Los niños nos tuvieron a mal traer. La Niña llegó en 2008 y se instaló durante buena parte de 2009 trayendo consigo una sequía prolongada que se hizo sentir hasta bien entrado el año. En meses como julio y agosto, en los que habitualmente las precipitaciones llegan hasta los 120 milímetros, las aguas se negaron a desprenderse totalmente de los cielos por influjo de La Niña (la fase fría del fenómeno de El Niño). Hasta setiembre llovió prácticamente la mitad de lo normal.

Atrás de La Niña llegó El Niño. Cuando todos esperábamos ansiosos que se instalara la primavera lo que llegó fue el agua. Cayó toda junta y a raudales, dejando rápidamente un saldo de más de 7.000 evacuados en el litoral del país. En ese entonces, “pasamos de una fase fría con un déficit de lluvias, a una fase cálida que se conoce como El Niño. Es decir, fuimos de un extremo al otro del clima”, explicó el climatólogo Mario Bidegain.

El Niño, como se sabe, hace de las suyas en el océano Pacífico, enfriando o calentando sus aguas. Esas anomalías se transfieren luego a la atmósfera afectando de varias formas las distintas regiones. Se estima que en Uruguay el fenómeno podría extenderse hasta mediados de 2010.

Como consecuencia de una sequía que venía de 2008 -y de la imprudencia humana- el año comenzó con una seguidilla de incendios. El primer día del calendario el fuego arrasó con más de 100 hectáreas en el balneario Villa Argentina. Menos de una semana después había 6.500 hectáreas quemadas por el fuego. Un incendio en Piriápolis se cobró la vida de una persona y arrasó con nueve casas. Focos de diferente magnitud se produjeron en todo el país.

La falta de lluvia llevó a que la Laguna del Cisne (en el balneario Salinas, departamento de Canelones), que provee agua a la Costa de Oro, quedara desabastecida, y Obras Sanitarias del Estado (OSE) debió reforzar el suministro de agua potable de la zona.

A esa altura del año, en el mes de enero, la crisis hídrica ya era un hecho, al punto que OSE prohibió el “uso secundario” de agua potable en varias zonas del país. Nada de regar el jardín, llenar las piscinas, ni lavar los autos o el patio. La consigna (que debería tenerse en cuenta todo el año, con o sin sequía) fue ahorrar y cuidar el recurso.

Los campos del interior y los espacios naturales de la ciudad quedaron secos. El verde comenzó a escasear en todas partes y los tajamares y lagunas se secaron hasta mostrar la tierra resquebrajada. En algunos establecimientos agropecuarios los animales apenas se mantenían en pie por falta de alimento y agua. Tampoco se pudo realizar plantaciones de verano como el maíz, el sorgo, el girasol, y la fruta y la verdura tuvieron precios de lujo durante esos meses. Los pozos que abastecen a la población del interior quedaron sin agua y OSE y las intendencias tuvieron que enviar camiones cisterna con H20.

la diaria llegó hasta algunas áreas rurales del departamento de Florida, bien conocido por su intensa actividad lechera, que había sido declarado en situación de emergencia agropecuaria. Allí, la comuna floridense entregó agua potable para consumo humano en las zonas más necesitadas y adquirió toneladas de ración para repartir entre los pequeños productores lecheros que se vieron fuertemente afectados.

Mary, una productora de la localidad de 25 de Mayo, contó que los animales se morían día tras día y quedaban empantanados al intentar tomar agua en arroyos medio secos. “Yo siempre me remediaba lindo, pero ahora no podés hacer nada. Es una tristeza ver todo así seco”, dijo el día que recibió la ración para su ganado. A mediados de enero la emergencia se hizo extensiva a los departamentos del centro y suroeste del país.

La Oficina de Programación y Política Agropecuaria (OPYPA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca estimó las pérdidas a causa de la seca en unos 450 millones de dólares sólo en el sector agropecuario. Los más perjudicados fueron los pequeños productores; para ellos se abrió una cartera de créditos y subsidios.

