La situación regional climática de sequía y escasas lluvias, ocasionada por el fenómeno de La Niña, afectó los sistemas naturales de todo Uruguay. Consultados al respecto, diversos investigadores y trabajadores explicaron la incidencia en la flora y fauna de los ecosistemas durante estos últimos tres años y alertaron que esta realidad podría ser más regular.

Pasto

Gervasio Piñeiro, ingeniero agrónomo de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Udelar) y parte del grupo de Ecología del Departamento de Sistemas Ambientales, conversó con la diaria sobre la afectación de la sequía a los sistemas agropecuarios y explicó que en esta ocasión la sequía está vinculada al efecto de La Niña, que se trata de una “oscilación climática normal” en la que se alternan períodos de El niño y La Niña. “Hay años que son más Niño y otros más Niña”, expuso.

También señaló que “el cambio climático, generado por causas antrópicas, está aumentando la regularidad con la que se dan eventos extremos”, motivo por el cual el ingeniero agrónomo adelantó que se espera “que estos eventos de sequía o de inundación van a ser más frecuentes”.

Piñeiro es integrante del grupo de Ecología de los Pastizales, que involucra a investigadores de Argentina, Uruguay y Brasil. “Con ellos tratamos de mirar todo el bioma, toda la vegetación, independientemente del país en que esté”, aseveró.

Es común que trabajen con imágenes satelitales, con foco en la productividad de la vegetación. “Esta sequía afectó a los campos estudiados, que en estos años tuvieron entre 23% y 25% menos de producción de pasto de lo que tienen normalmente. Es un sacudón para la producción ganadera”, afirmó el ingeniero agrónomo.

Piñeiro además sostuvo que, a diferencia de “los animales nativos, que en un contexto de sequía, se mueven bastante y es probable que se acerquen a los cursos que todavía tienen agua o a lugares para refugiarse”, el ganado “está limitado por los alambrados y a veces se ocasionan muertes porque se quedan sin agua”.

Suelos

El geólogo y profesor agregado del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias de la Udelar Claudio Gaucher explicó a la diaria que en “estos tres años de sequía, en los que hubo menos precipitaciones, se evidenció la vulnerabilidad de nuestras aguas superficiales”. Gaucher sostuvo que como actualmente el fenómeno “afectó áreas metropolitanas, generó más concientización en la gente, pero hace años que en el interior se viene arrastrando el déficit hídrico”. De hecho, se declaró emergencia agropecuaria por sequía en octubre de 2022 y se extendió hasta setiembre de este año.

Respecto de cómo afecta los suelos este fenómeno, Gaucher se mostró positivo: “Así como pierden agua, pueden recuperarla sin demasiados daños”. Es más fácil que se recuperen los campos que los embalses de agua, ya que, a su entender, “recuperar los 60 o 70 millones de metros cúbicos de agua de Paso Severino va a llevar un tiempo, por más que empiece a llover de forma constante”.

Si bien es menor el tiempo que tardan en recuperar la humedad los suelos que lo que tardan en recargarse los embalses, también afirmó que los acuíferos han reportado descensos en el nivel de agua en aquellas zonas en donde son muy explotados. No obstante, Gaucher auguró un mejor panorama de precipitaciones: “Las lluvias deberían llegar, porque ya el fenómeno de La Niña terminó y estamos en una etapa neutra y pasando a una etapa de El Niño, que en Uruguay se traduce en abundantes lluvias”.

Relevamiento de áreas protegidas

Con foco en la flora y la fauna autóctonas, la diaria hizo un relevamiento con guardaparques de distintas zonas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) para conocer los efectos de la sequía en territorio.

Desde la laguna Garzón, Ramiro Pereira, biólogo y guardaparques del área desde hace cinco años, lamentó que no haya ningún estudio sobre el efecto de la sequía en el país. “Desde nuestro lugar de trabajo podemos ver que hay más cisnes de cuello negro que otros años, pero capaz que no es a causa de la sequía, sino que ocurrieron eventos multicausales”, detalló al argumentar que existe un alto margen de error si nos basamos en la experiencia directa y no en estudios diseñados específicamente.

En el verano, cuando se registró “el momento más maduro de la sequía en la zona”, Pereira contó que “se observó un impacto muy fuerte en la flora, sobre todo en las acacias, que son una especie exótica invasora pero que está presente en toda la costa de Uruguay debido a que se plantaron para fijar las dunas”. Frente a esta situación, valoró que la reducción de esa población no es del todo mala ya que “compite por espacio y nutrientes con otras especies nativas de plantas”.

La laguna Garzón se comunica con el océano Atlántico mediante una barra arenosa que se abre esporádicamente. “En general, sucede un par de veces por año, y el año pasado solamente se abrió una vez. Podría haber pasado que la salinidad de la laguna bajara y entonces la laguna esté más dulce que otros años”, narró Pereira. “Al estar menos cargada de agua, tener menos sal y mucho calor, se está generando una gran floración de plantas acuáticas que han cubierto toda la laguna”.

El guardaparques del paisaje protegido Quebrada de los Cuervos y Sierras del Yerbal, Federico Calavia, detalló que en su zona de trabajo se encuentran ecosistemas como pastizales, bosques serranos, cursos fluviales y roquedales. Sin embargo, contó que “en el paisaje rural característico de la zona están empezando a irrumpir las forestaciones, las plantas industriales mineras y las praderas artificiales”, lo que está generando alteraciones.

