Historias mínimas

“En el comedor pusieron demasiados tubos, cuando los prenden todos parece de día.” El testimonio es de los maestros de la escuela Nº 20 de Quintana, en cuyo pueblo parte de sus habitantes dejaron de pertenecer al grupo de los uruguayos que no poseen luz eléctrica. Con el dato de que la cobertura llega a 98% de la población, el 2% restante forma parte de aquellos que, como en Quintana hasta hace poco, entre otras cosas, siguen charqueando la carne para conservarla. El gobierno de José Mujica se propuso culminar su mandato con un alcance total, es decir, que haya luz eléctrica en todo el territorio. “Espero que lo podamos resolver en los próximos años. Son 40 millones de dólares, poco más, poco menos. Lo tenemos que resolver, es una de las cosas fundamentales que hacen a la equidad humana”, resaltó el presidente el 15 de setiembre, en el marco de la firma del convenio con OSE. Estimó que son unas seis mil familias las que aún no tienen este servicio.

Luego de un largo y sinuoso camino y previo al ingreso a Quintana -pasando lo que llaman las “cuatro bocas”-, aparece la primera señal. Una flotilla de trabajadores instala los postes de la extensión de la red de electrificación rural, que en esta etapa llega hasta el pie del cerro La Virgen. Se trata de una zona muy elevada donde se colocará una antena de Antel para que los pobladores, además de disponer de señal telefónica segura, accedan a internet. En tanto, en Pueblo Quintana decir que llegó la energía eléctrica es una generalidad, ya que hasta el momento sólo las 21 viviendas de MEVIR, la escuela y la comisaría pueden dar testimonio de la novedad. El resto, unas 33 familias, aguardan que culmine el tendido de los ramales.

El 25 de octubre se inauguró oficialmente la electrificación de Quintana. Graciela Padilla, de 51 años, nacida y criada en el pueblo, contó que ese día no quiso ir a la ceremonia con presencia de autoridades, sino que prefirió quedarse en su casa “a esperar la luz”. Culminado el acto, dice que probó encender lámparas y electrodomésticos, pero nada funcionaba. “Nos mintieron, inauguraron pero la luz quién sabe cuándo va a venir”, pensó. En su estado de ansiedad Graciela no se había dado cuenta de subir el tomacorriente del contador: “La luz sí había venido, ahí me emocioné mucho”. Narró su confusión con una sonrisa al revivir el momento en diálogo con la diaria.

Parada en la puerta de su vivienda MEVIR, antes de franquear el paso a su interior, señaló con su mano y dijo: “Ahora hay focos”. En el living son varios los indicios de la instalación eléctrica. A un tomacorriente colocado en la pared están conectadas tres fichas: una alimenta el televisor, otra, el reproductor de DVD y otra carga el celular. El cuadro se completa con un farol a gas, una de las fuentes de luz que utilizaban hasta ahora: “Nos pasa por falta de costumbre que nos olvidamos que ahora tenemos luz”.

“Lo más importante es que ahora podemos tener heladera, televisión y ventilador, y lo que yo quería tanto, un termofón”, expresa Graciela, y explica que desde hace dos años tenía heladera, pero guardada en casa de familiares “porque sabíamos que en algún momento nos iba a llegar”, lo mismo que algunos electrodomésticos como batidora y multiprocesadora.

En la escuela

Los maestros de la escuela Nº 20 de Quintana están convencidos de que con la irrupción de la corriente eléctrica podrán aprovechar “valiosísimos recursos didácticos”. No obstante, conscientes del impacto que este hecho puede ocasionar en los habitantes de la localidad, han asumido un rol protagónico en el trabajo con los niños para la concientización y sensibilización respecto al nuevo recurso y a los cambios que ello traerá a sus vidas cotidianas. En su trabajo seleccionaron para el análisis la canción “Santa Marta”, del dúo Larbanois y Carrero.

Fundada en 1930, es una de las escuelas más antiguas del departamento y precisamente debe el nombre a su primer maestro, Alejandro Quintana. Cuenta con 31 alumnos de cuarto a sexto año. Los maestros son Darío Volpi, de 33 años, de Salto, y Pablo Hernández, de 31 años, de Tacuarembó. La cocinera Olga Olivera completa el plantel. Volpi dice que la conexión eléctrica conlleva muchos e importantes cambios.

“Estamos hablando de un país donde se quiere llegar a la igualdad de oportunidades; podemos decir que hoy estamos al mismo nivel, llegamos a tener la oportunidad también de disfrutar de la corriente eléctrica”, reflexionó. Hasta el momento, el local educativo se alimentaba con paneles solares que cargaban una batería. Volpi ejemplificó la dinámica de la situación previo al 25 de octubre: “Con el suministro de 12 voltios teníamos que limitarnos en el uso de la tecnología, el televisor no lo podíamos usar mucho porque lo teníamos un rato prendido y la batería ya se gastaba”.

