Así surge de un análisis realizado por Adrián Fernández y Guillermo Carlomagno, economistas del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), que presentaron la ponencia “Las claves para entender la crisis internacional y sus repercusiones en Uruguay”.

Emergencia

En lo que refiere al futuro de la economía mundial, el Cinve prevé que el dólar siga débil y las tasas de interés crezcan, aunque se mantendrán en mínimos históricos. El crecimiento en los próximos años estará liderado por los emergentes, con fuerte incidencia de China y Brasil, y los precios de los commodities continuarán elevados aunque en un nivel menor a los picos históricos de 2007. Entre los desafíos, el instituto señala que una suba de las tasas encarecerá el financiamiento, y que persisten dudas sobre una “recaída” o nuevos desequilibrios.

Los expertos detallaron los hechos que condujeron a dicho proceso, los sucesos verificados durante la debacle, las perspectivas globales y regionales, las lecciones aprendidas y los efectos sobre Uruguay. Sobre esto se centró Carlomagno, quien destacó la evolución de la economía local durante “la peor crisis desde la década de 1930”, cuestionándose cómo “no pegó tanto en un país tan pequeño y abierto”. Indicó que “los efectos fueron muy menores a lo esperado al inicio de la crisis”, y que el desempeño de los indicadores fue “muy distinto a lo que mostraba la evidencia histórica en situaciones similares”.

Mencionó los tres principales canales de transmisión de esta crisis: el comercial, mediante la caída de la demanda externa, de los precios y eventuales actitudes proteccionistas de algunos mercados; el financiero directo, por las posibles restricciones de financiamiento externo y las dificultades que puedan tener los bancos en sus casas matrices; y el indirecto, que se trata de “efectos reales y financieros de ‘segunda vuelta’ vía Brasil y Argentina”. “Estos canales de transmisión estaban muy debilitados”, aseguró Carlomagno, explicando que Uruguay presenta una posición externa más sólida porque diversificó los destinos de exportación, logró una cuenta corriente “menos desequilibrada” y una baja elasticidad en los precios de los productos que vende.

También consiguió reducir las vulnerabilidades fiscales, con menores necesidades de financiamiento de corto plazo y “un mejor perfil de deuda”, además de contar con un sistema financiero más sólido por cambios en la regulación o por la “herencia de la crisis del 2002”, reflejada en el escaso endeudamiento privado.

Destacó que el país tiene un “marco de política más estable”, con cumplimiento de metas de inflación, regulaciones financieras y, fundamentalmente, un tipo de cambio flexible. Esto fue “de gran importancia” para lograr mayor solidez, enfatizó Carlomagno, atribuyendo a la rigidez cambiaria la condición de factor central de la crisis de 2002. “Si en 1999 Uruguay hubiese devaluado como lo hizo Brasil, seguramente no hubiésemos tenido la crisis del 2002”, evaluó.

Resaltó que la apreciación de la divisa estadounidense en los primeros meses de la crisis llevó a que los salarios medidos en esa moneda cayeran 17%, lo que “generó un alivio al sector exportador” y fue “un factor clave en la absorción del shock”.

Reservado

Si bien es importante tener altos niveles de reservas para afrontar necesidades de financiamiento, Fernández opinó que la variable “no tuvo un papel preponderante” en esta crisis. Lo ejemplificó expresando que Brasil y México incrementaron sus reservas, y, mientras que el primero atravesó la coyuntura sin sobresaltos, el segundo tuvo una caída muy fuerte.

De puro... suerte

Sin embargo, Carlomagno interpretó que “no todas las políticas fueron deliberadas”, sino que en algunos casos contribuyó la diosa fortuna, ya que el país se vio beneficiado por ciertas debilidades estructurales de su sistema financiero, como un mercado de capitales poco desarrollado y un nivel de crédito al sector privado notoriamente bajo “como legado de la crisis del 2002”.

“Esto no quiere decir que sea bueno, pero nos encontró con un sector privado mucho menos endeudado y terminó jugando a favor nuestro”, especificó.

Otro hecho beneficioso fue que la crisis se produjo en dos momentos que potenciaron el poder de recuperación de la economía local: “tuvimos la suerte de que nos agarró en la cresta de la ola” y de que “se dio en un año electoral”. “Se terminaron adoptando políticas contracíclicas, quizá no deliberadamente, pero tuvimos la fortuna de coincidir con el año electoral, que, como teóricamente se sabe, son años en los que el gasto público sistemáticamente aumenta para realizar más obras”, apuntó. “Tuvimos una combinación de buenas políticas con algo de suerte y alineación de los astros”, resumió con humor el especialista.

Timoratos

Acerca de la necesidad de realizar cambios en la regulación del sistema financiero, Adrián Fernández sostuvo que hay dos opciones: “más de lo mismo” realizando pequeñas correcciones o “cambios más radicales”. Hasta ahora hubo avances “muy tímidos” y “la recuperación que está mostrando la economía va en contra de los cambios más radicales”. “Hoy no parece que la línea de cambios radicales tenga mucho éxito, pero sí pueden tenerlo los mecanismos de supervisión internacional”, sostuvo.

Si todo sale bien

En cuanto a evolución de la actividad, el Cinve prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) cerrará 2009 con un crecimiento “cercano al 2%”, principalmente por la demanda interna. Sobre el punto remarcó la tendencia positiva del empleo, pese a la leve caída registrada al inicio del año. También subrayó el aumento de los ingresos reales, sobre los cuales “los Consejos de Salarios tuvieron un impacto importante”, aunque “terminó jugando un papel importante el año electoral”, reiteró. Respecto del empleo, aclaró que, si bien es cierto que en Uruguay ha evolucionado favorablemente en contraposición a los países desarrollados, su desempeño estuvo en línea con el de los demás países emergentes.

De cara a 2010 espera un crecimiento de 3%, aunque es un “pronóstico teñido de mayor incertidumbre por lo que suceda a nivel internacional, con la recuperación económica y con el precio de los commodities”. También auguró una mejora del resultado fiscal durante el año próximo, con un déficit de entre 1% y 1,4% del PIB “si no suceden efectos adversos como en este año”, una referencia a la sequía y al encarecimiento de los costos energéticos.