Este martes, en el edificio del Mercosur, tuvo lugar una conferencia donde se abordó la temática “Hidrógeno verde y resiliencia climática”. Participaron empresarios, jerarcas y académicos internacionales y nacionales. Una de ellas fue Rosario Lucas, gerenta de la División Evaluación de Impacto Ambiental y Licencias Ambientales del Ministerio de Ambiente. Durante su ponencia hizo una introducción sobre el tema y los desafíos que implica en materia ambiental esta nueva forma de producción que busca instalarse en el país.

“Poder transportarlo en forma líquida es muy costoso porque hay que llevarlo a temperaturas muy bajas e insume mucha energía. La hoja de ruta está pensando en hidrógeno verde no solamente para el mercado nacional, sino principalmente para la exportación”, apuntó la jerarca. Por esta razón, para “abaratar” están evaluando “cómo transportar y exportar en otro tipo de moléculas” el producto. Un ejemplo sería con el metanol, tal como propone el proyecto Tambor, que busca llevar adelante la empresa alemana Enertrag en la localidad de Tambores, cuya administración es compartida por los departamentos de Paysandú y Tacuarembó. Esta última iniciativa recibió la categoría “C” por parte de la cartera, que incluye “aquellos proyectos de actividades, construcciones u obras cuya ejecución pueda producir impacto ambientales negativos significativos, se encuentren o no previstas medidas de prevención o mitigación”. En esta línea, Lucas indicó que el gas “tiene un alto poder de inflamación y también, en algunos casos, de explosión”, por lo que se debe “tener sus precauciones, por los riesgos que puede llevar”.

“¿Agua tenemos?

Uno de los puntos que han generado preocupación en las comunidades, organizaciones sociales y académicas consiste en que la materia prima del hidrógeno verde es el agua. Sin ir más lejos, un grupo de 43 vecinos y vecinas de Tambores presentaron ante la Suprema Corte de Justicia una acción de inconstitucionalidad contra la empresa con el objetivo de defender lo establecido en el artículo 47 de la Constitución. A su vez, Paula Collazo, doctora en Ciencias Geológicas por la Universidad de Buenos Aires y responsable del área de Recursos Hídricos Subterráneos del Instituto de Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, planteó que “es muy preocupante que el hidrógeno verde se haga con agua subterránea que debiera considerarse como una reserva estratégica”, también en referencia al proyecto Tambor.

En este contexto, la gerenta de Evaluación Ambiental manifestó que existe un indicador estequiométrico de la cantidad de agua que se necesita por tonelada de hidrógeno producido, que es de nueve metros cúbicos -es decir, 9.000 litros-. Sin embargo, alertó: “Es la cantidad de agua que se necesita específicamente para producir el hidrógeno desde el punto de vista químico, pero no es la única que se necesita en la producción. Se necesita el consumo de agua para servicio en la planta, para enfriamiento, para calderas, para limpieza, para las purgas del sistema de tratamiento”. Si bien remarcó que existen variables que inciden en la cantidad, como la tecnología, el derivado final y la calidad de la fuente de agua utilizada, estima que por cada tonelada de producto se tomará más de 20 metros cúbicos -20.000 litros- de agua en total. “No es lo mismo si la fuente de agua es subterránea. No es lo mismo si la fuente de agua es superficial dulce o si es superficial salada. La diferencia entre los tratamientos y el volumen que se necesitan para ingresar al electrolizador va a ser diferente”, describió. El electrolizador es un aparato que permite separar las moléculas de hidrógeno y oxígeno -de las que se compone el agua- utilizando electricidad y generar el combustible.

A su vez, Lucas planteó que para evaluar el impacto ambiental se debe tener en cuenta “la tasa de consumo, temporalidad y funcionamiento de los electrolizadores”, es decir, si la producción va a ser “permanente o discontinua”. “Para ver la disponibilidad de agua, que hoy es uno de los puntos más importantes, hay que ver el régimen hidrológico. Si se va a tomar agua superficial, no siempre se va a tener la misma cantidad de agua todo el año. Hay momentos que se llaman de estiaje donde existe menos disponibilidad, que generalmente sucede de diciembre a marzo, pero también existen variaciones interanuales que dependen de las condiciones climáticas”, afirmó. Enseguida, explicó que al momento de realizar un análisis “siempre tenemos que plantearnos el peor de los casos” en lo que refiere a la disponibilidad y afectación de las fuentes de agua, “porque, generalmente, ya tiene otros usos industriales, para la producción o para agua potable”.

