Ni rastros

Actualmente no hay registros que midan el porcentaje de jóvenes que pertenecen a un sindicato de trabajo ni cuántos estudian, tienen hijos, viven solos o cuentan con otro trabajo. Consultado al respecto, Marcos Supervielle, comentó a la diaria que la forma de medir la cantidad de integrantes es contar cuántos delegados hay por sindicato en congresos o reuniones generales, pues cada uno representa a 100 afiliados. Acotó también que en este sentido las organizaciones tienen pocos registros estadísticos respecto a sus afiliados. El sociólogo expresó que se piensa realizar un relevo de estos datos a futuro.

El análisis tuvo como disparador las exposiciones que por un lapso de diez minutos realizaron los sindicalistas Roberto Umpiérrez, de AEBU; Ramón Silvera, del gremio de Antel (Sutel); Abigail Puig, de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio e Industria (Fueci), y Martín Pereyra, de los públicos (COFE). También participaron el sociólogo Marcos Supervielle y Santiago Soto, del Instituto de la Juventud del Uruguay (Inju).

Supervielle abrió la jornada considerando que hay una desvalorización detrás de la palabra “joven” y sus representantes; por eso defendió el uso del término “nuevas generaciones”, que transmite una sensación de fuerza y da la pauta de un nuevo grupo que se va a imponer y se hará sentir. Según el profesional, el choque con las generaciones adultas se produce en “la capacidad irruptiva” y las nuevas ideas que aportan los jóvenes, que generan resistencias. Por eso se mencionó la necesidad de contar con espacios intergeneracionales en los que se dé un intercambio de experiencias y nuevas ideas.

“Es necesario aportar a los adultos una visión joven. Para modificar unos detalles del logo de Sutel pasamos toda una discusión, se resisten a la renovación”, ejemplificó una joven integrante del sindicato. También fue muy mencionada la falta de contención e información que hay cuando un joven adhiere a un sindicato. Gran parte no sabe por qué lo hace ni qué derechos y deberes tiene al formar parte de su asociación. “Muchos se afilian por si les pasa algo y es una mala concepción que se tiene”, comentó un integrante del sindicato de la banca oficial; es una práctica que se repite en varias asociaciones de trabajadores.

Este punto ha sido calificado, en parte, como una consecuencia natural del aluvión de afiliaciones experimentadas por los distintos gremios que conforman el PIT-CNT. Junto a esto se encuentra la falta de programas, espacios de participación y oportunidad de tomar decisiones, factores que contribuyen a que no se despierte el interés más allá de los beneficios que de por sí trae ser parte de un sindicato.

En contrapartida, el delegado de COFE destacó la creación del Departamento de Jóvenes del PIT-CNT con el objetivo de capacitar a los militantes para trabajar en sus sindicatos, y reconoció que si bien fue difícil, las nuevas generaciones fueron incorporadas a comisiones de trabajo como género y equidad, salud, o cultura. Sin embargo, desde AEBU, Umpiérrez comentó su experiencia con la comisión de jóvenes de su sindicato, que a pesar de haber sido puesto en marcha no tenía funciones claras ni temas a tratar y había un vacío respecto al poder y peso que tenía. La situación sería similar en varios sindicatos, por eso el argumento fue que la creación de estos ámbitos no es la única solución y que no alcanza con el solo hecho de crearlas.

Otro punto que se trató fue la burocracia existente en el movimiento, que impide que fluyan las ideas más simplificadoras aportadas por los recién llegados, determinando que las comisiones de jóvenes incidan en los organismos de decisión. Pereyra opinó que no hay tanta burocracia y que es parte de la democracia el hecho de que en el proceso de decisión “haya más compañeros”.

Se discutió la necesidad de romper con el prototipo de sindicalista, aquel caracterizado con “la matera, el Che Guevara y el Manifiesto Comunista, que va a arengar a las asambleas”, pero al que “la revolución le dura 15 minutos, porque después se va a la casa a mirar a Tinelli”, objetó Silvera, el militante de Sutel. También pidió no encasillarlos en la comisión de jóvenes -“no hay una comisión de viejos”, comparó- y en el debate sobre la legalización de la marihuana, sino ampliar las áreas de participación.

Hubo acuerdo en que son necesarias políticas específicas, propuestas renovadoras que logren atraer a quienes, por ejemplo, no concurrieron al debate; renovar la terminología, hacerla más simple; darles más peso en los ámbitos de discusión y decisión; más información y contención al sumarse al movimiento sindical por parte de los viejos sindicalistas.

Se reiteró en varias oportunidades la inconveniencia de sobrevalorar al que “dejó la vida por la lucha” y desplazar o marginar a quien se queda en su casa o deja el sindicato, en lugar de preocuparse por capturar su atención y atraerlo y averiguar por qué se alejó. Hubo consenso en que la disyuntiva no es entre dedicarse enteramente al sindicato o hacer su vida, sino encontrar un equilibrio entre ambas, algo que generalmente es mal visto. También se hizo hincapié en la necesidad de generar estructuras alternativas para homogeneizar los objetivos comunes y no los pensamientos, pues se advierte poca diversidad y mucha politización en el movimiento.

“Hay una brecha entre los jóvenes de la dictadura y los de ahora, yo quiero luchar por mis compañeros; y si pensás distinto te hacen a un costado”, compartió una participante.