Si no fuera porque en la portada aparece el nombre de Tomás de Mattos, el entusiasmo con el que anuncian las librerías El hombre de marzo llevaría a pensar que se trata de otro libro histórico más, de ésos que invaden el mercado editorial local como si los uruguayos no tuviéramos derecho a escribir sobre otro tema que no sea nuestro pasado. Pero todo lo que lleve el nombre de De Mattos, amerita una lectura y en este caso no decepciona, y supera con creces el difícil reto de transformar una estatua de bronce en un personaje literario interesante.
Un demasiado extenso prólogo explica este libro como los fragmentos de una investigación realizada a finales del siglo XIX con el fin de lograr la biografía definitiva de José Pedro Varela, generando a su vez un interesante diálogo entre cuatro momentos históricos: 1969, cuando en la ficción se encuentran estos documentos y se editan, la década de 1890 en la que tuvieron lugar las distintas entrevistas que intentan reconstruir la vida de Varela, 2010 como la verdadera fecha de publicación del libro y, por supuesto, los dos períodos de la vida del protagonista a los que se ciñe esta novela.
Tomás de Mattos construye las voces entrevistadas de manera convincente, sin limitarse nunca a presentarnos el estereotipo de lo que suponemos sobre ellos. Carlos María Ramírez es quien tiene un mejor dominio del lenguaje y a la vez más confianza con la entrevistadora ficticia. Jacobo Varela, más concreto para hablar, como deberíamos suponer de un hombre de negocios, quiso entrañablemente a su hermano, pero no llegó a comprenderlo cabalmente. Adela Acevedo de Varela, una vez que toma confianza, parece una abuela contando cómo conoció y se ennovió con el abuelo. Y un Bartolito Mitre que recuerda con mucho cariño a Varela pero no oculta sus celos porque éste era el preferido de Sarmiento.
El primer libro está dividido en dos partes, que se leen en clave distinta; estructuralmente no hay demasiada conexión entre ellas, salvo porque tienen un mismo protagonista. Éste es el mayor defecto de la novela, pero antes de emitir algún juicio definitivo al respecto habrá que esperar hasta la publicación de la segunda parte para ver si los hilos argumentales terminan anudando de manera convincente.
La primera parte (de lo publicado) es un thriller político que logra mantener la tensión y el suspenso, a pesar de que cualquier lector que conozca un poco de historia nacional sabe que será el coronel Lorenzo Latorre quien gane en el complejo juego de relaciones de poder. La narración pierde agilidad por momentos, como cuando se detiene a explicar detalles del panorama político de la época; sin embargo, no hay que olvidar que se trata de la voz de Carlos María Ramírez, un apasionado de la política, tan interesado en reconstruir los entretelones del poder de aquella época como en contar la vida de su mejor amigo. Mención aparte merece el personaje de Latorre, que al igual que otro coronel, el personaje Hans Landa de Bastardos sin gloria (Quentin Tarantino, 2009), eclipsa totalmente al protagonista cuando entra en escena.
En cambio la segunda parte es un bildungsroman que se centra en la evolución intelectual de José Pedro Varela. Los primeros capítulos muestran a un joven de la alta sociedad montevideana, mujeriego, con aires de dandy y con intenciones de ser un poeta del romanticismo francés. Al concluir el libro se lo ve convertido en un especialista en la filosofía anglosajona y con ambiciones de cambiar la sociedad en la que vive mediante la educación. Por momentos se hace abuso de fragmentos de los poemas de Varela como de otros documentos, lo que ocurre principalmente cuando el narrador es Carlos María Ramírez.
Las coincidencias no suelen existir en literatura, menos cuando se trata de un escritor con oficio como Tomás de Mattos. A tres años de haberse restaurado la democracia y con la ley de caducidad como tema de agenda, De Mattos publicó ¡Bernabé, Bernabé! y les recordó a los lectores que el Estado uruguayo debutó virtualmente con un genocidio y amplió la perspectiva sobre la dictadura militar. El hombre de marzo se publica a pocos años de puesto en práctica el Plan Ceibal: lo que ya sabemos de la reforma vareliana puede echar luz sobre las incertidumbres que nos generan las XO. También en estos tiempos en los que se debate sobre educación o al menos se dice que habría que comenzar a hablar del tema, Tomás de Mattos parece querer hacer oír su voz al respecto. En algunos pasajes queda la sospecha de si no es el autor quien se esconde tras Varela o Sarmiento para hablarles a los educadores de nuestro tiempo. Es una lástima que este libro, capaz de generar algunos aportes interesantes, haya salido justo en este momento en que, con la ley de presupuesto en discusión parlamentaria (ver nota de opinión de la página 4), la educación se reduce a una mera cifra.