Sin el revuelo del día previo, ayer se cerró el máximo encuentro anual de los banqueros de esta parte del mundo. De acuerdo a los organizadores, el balance fue sumamente positivo, ya que se superó la cantidad de participantes que se estimaba (unas mil personas), alcanzando un total de 1.500 inscriptos. Sin embargo, la mañana de ayer, con bastante menos público, dejó excesivamente grande al Salón Punta del Este del Hotel Conrad, donde el presidente global de servicios financieros de KPMG, Jeremy Anderson, expuso sobre “Los efectos recientes sobre la banca internacional y su impacto en el sistema latinoamericano”.

En un perfecto inglés destacó que en América Latina se observa un buen desarrollo de las instituciones bancarias y que a raíz del eficiente desempeño mostrado durante la crisis, es probable que siga recibiendo capitales desde el exterior de forma masiva. Enfatizó que la crisis global generará importantes efectos en el sector y alterará el comportamiento de muchas instituciones financieras. A su entender se está registrando una “evidente polaridad” a nivel internacional, con las economías emergentes por un lado y las desarrolladas por otro, con un fuerte foco de tensión entre ambas, que son las regulaciones financieras y los flujos internacionales de capital. Reflexionó que la próxima Cumbre del G20 estará signada por “muy duras negociaciones” (ver páginas 12 y 13).

Tremendas bases

En otro orden, Anderson interpretó que si los países desarrollados no descienden sus déficits fiscales “van a perder credibilidad”. En esa línea detalló que “en Estados Unidos se está hablando mucho -lo que debió haberse hecho antes- de los estímulos fiscales”; en Francia se cambió la edad de jubilación -lo que ha provocado enormes problemas sociales- y en el Reino Unido se está aplicando un “programa muy grande de reducción de déficit”.

El ejecutivo de KPMG pronosticó que a nivel multilateral se viene “un tsunami de cambios”, de transformaciones “complejas” en los requerimientos internacionales, y recomendó que las regulaciones “no sólo se deben ver desde la racionalidad”, sino también con un enfoque social. Describió que la respuesta que se dio durante el colapso financiero de 2008 fue “cómo tratar de aterrizar una nave espacial sobre un avión”, y que lo que se busca con los cambios regulatorios es generar “un base mas fuerte de liquidez”. “Ello se puede realizar, pero será muy costoso”, afirmó.

Su principal preocupación pasa por las reformas incluidas en el marco de Basilea III, que implican grandes transformaciones en la cantidad y la calidad del capital requerido, y cuya implementación se aplicará progresivamente hasta 2018. Interpretó que las instituciones en Estados Unidos y Europa alcanzarán los mínimos exigidos, aunque se cuestionó si eso será suficiente para evitar un nuevo colapso.

En este sentido, indicó que uno de los focos principales de las normas se dirigen a evitar instituciones demasiado importantes como para dejarlas quebrar, tal como sucedió con el Lehman Brothers, que, debido a sus interconexiones con otras instituciones, desató un verdadero caos bursátil. “No tengo la bola de cristal, pero creo que [las regulaciones] van a tener una gran incidencia sobre las grandes instituciones”, señaló Anderson. No obstante, explicó que “los pequeños bancos van a verse enfrentados a grandes complejidades”, principalmente en Estados Unidos y por las nuevas reglamentaciones que también los incluye.

Por ese motivo consideró que los próximos años serán un momento “muy interesante” para los bancos de tamaño mediano porque tendrán “oportunidades sumamente interesantes” y enfatizó que los cambios van a generarse “aun si no sabemos cómo hacerlos”.

Un buen lugar

El especialista advirtió que “no es un experto” sobre la región, pero opinó que América Latina tuvo “una buena crisis”, a la que si bien no fue inmune, logró sortearla satisfactoriamente. Por eso estimó que “el mundo está aprendiendo” de las reformas que fueron aplicadas años atrás por los países latinoamericanos, buscando extenderlas a nivel global.

En la misma línea, sostuvo que “la base de la región es muy sólida”, cuenta con “buenos colchones de capital” y logró “consolidar” a varias instituciones pese a las dificultades globales. Además, estimó que los recursos naturales producidos en el continente continuarán siendo objeto de “una importante demanda” y subrayó particularmente la importancia de los crecientes flujos comerciales sur-sur (Asia, América Latina y África).

El desarrollo de infraestructura también es una gran oportunidad para generar mayor sustento en el crecimiento futuro, según valoró el experto, quien se mostró “impresionado por la ambición en infraestructura para servir a las economías crecientes”. “El tema es cómo hacer que ello sea eficiente”, deslizó. Marcó que el interrogante cobra mayor sentido en estos tiempos en los que “el mundo mira a América Latina” porque tiene grandes oportunidades y un fuerte potencial de crecimiento en el sector financiero. Para captar más clientes, instó a los banqueros presentes a “mejorar la eficiencia de la banca”, “incorporar nuevos servicios” e “innovar”.

Uno de los desafíos que tendrán las bancas regionales será obtener capital para cubrir la creciente demanda y recomendó tener presente la posibilidad de asociaciones entre los sectores público y privado. “Ustedes están en un muy buen lugar para comenzar”, concluyó.