Tapados por el agua

El agua, que fue tan añorada durante la primera mitad del año, llegó con todo en setiembre y no paró hasta diciembre, dejando bajo agua a cientos de casas en el litoral norte del país. La Dirección Nacional de Meteorología (DNM) estimó que llovió cinco veces más de lo normal.

Artigas, Salto, Paysandú y Soriano fueron los departamentos más afectados. En todas partes, las comunas dispusieron de clubes, estadios y otro tipo de locales para alojar a los evacuados. Allí fueron asistidos con alimento, abrigo y controles médicos. Otros no quisieron alejarse de sus hogares por miedo a que les robaran las pocas pertenencias que les quedaban y acamparon a la orilla del río que no dejaba de crecer. Así lo contó Jesús, que vive en el barrio Paso del Bote, en Salto, que todos los días iba con su chalana a relojear el entorno de su casa para preservar lo poco que le quedaba. Jesús contó, además, que pudo sacar sus pertenencias a tiempo pero otros, por no querer desalojar su casa cuando se les avisó o por no contar con los medios necesarios, no pudieron hacerlo.

En la ciudad de Mercedes, la rambla, que quedó bajo agua, continuó siendo sitio de encuentro de los más jóvenes que, en lugar de jugar al fútbol o andar en bicicleta, utilizaban el espacio para nadar entre monumentos y árboles tapados por el agua, desatendiendo los pedidos y advertencias de las autoridades sobre el peligro latente. Por la tarde se podía ver a los vecinos que salían de sus casas para tomar mate en lo que quedaba de vereda a la orilla del río.

Daisy, de barrio Carrasquito, en Mercedes, que se encontraba en uno de los refugios, dijo a la diaria que la situación no era nueva, que ya había vivido cinco inundaciones, y reclamó una solución habitacional.

En Salto, el río Uruguay avanzó cinco cuadras adentro de la ciudad y las calles quedaron tapadas de agua, obstaculizando el tránsito. También quedaron bajo agua dos de los tres puentes que unen Salto sur y norte. La situación más trágica fue la muerte de tres personas que se ahogaron, al parecer, intentando cruzar por zonas inundadas.

Pese al mal clima reinante, muchos le ponían al mal tiempo buena cara. Otros, en cambio, estaban completamente desanimados. Como Beatriz, que dijo a la diaria que ya había sido castigada por la creciente otras trece veces, pero todavía tenía ánimo para colgar un cartel que decía que “la única lucha que se pierde es la que se abandona”.

En el marco de una recorrida por Artigas y Salto, el ministro de Vivienda, Carlos Colacce, dijo a la diaria que en los departamentos afectados la gran mayoría de los evacuados eran habitantes de zonas residenciales ubicados formalmente en sus terrenos, aunque hay muchos que provienen de asentamientos irregulares. También se comprometió a seguir trabajando junto con las intendencias afectadas en programas de realojos de los asentamientos que se encuentren en zonas inundables.

En uno de los refugios vistados por la diaria en Mercedes, Rosana se quejó de que la intendencia les daba la comida y el lugar pero nada más y de que les habían escatimado la merienda por falta de rubros. También dijo que el recinto se llovía y hubo que cortar la luz debido a las infiltraciones de agua. Ella, como tantos otros, perdió lo poco que tenía, las camas, algunos muebles y un televisor.

La solidaridad de los uruguayos no se hizo esperar y decenas de camiones partieron rumbo al interior cargados de frazadas, abrigos y comestibles. En una segunda etapa se entregaron productos de limpieza para que las personas acondicionaran sus hogares una vez retiradas las aguas.

Próximos a fin de año el Comité Nacional de Emergencia difundió que quedaban menos de 500 evacuados que aún no habían podido regresar a sus hogares. En los departamentos afectados algunos estudiantes universitarios de la Unidad de Extensión de la Universidad de la República iniciaron un trabajo de análisis de los costos económicos y sociales provocados por las intensas lluvias. Las intendencias de Salto y Paysandú estimaron que en ambos departamentos el costo de las inundaciones alcanzó los 3 millones de dólares.

Como ya llovió tanto, Bidegain vaticinó que en enero y febrero las lluvias serán prácticamente normales. Parece ser que El Niño se toma vacaciones.