La jerarca también hizo referencia a los efluentes que generan las plantas industriales de hidrógeno “ya sea por el tratamiento del agua o por otros usos”. “Tengo que ver cuál es el caudal que generan, cuáles son sus condiciones, cuál es el tratamiento que deben darles de acuerdo a la normativa ambiental nacional y dónde se los va a disponer”, contó. Resaltó que aquí se puede evidenciar otro “potencial impacto”: la “afectación a la calidad del cuerpo receptor” de los efluentes y, por ende, la afectación del “ecosistema acuático del curso de agua”.

A continuación, Lucas declaró que en el país “tenemos fuentes disponibles de agua” y que “los consumos para la producción de hidrógeno que están planteados en la hoja de ruta, comparados con otros consumos como los industriales o de riego, no parecen ser importantes”, pero, “como todo, depende de dónde se instalen los emprendimientos y de la fuente de agua” desde donde se abastecerán. “Si nosotros lo evaluamos a nivel nacional tenemos claro que los consumos no son importantes. Pero cuando se va a evaluar un proyecto, un sitio específico en donde se va a instalar, tal vez ahí pasa a ser un factor crítico porque no tengo agua suficiente, o porque tengo muchos usos o usos prioritarios”, señaló. Y enfatizó: “¿Agua tenemos? Tenemos. El desafío es de qué fuente se consume”. Insistió que el Ministerio de Ambiente está elaborando “los términos de referencia para la elaboración de los estudios de impacto ambiental” de proyectos de hidrógeno verde, en los que se tienen en cuenta “las principales preocupaciones” de las comunidades y organizaciones sociales.

Otro desafío: los cambios de uso del suelo

Para que el electrolizador pueda generar el hidrógeno se necesita energía. En el caso del hidrógeno considerado “verde” se debe obtener a través de energías renovables. “Cuando la producción de hidrógeno es de gran dimensión, necesitamos un desarrollo territorial de plantas de generación de energía que se vuelve importante”, apuntó Lucas. Añadió que las que están previstas en la hoja de ruta son “bastante más grandes que las plantas que hoy tenemos instaladas en nuestro país”. “¿Quiere decir que esto es un problema? En principio no, pero es algo que tenemos que evaluar adecuadamente. La planta de producción de hidrógeno y derivados tiene pocas hectáreas. El gran desarrollo de uso del suelo viene por la planta de generación de energías renovables. Tenemos que considerar los centros poblados, si tenemos viviendas. La gente que vive en el campo hoy tiene un paisaje o un lugar silencioso con lomadas o bosques y ahora van a tener un cambio en el paisaje que hay que tenerlo en cuenta. Sabemos que los parques eólicos generan ruidos, aumentan el nivel de presión sonora, las percepciones, el tema del parpadeo de sombras y el uso de la tierra. Estamos haciendo un cambio de uso de la tierra”, remarcó.

La gerenta de Evaluación Ambiental dijo que “tenemos tierras y suficiente superficie para desarrollar las energías renovables”, pero, nuevamente, apuntó que el desafío está en “dónde se da y cómo”. “¿Qué cambios de uso vamos a tener y cuáles son los que más le convienen al país? Si tenemos tierras que están destinadas a cierto tipo de producción de alimentos y las cambiamos para energía, forma parte de la evaluación y del sinceramiento con la población sobre qué es lo que se quiere con respecto a este tema”, insistió. Por otra parte, no dejó de lado que “hay áreas de interés para la conservación que hay que tener en consideración, también rutas migratorias”, y recordó que “los parques eólicos tienen potencial efecto sobre la avifauna en general”.