La sequía no implicó grandes cambios en la fauna del área, a excepción de que “algunos animales que normalmente no habitan en la parte baja, como en el arroyo, han sido avistados cuando bajan a abrevar”, contó Calavia. “Vimos lagartos tomando agua, una bandada grande de cotorras contra el arroyo o la presencia de la culebra sepia. Esto puede deberse a que otros cursos de aguas menores mermaron su caudal y los animales bajaron a donde el agua era más abundante”, conjeturó.

Carol Fontes es guardaparques del paisaje protegido Paso Centurión y Sierra de Ríos, que forma parte del sistema de las Sierras del Este y se destaca por la diversidad de sierras, quebradas, colinas, lomadas y altiplanicies.

Este verano la guardaparques vio más cotorras que otros años, en lugares atípicos y no sólo en los eucaliptos exóticos que suelen habitar. Por otro lado, señaló que “los tajamares se secaron mucho” y que, dado que “eran lugares de mucha diversidad de aves, como las garzas, pollas de agua, chajás, cigüeñas, espátulas rosadas y patos”, le resultó triste “ver la tierra cuarteada y sin animales”. Las pasturas en su zona se tiñeron de amarillento o verde muy pálido, los caudales de agua de las quebradas quedaron secos y los bosques, que antes eran muy diversos y caracterizados por sus epífitas, orquídeas, bromelias, hongos, líquenes e insectos, según Fontes “ahora están más grises, opacos y silenciosos”.

Por su parte, Manuel Barrenche se desempeña como guardaparques en el área protegida Cerro Verde e Islas de la Coronilla, zona costera caracterizada por la presencia de puntas rocosas, playas arenosas, llanuras y lomadas costeras.

Según Barrenche la sequía “está afectando de forma directa el ambiente en general”, lo que podría afectar, por ejemplo, a “las poblaciones de anfibios como el sapito de Darwin”. La reproducción de esta especie está relacionada con charcos temporales de primavera y otoño, pero dado que en estos tres años la formación de esos charcos se ha visto afectada, la sequía podría haber afectado la reproducción de la especie, algo que habría que evaluar. Según sostuvo Barrenche, otro animal que podría haberse visto perjudicado es la pajonalera de pico recto, “que está relacionada con los caraguatales y que desarrolla todo su ciclo de vida dentro de ese ecosistema”.

“Con respecto a la flora, los ecosistemas más afectados son los humedales, caraguatales, juncales y pastizales. Allí se observó el corrimiento en picos de floración y fructificación de algunas especies, como en la producción apícola de la zona y la dinámica de algunos mamíferos como el zorro o el guazubirá”, contó el guardaparques.

También se suma a la sequía “la indiferencia de algunos productores que hacen quemas indiscriminadas de grandes extensiones de bañado, especies forestales creciendo sin control en ambientes naturales y especies exóticas invasoras de animales tales como el jabalí, que se come todo lo que está a nivel del suelo llegando a modificar casi por completo humedales y caraguatales”, sostuvo Barrenche.

Elías Brum es el director del área protegida con recursos manejados Montes del Queguay. Ubicada en Paysandú, el área se caracteriza por la presencia de ecosistemas como pastizales, bosque ribereño, bosque parque, bosque de cerritos, lagunas permanentes, humedales y cursos fluviales.

“La fauna autóctona se concentra sobre las fuentes de agua”, señala Brum. “Se observan humedales y pastizales con daños por la carga ganadera y de la fauna”, detalló el director del área protegida, que además especificó que en cuanto a los peces, en monitoreos estacionales, “se ha observado baja carga de huevos”.

En Queguay se observa que los ecosistemas nativos, tanto los pastizales como los bañados y los distintos tipos de bosque, en períodos secos albergan gran cantidad de especies nativas y sustentan la producción ganadera, ya que aportan sombra y alimento, asociados a distintas fuentes de agua de calidad.

Finalmente, el director reconoció “el valor de estos ecosistemas y su capacidad de resiliencia”, ya que, a su entender, “al poco tiempo de recibir precipitaciones importantes se recuperan y vuelven a aportar comida y agua de calidad”. A su vez, expresó su preocupación porque “los aportes de nutrientes que ingresan a los cursos generan también deterioro en la calidad del agua y con caudales bajos han aparecido cianobacterias en bajas concentraciones”.

Costas y playas

Omar de Feo, biólogo e investigador de la Facultad de Ciencias que lleva más de cuatro décadas estudiando las playas arenosas, contó a la diaria que “en los últimos dos años, como resultado de la sequía y la ocurrencia de La Niña”, se dieron cambios en la salinidad que implicaron “que muchas especies tradicionales de playas arenosas y de ambientes marinos, como de la Barra del Chuy o Río de Janeiro, hayan penetrado en zonas estuarinas”, entre ellas el berberecho, el tatucito y, en menor grado, la almeja.

“En los dos febreros anteriores hemos detectado en la playa Honda y en la playa Verde [en Montevideo] juveniles de tatucito, que es una especie famosa por habitar ambientes totalmente marinos”, detalló. Esto implica que, como resultado de la ocurrencia de La Niña y la sequía, la salinidad se ha mantenido muy alta y ha permitido el corrimiento de algunas especies hacia el oeste, hacia aguas interiores del Río de la Plata, afectando incluso a playas de Montevideo y Canelones.

De Feo contó que en marzo se llevó a cabo una campaña de investigación en el río Santa Lucía y su desembocadura, encabezada por el doctor en Oceanografía Leonardo Ortega. La campaña se desarrolló desde Aguas Corrientes hasta la desembocadura del Santa Lucía. Se registraron valores de salinidad “altísimos en comparación con registros históricos” y “se detectó, 15 kilómetros hacia el norte desde la desembocadura hacia Aguas Corrientes, la presencia de plancton esencialmente marino, así como de ctenóforos, organismos exclusivamente marinos similares a las medusas”.