El proyecto comenzaba con la entrega del libro Trabajo uruguayo para las escuelas, de forma que los alumnos pudieran saber más sobre el emprendedurismo, el consumo responsable, la cadena de producción y la industria (ver la diaria, Economía, 30/11/09, página 12). La idea fue promover en los alumnos el debate acerca de la importancia del trabajo uruguayo y de la contribución que pueden realizar las empresas, a la vez que fomentar la creación de conciencia crítica entre los futuros consumidores para que se acostumbren a comprar de manera reflexiva, analizando el acto de la compra, y teniendo en cuenta el modo en que esa compra puede incidir -o no- en el desarrollo del país. Luego, con esa base teórica, los alumnos debían idear un proyecto e implementar un emprendimiento productivo.

El gestor de la propuesta, Carlos Barreira, vicepresidente de Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (Mipymes) de la CIU, dijo a la diaria que el concurso defiende la industria uruguaya. “Eso se logra cambiando la cultura, por eso se empieza con los niños que no tienen idea del valor de la cadena productiva, del valor que tiene cuando alguien va a comprar algo a una góndola, no saben lo que hay detrás de un producto. Este proyecto apunta a que cuando estos niños tengan 20 años y sean consumidores responsables, sepan lo que están haciendo y lo que significa el trabajo uruguayo. Se recibieron varios proyectos de niños que se encuentran en una edad receptiva y creativa. Se premiaron las ganas, la originalidad y el trabajo”, señaló.

Se recibieron alrededor de 150 propuestas. Los tres proyectos ganadores fueron ideados por los alumnos de quinto año de las escuelas Nº 262 de Salinas Norte (Canelones), Nº 10 de Salto y Nº 4 de Batlle y Ordóñez (Lavalleja). Como premio recibieron una laptop para cada maestra, un mp4 para cada niño y pintura para la escuela.

Los alumnos de la escuela de Salinas Norte fueron galardonados por su emprendimiento denominado “Los chismosos”. “Teníamos que idear una empresa que hiciera algo productivo que ayude al país y que esté relacionado a la cultura y el ambiente. Nuestra idea fue reducir las bolsas de nylon, que se usan una vez y después se tiran. Entonces reciclamos varias bolsas que nos hicieron llegar y con ellas confeccionamos chismosas”, dijo a la diaria Matías Torres, alumno de la escuela de Salinas Norte.

Tal como contó otra alumna de la escuela, Noelia Morales, el procedimiento fue el siguiente: “Cortamos las bolsas en tiras y después las tejimos. Todos aprendimos a tejer con crochet, con aguja y con telar. Vinieron muchos padres, vecinos y abuelos a ayudarnos. Empezamos haciendo chismosas y luego también terminamos haciendo estuches para celular y materas, todo con las bolsas tejidas”.

“Hicimos una exposición de los objetos que fabricamos, y los vendimos para juntar plata para el campamento de sexto año. Llegamos a juntar como 1.200 pesos y trabajamos como un mes en el proyecto. También estudiamos e hicimos trabajos relacionados con todos los daños que causan las bolsas”, explicaron.

“También hicimos un trabajo, que era ver en qué se fijaba primero la gente cuando iba a comprar un producto a un almacén o un supermercado, si en la marca, en la calidad o en los precios. La mayoría eligió la marca y los precios, pero lo que menos le importa a la gente es que sea un producto uruguayo”, dijo Noelia.

En Lavalleja, los alumnos de la escuela Nº4 tuvieron un proyecto muy similar al de los niños de Salinas, denominado “Nuestras manos fabrican bolsos”. “Encontramos que había muchas bolsas que andaban en el ambiente y que al comerlas los animales se ahogaban. Entonces decidimos hacer algo con ellas y fue construir chismosas. Un grupo le avisó a la prensa que la gente las guardara, luego cuando llegaban, unos las lavaban, otros las cortaban en tiritas y luego se tejían”, contaron a la diaria Belén Gutiérrez y Analía Dalmao.

La propuesta de Salto también tuvo que ver con el reciclado, pero en este caso fue de botellas de plástico. En la escuela había muchas botellas y no sabían qué hacer con ellas. En principio la idea fue hacer juguetes. Los elaboraron pero luego se dieron cuenta de que eran muy frágiles y por lo tanto no sería un buen proyecto productivo. “Descubrimos que en el barrio hay dos comparsas que trabajan todo el año haciendo sus trajes para carnaval y que sacrificaban muchas aves para conseguir las plumas. Entonces decidimos fabricarles las plumas con botellas de plástico y vendérselas. De esa forma reciclábamos las botellas, le dábamos una idea novedosa al barrio y evitábamos la matanza de aves. Con el estudio del libro de a poco fuimos armando nuestro proyecto productivo”, contó la maestra de quinto año, Carmen Silva.