Utilizados en grandes dimensiones, el hormigón armado, el acero laminado y el vidrio plano comienzan a formar parte del paisaje urbano durante la segunda mitad del siglo XX. Son la expresión de un cambio radical de la concepción estética de la arquitectura en consonancia con las transformaciones correspondientes en el ámbito de la producción industrial, del diseño y de las nuevas tecnologías. La indisimulabilidad de estos nuevos elementos, las plantas y secciones ortogonales, el rechazo declarado y fundado de la decoración en las fachadas (“el ornamento es delito”, afirmaba Adolf Loos, y “menos es más”, sostenía, a su vez, Mies van der Rohe) en las que predominan grandes ventanales horizontales conformados por perfiles de acero, encerrando grandes espacios interiores luminosos y despojados, son los rasgos dominantes de las llamadas “máquinas de vivir”.

Esta fórmula -usada por Le Corbusier- habla a las claras de la tendencia funcionalista de la arquitectura moderna. Estamos tan acostumbrados a este estilo que difícilmente podamos tener cabal conciencia del impacto que produjo a los contemporáneos de su surgimiento. Uruguay no quedó al margen de tales acontecimientos y dos recientes publicaciones son un claro testimonio del interés de nuestros arquitectos por la “nueva arquitectura”.

Le Corbusier, artista

Es buena la ocasión para anunciar una exposición que se inaugurará el 2 de enero en la Fundación Atchugarry (ruta 104 km 4,500, El Chorro, Maldonado), donde se exhibirán más de 120 obras de Le Corbusier -óleos, esculturas, tapices, dibujos, grabados, litografías, muebles y maquetas- llegadas por primera vez a Sudamérica desde el Museo Weber de la ciudad de Zurich, y cuyo montaje será uno de los puntos de interés particular, ya que se llevará a cabo de acuerdo con las concepciones formales del propio artista. Precisamente, en el marco de las actividades que girarán en torno a esta exposición, titulada Le Corbusier, el artista, y en la misma fundación, el 8 de enero se presentará Corbusier en el Río de la Plata.

Una de ellas está dedicada a la visita del arquitecto suizo Le Corbusier al Río de la Plata y su paso por nuestro país. Se trata de un libro titulado Le Corbusier en el Río de la Plata, 1929, realizado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República junto con el Centro de Investigaciones de Arquitectura del siglo XX en América Latina Julio Vilamajó (Cedodal). La segunda publicación, cuyo título es Tiempos modernos: arquitectura uruguaya afín a las vanguardias, 1925-1940, del arquitecto Juan Pedro Margenat, es el resultado de una amplia investigación, con análisis y relevamiento de viviendas realizadas entre esos años en nuestro país, cuyo estilo está claramente influenciado por las corrientes vanguardistas.

Visitante ilustre

El libro sobre la visita de Charles Édouard Jeanneret-Gris (conocido como Le Corbusier, 1887-1965) es un homenaje al cumplirse 80 años de este acontecimiento. El año 1929 estuvo signado por otros hechos de repercusión mundial para la economía -la caída de la Bolsa de Nueva York- y también para la arquitectura -es el año de la realización del pabellón de Alemania diseñado por Mies van der Rohe para la exposición Nacional de Barcelona-, consolidando un estilo completamente nuevo.

La publicación está conformada por veinte artículos escritos por diversos autores que giran en torno al acontecimiento que significó la llegada del arquitecto modernista más famoso del vanguardismo europeo. Hay allí una cronología de la visita, biografías de algunas de las personas que trataron con él durante su estadía en el Río de la Plata, su bibliografía en este lugar y una carta de Le Corbusier a Alfredo González Garaño, Victoria Ocampo y Enrique Bullrich. Acompaña la publicación un disco compacto con transcripciones de textos -referencias en diarios y semanarios y revistas de la época, correspondencia y otras referencias- y una animación digital con imágenes de Montevideo vista desde el aire, tal como la esbozó en dos proyectos Le Corbusier, con simulada vista aérea y titulada Montevideo a vuelo de cuervo.

