El Pelado Cordera ya no usa pijama arriba de los escenarios. Desde mediados de 2009, cuando la banda argentina Bersuit Vergarabat decidió tomar un descanso después de 18 años, el simbólico vestuario quedó guardado en un armario junto a una decena de discos con espíritu rockero, aunque no siempre tratasen de rock. A veces con rabia, con ironía y hasta con autodenominada boludez, la banda recorría géneros tan disímiles como el tango, el reggae, la cumbia, la murga y el candombe, y generaba habitualmente en sus espectáculos climas festivos comparables con los de una bailanta. Una bailanta que se mostraba contraria a las estructuras retrógradas del rock, en especial a los que dejaban quietito al género en su pedestal y se dedicaban a reproducir sin chistar su sonido, estética y literatura. El pijama mismo, aunque la leyenda indica que era un homenaje a los internos de la residencia psiquiátrica de un hospital de Buenos Aires, no era otra cosa que una parodia al vestuario de cuero elegido por los rockeros más duros.
Sin Bersuit, sin Buenos Aires, sin pijama y sin más bronca, el Pelado está atravesando una etapa introspectiva y terapéutica, está “pensando menos y sintiendo más”, “postergando las ideologías” y “escuchando los latidos de su corazón”, que en esta etapa marcan ritmo de cumbia. Aunque muchos puedan considerar una traición a la energía combatiente que antes era fuente de su inspiración -y en ese tren llegó a meterle el peso desde a Menem hasta a Los Redondos- Cordera responde que lo que está atravesando es “una sanación”: una etapa en la que le importa más “lo lúdico de la espontaneidad” que “la racionalidad de los mensajes moralistas”.
“Este disco tiene mucho de sanación, de mirar para adentro y aprender a estar bien conmigo mismo. Estoy descubriendo que éste es el verdadero trabajo que yo tengo como ser humano: ser mejor persona, conocerme más, integrarme, ser menos moralista, menos mental… Comprometerme menos con un mensaje y más con lo que voy sintiendo. Es cierto, ideológicamente tengo una opinión formada, pero más importante para mí en este momento es lo que me pasa en el corazón”, explicó Cordera.
Asalto de cumbia
Aunque en temas como “El viejo de arriba” y “Yo tomo” Bersuit Vergarabat había mostrado un interés por contemplar en su repertorio una faceta cumbiera, nunca antes Cordera había investigado tanto en el género como lo hace en La caravana mágica. El disco tiene música electrónica, aires norteños y hasta una milonga campera; pero es en su mayoría un trabajo de música tropical que recorre desde la cumbia villera y la colombiana hasta el sonidero mexicano.
“La transformación se debe a que a mí la cumbia me encanta. Es un género en el que hay un encuentro entre el mundo negro y el mundo indígena. O sea, donde se mezclan la sensualidad y lo instintivo con lo espiritual y con lo sagrado también. La cumbia es tan plástica y tan abarcativa que puede abrazar a cualquier ritmo musical. A cualquier género musical lo llevás a cumbia y funciona”.
Sin embargo, eso no es una característica excluyente de la cumbia. Algo similar sucede con el punk rock, un género que ha demostrado que no tiene límites para versionar obras ajenas al estilo. “Es cierto. El punk puede versionar cualquier cosa, pero es rígido, es más urbano y post industrial. La cumbia es más tierra, es más sagrado. Podés ponerle la bronca del punk a cualquier canción, pero esto es otra cosa, no está ni mejor ni peor. Creo que la cumbia funciona muy bien con la milonga campera ‘No es que sea viejo’, con la música electrónica en ‘La bomba loca’, y con la música norteña en el carnavalito ‘El lisiadito’, que integran el disco. Sigo profundizando con la cumbia porque creo que se puede lograr cosas increíbles”.