Hernández se sumó a la conversación y describió que “los días de lluvia, de tormenta o en los días nublados de invierno, la carga no era mucha”, por lo que debían administrarla mejor: “Nos pasó de quedarnos sin luz más de una vez”. Conscientes de ese pasado reciente, aseguran que usarán debidamente el recurso. También tenían dificultades con las computadoras XO: “No les podíamos dar el uso debido” y si bien “sabemos que el problema de conectividad va a demorar un poco en solucionarse, en algún momento va a llegar”, presagió Volpi; cuando terminó la frase lo llamaron de Antel para coordinar aspectos de la instalación de la antena en la zona.

“No hay conexiones para las XO, entonces se bloquean”, problema que esperan que se termine cuando esté instalada la nueva antena. “Quintana estaba apartado del mundo”, coinciden los maestros en su definición, por lo que celebraron que la corriente eléctrica les posibilitará “estar conectados, informados”. Cuando hablan de las transformaciones que experimentará la localidad recurren a lo que puede parecer una obviedad: “De noche cambió, porque ya han colocado algunos focos y dicen que van a colocar más”, lo que ha generado un nuevo movimiento: “Antes, de noche parecía que no había pueblo”.

Sobredosis

Para la escuela también se vendrán muchos cambios que ya están en marcha, “en el año 2007 Prodenor nos donó una computadora”, que prácticamente no la han podido usar. “La prendimos muy pocas veces, porque consume mucha batería”, relató Hernández. Con la instalación de la corriente “la probamos la semana anterior y funciona perfectamente, Pablo va a traer un teclado nuevo de Salto y si bien en principio no vamos a tener internet, sí podemos usar el Encarta o imprimir trabajos”.

La escuela tiene una Comisión Fomento que está aportando mucho con su trabajo, se compró un freezer, aunque todavía sigue vigente la heladera a gas, un tema que la comisión busca solucionar. Otra adquisición reciente fue un equipo de música que, entre otras cosas, solucionó un gran problema como lo era pasar la música en los actos. Hernández aportó una anécdota acerca de cómo se las ingeniaban: “Las actividades se hacían conectando una radio de auto a la batería, era la manera de tener música”. “También tener música nos va a permitir trabajar mejor con las tareas extracurriculares como talleres de expresión corporal y musical”, amplió la nómina de beneficios que representa la luz.

Otro aspecto sustancial en el que prevén mejoras, puntualizó Hernández, hace a la esencia misma de su función y hacia dónde está orientándose: “Todo lo que es la educación se está basando en el uso de la tecnología, todo lo que viene de inspección [Primaria] viene por correo electrónico”. Los docentes están trabajando con los niños sobre el impacto de la llegada de la corriente eléctrica a Quintana: “En un principio sabemos que van a mirar mucha televisión, pero tratamos de transmitirles que destinen su tiempo para cada cosa, que jueguen al fútbol, que no pierdan eso que tiene el niño del medio rural por mirar una película, que sigan realizando actividades físicas y a través de ellas, el compartir con los otros, mantener los vínculos”.

“Les hacemos llegar a los vecinos por medio de los niños, que son nuestros mensajeros, que tener la luz no es tener todo sino lo necesario para tener una vida más digna”. A través de los niños “llegamos a los adultos también”; los motivan a la reflexión sobre “el uso indebido de la tecnología, alertándoles también sobre la globalización y el consumismo”. “Que la tecnología esté al servicio de ellos es también nuestro papel”, reivindicó Volpi.

En penumbras

Maycol Ferreira tiene 12 años y está en sexto año. Llega todos los días en una bicicleta que le regalaron, la cual no tiene llantas ni cadena; el asiento lo construyó él mismo y se impulsa con los pies en el suelo. Maycol cuenta que a su casa todavía no llegó la corriente eléctrica: “Vivo fuera de las viviendas [de MEVIR], todavía no llega la corriente”, por lo cual continúan alumbrándose “con velas o a curuya”, como les llaman a las lámparas a querosén. Enseñó que las mechas “se compran o se sacan de los sombreros”.

Otra situación similar vive la familia Da Costa, ya que dispone de “batería y un generador a gasoil”, al cual Gabriel, de 68 años, enciende para mostrar cómo funciona. “El motor lo prendemos de tardecita hasta las diez de la noche”, acota su hija Carolina, quien con 24 años es una de las nuevas concejales del municipio de Mataojo. Su padre puntualizó que para acceder a la corriente eléctrica “entregué mil dólares, por la casa y un campo que tengo enfrente”, dado que UTE cobra 500 dólares por cada conexión.

En parte ya están equipados. El generador los habilita a usar licuadora y batidora, así como un freezer y dos ventiladores de pie. Carolina agrega a la lista una computadora, aunque aclara que “acá no agarro señal, entonces tengo que subir arriba de un cerro”. En tanto “para bañarnos tenemos un calefón a gas”. Tampoco han dejado de lado el uso de las “curuyas”, tal como muestra una cargada de querosén Marinela Ustra, la esposa de Gabriel.