En las primeras páginas encontramos la descripción, a cargo del arquitecto Nery González, del primer contacto de Le Corbusier con Montevideo, incluyendo el dibujo que realizó a bordo del barco en el que se encontraba viajando y los dos proyectos de la ciudad a los que nos referimos. En ellos monta sobre una península fantasiosa la imagen de un edificio-ciudad en una compleja articulación con el paisaje en que se inserta. Le interesó nuestra capital, a pesar de que en el origen de su plan de viaje los centros de América que constituían el objetivo principal eran Nueva York, Buenos Aires -a la que llamaba “la Nueva York del sur”- y, en Brasil, San Pablo, Río de Janeiro y, fundamentalmente, Brasilia, cuya construcción se había decidido apenas tres años antes. En el mismo artículo, algunos testimonios dan cuenta del impacto de su llegada: “Nosotros asistimos a la formación del Movimiento Moderno y a su plenitud”, afirmaba Juan A Scaso, “lo que nos abrió el camino para lanzarnos en esa dirección fue la visita de Le Corbusier en el año 1929. Teníamos su libro Vers une Architecture, pero no lo entendíamos muy bien. Su visita nos entusiasmó a todos en la facultad”.

También se incluyen varios artículos con los detalles de su estadía en Buenos Aires, escritos por Ramón Gutiérrez y Eduardo Maestripieri, que detallan contactos, amistades, conferencias, proyectos y dibujos, y abundante material gráfico testimonial, una constante en todo el libro. Complementan la publicación textos críticos como el de Mariano Arana y el de Salvador Schelotto, y una entrevista al arquitecto César Loustau realizada por Patricia Méndez. Se trata de un valioso material, por su documentación, su material gráfico y las reflexiones que recoge, en una presentación impecable y atractiva.

Nuestros modernos de 1925 a 1940

“El periplo hacia la modernidad”, sostiene Juan Pedro Margenat en Tiempos modernos, “se realiza transitando caminos particulares en los cuales se sigue una evolución personal sumamente enriquecida por rasgos individuales”. Los casos de este aporte de creativo estilo personal se expresan mediante la obra de Julio Vilamajó y Mauricio Cravotto, fundamentalmente, quienes combinan algunos rasgos decorativos con las propuestas de vanguardia. Otros, como Carlos Gómez Gavazzo, adoptaron más resueltamente una línea ligada de manera más ortodoxa a las nuevas propuestas.

La opción por estas corrientes expresivas fue dominante en un número importante de arquitectos cuya propuesta resultó “más aceptable para el conjunto de la población”, según indica Margenat; entre otros, se destaca en esta opción el arquitecto Rafael Lorente. Una vertiente más “purista” en el racionalismo es la que siguen Carlos Surraco -particularmente en su proyecto del Hospital de Clínicas-, y De los Campos, Puente y Tournier en alguna de sus obras.

Sobre éstos y otros tantos arquitectos de la época, en este libro se presentan análisis y fotografías -dibujos, en algunos casos- que recrean todos esos rincones de Montevideo y ciudades del interior en los que la costumbre hace que pocas veces nos detengamos a observar. Precisamente, la parte más significativa del libro está dedicada a “Obras y autores” -título que abre el cuarto capítulo-, y allí el análisis teórico y los datos están acompañados por interesantísimos y abundantes documentos gráficos, entre los que predominan las fotografías del propio autor. Fachadas de casas y edificios públicos emblemáticos, como el Palacio Lapido, la Escuela Experimental de Malvín, la Escuela Experimental de Las Piedras, la Casa Armstrong de la ciudad de Salto, el Pabellón Martirené y la sala de bombas de ANCAP en La Teja, por nombrar sólo algunos pocos ejemplos, son rigurosamente reseñados por Margenat.

Además de brindar una completa introducción en las corrientes de la época, en la que se sitúa particularmente en su contexto al Uruguay moderno, el autor cierra el libro con un anexo que incluye datos de movimientos, corrientes y autores más influyentes en el ámbito nacional e internacional.

Esta obra es, sin duda, un gran paso en la dirección de la sistematización del estudio de la arquitectura en nuestro país en uno de sus momentos más altos, tarea que -a juicio del autor- debe llenar un gran vacío: “En la interpretación de los hechos que desembocan en uno de los períodos más fecundos de la arquitectura uruguaya no alcanzan ni resultan satisfactorias las explicaciones unilaterales desarrolladas hasta ahora […] Es frecuente la omisión de algún análisis de contexto cultural, especialmente del campo de las artes plásticas y otras áreas del diseño que siempre han sido sectores de gran afinidad con la arquitectura”.