Un día después Cordera subió al escenario del Teatro de Verano para interpretar junto con Rada el corte de difusión de su disco No es que sea viejo y la versión caribeña de ‘Punto muerto’, de Fernando Cabrera. Y esos diez minutos le alcanzaron para hacer gala de su peculiar estilo de baile, una mezcla pseudo erótica entre el tradicional requiebre de cintura cumbiero y las gambetas futboleras, que llenan de esperanza a todos los pataduras que acostumbramos a acodarnos a la barra. La espontaneidad de ese baile desvergonzado ya se había visto en las cumbias de Bersuit, pero en este disco se incrementa a la enésima potencia, porque “La caravana mágica es un disco lúdico, pa’ bailar”.
Coope rock
La sanación a la que hacía referencia Cordera se debe en gran medida a su cambio geográfico. Hace cuatro años el músico se fue con su familia de Buenos Aires y se instaló en La Paloma (Rocha) en busca de tranquilidad. Allí compuso el disco en una casita frente al mar en La Balconada y fue presentando las canciones en los escenarios más improvisados: “¡Ni en boliches las presentábamos! Toqué en clubes barriales de La Aguada y Barrio Parque, en camiones en la calle, en serenatas y a la gorra. Una serie de situaciones que propulsaron la semilla creativa de todo este disco. Después viajamos todos juntos a San Luis para poder cristalizar toda esa experiencia que duró un año. Así nació La caravana mágica, y es un disco que está lleno de vida, loco, tiene mucha historia atrás. Cada canción tiene una historia. Son canciones que nacieron con la gente”.
Sin preocuparse por lograr una formación estable, Cordera invitó a todo el que se animara a acompañarlo en la caravana mágica, para honrar el nombre del disco. Y mientras menos experiencia tuviese, mejor: “Leandro Perdomo, por ejemplo, que es mi vecino en La Paloma, fue jugador de las divisiones formativas de Peñarol, y por una crisis que tuvo con el fútbol se puso a tocar la guitarra. Esta semana debuta con nosotros en Niceto club de Buenos Aires y va a tocar en La Trastienda de Montevideo el 13 de noviembre. Hace apenas unos días conoció Buenos Aires y ya lo hice acompañarme a tocar a las radios y a la televisión”.
Tan convencido está Cordera de este proyecto que apostó a materializarlo registrando a sus compañeros de la caravana mágica en una cooperativa. “Esto es una primicia: la semana pasada decidimos formar una cooperativa de trabajo. Somos un combo de 15 personas tirando para el mismo lado y me pareció que estaba bueno que el proyecto nos pertenezca a todos, que todos formemos parte de una idea, de una cosa más importante que nos contenga. Ya no soy más el burro que llevaba un carro atrás, vamos todos juntos”, anuncia el músico.
Sacar el niño afuera
“Olé, olé. Olé, olé, olá. De la cabeza con Bersuit Vergarabat” era el cantito que los fieles gritaban cada vez que la banda aparecía en escena. Un símbolo que resume algunas de las vivencias que Cordera atravesó en los más de 15 años de actividad con el grupo: la merca, la fisura, las discusiones, el rápido ascenso post Santaolalla y un fenómeno que creció al punto de convertir a la Bersuit en una de las bandas de rock argentino más notorias de las últimas dos décadas.
Sin embargo, ahora el músico cambia de página y asume riesgos: “Tengo mucho más libertad para crear y siento que a mí la libertad en ese aspecto me da más frescura. Hay que salir del escudo protector. Lógicamente, cuando salís te encontrás con que viene poca gente a verte, que te cuesta conectar con el mundo, que a los medios les cuesta pasar tus canciones. No es fácil. La gente está acostumbrada a otra cosa, espera algo distinto de mí. Pero te aseguro que este proyecto va a tener mucha repercusión. Lo siento, es cuestión de tiempo nada más”.
Antes de meterse en la prueba de sonido junto a Rada, Cordera tuvo tiempo de sintetizar en su admiración por el Negro la transformación a la que apunta. “Estoy enormemente agradecido de poder estar acá junto a Rubén. Me parece que es el gran músico uruguayo y una de las pocas personas que todavía tiene un niño adentro cuando hace música. Para mí, eso es lo más saludable que le puede pasar a una persona, y más todavía si le pasa de grande: saber jugar”.