además, no tenemos una ley sobre cambio climático, que estaría bueno tenerla. Mi intención es trabajarla. Pero las moratorias me parecen importantes. Uruguay ha desarrollado su matriz energética renovable y, si todo el mundo se va a intentar descarbonizar, no entiendo cuál es la necesidad de hacer una prospección de hidrocarburos. Cuanto más se explore, más chances tenés de encontrar.

Yo le pondría muchas más fichas al hidrógeno verde; supuestamente es el commodity del futuro y nuestro país tiene todas las condiciones para explotarlo. Tiene un montón de riesgos de soberanía, pero me parece que es por ahí, si ponés medidas para regularlo, para que tenga un valor agregado a nivel país, para que lo podamos usar en el transporte de carga, generar fertilizantes y, además, exportarlo como commodity.

Yo no apostaría a la exploración y prospección de combustible fósil, trataría de desarrollar esta otra línea y ser uno de los pioneros. Pioneros porque el hidrógeno verde todavía no tiene un valor de mercado. A los primeros que se tiren al agua les va a salir caro y tiene sus limitaciones. Me parece que ir por la senda contraria [con la búsqueda de hidrocarburos] es ir a contramano. Al hidrógeno verde le tengo confianza según cómo lo agarremos. Las empresas públicas tienen que tener un gran peso, tendría que ser competencia de UTE y Ancap. Tenemos que convertir muchas fuentes de trabajo. El tema es que, por el tamaño de las primeras inversiones, parece que todo va a ser de privados. Ahí tenemos un problema de soberanía, pero es cuestión de voluntad política y regulación. Para mí es una opción de desarrollo que tenemos, aunque también tiene sus implicancias. Hay que avanzar con mucha cautela y tiene que haber un acuerdo entre todos los partidos, como con el cambio de matriz energética. De verdad que hay que admitir que es una de las soluciones verdes, aunque nunca va a ser la panacea.