Pasado fabril

“Estas construcciones cuyo destino expreso era el de ser casas económicas para obreros constituyen un hecho relativamente original en su época y presentan interés de ser estudiadas como realizaciones de vivienda de interés social promovidas por iniciativa privada”, dice un artículo de la arquitecta Livia Bocchiardo publicado en la revista de la Facultad de Arquitectura en 1963 y conservado por el Instituto de Historia de la Arquitectura de la misma institución. Las viviendas construidas por Alejo Rossell y Rius en Reducto estaban destinadas a obreros y la zona elegida para su ubicación lo confirma, ya que en 1910 existían en las cercanías varias fábricas como la compañía general de fósforos, la fábrica de chocolates Saint Hermanos, la papelería Galli, una fábrica de dulces, estaciones de tranvía, etcétera. Edificadas sobre un terreno rectangular que mide 66 metros sobre la calle Garibaldi, 31 metros sobre Rocha y 40 sobre Marcelino Sosa, las 48 viviendas son de dos plantas y se distribuyen en cuatro bloques separados por tres pasajes peatonales interiores que se vinculan con la vía pública. Las parcelas son de 40 metros cuadrados, con 4 metros de frente al pasaje y 10 de fondo. El sistema constructivo patentado con el nombre de su creador “consistía esencialmente en un entramado de madera para muros y techos y luego, a manera de cerramiento, tejido de alambre estirado, papel impermeable y revoque exterior”, detalla el mismo documento. “A los pocos años se agregó un sobretecho de chapas de hierro galvanizado, pues según noticias obtenidas, la lluvia ocasionó graves perjuicios”, agrega. Otros dos grupos de viviendas emplazados en el mismo barrio (uno en Garibaldi y Marsella y el otro sobre Rocha entre Concepción Arenal y Rivadavia) conforman lo que por 1910 significó una opción habitacional más que digna y de gran avance en cuanto a condiciones de higiene e intimidad de sus ocupantes, teniendo en cuenta que la oferta para el nivel económico de un obrero se limitaba a la casa de inquilinato o conventillo.

“¡Hace 15 años que los estamos esperando!”, exclamó una vecina del complejo de viviendas Rossell y Rius del Reducto, cuando un grupo del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes (IENBA, de la Udelar) se acercó por primera vez al lugar para plantear la realización de un proyecto mural similar al realizado 15 años antes en el barrio Reus Norte, a lo que hacía referencia la mujer.

“La iniciativa se concretó en una charla que tuvimos en 2008 con el entonces intendente de Montevideo, Ricardo Ehrlich, cuando surgió incluso el lugar para realizar el trabajo”, comentó el director del IENBA, Samuel Sztern.

El proyecto se llevó a cabo mediante un convenio entre el IENBA y la Intendencia de Montevideo (IMM), y contó con la colaboración de la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM) de la Universidad de la República. El costo total de los materiales fue de $ 700.000; la IMM asumió $ 400.000 y el resto fue costeado por la CSEAM y el IENBA, que, además, aportó la mano de obra. La intendencia también colaboró restaurando las veredas, reparando grietas y rajaduras de las fachadas, retirando el cableado del alumbrado público y armando los andamios.

Para elegir como escenario de la intervención al complejo de viviendas Rossell y Rius, ubicado sobre Garibaldi, entre Rocha y Marcelino Sosa, se pusieron en juego factores como las características de las viviendas, de la zona y de sus habitantes. “Las viviendas tienen un dibujo de fachada homogéneo, lo que permite estudiarlo como un todo y sus partes; no pasa lo mismo en un grupo irregular de casas que surgieron espontáneamente sin tener en cuenta a la que está al lado”, explicó Sztern. “El complejo está emplazado en un barrio popular por el que transita mucha gente, tal vez con poca costumbre de asistir a lugares en los que se pueden apreciar las artes plásticas. Una intervención de estas características colabora con el desarrollo de la percepción artística de la gente y ayuda a entender la relación del arte con la vida: ya no se trata de una cosa para entendidos que tradicionalmente se escondía en los museos”, agregó el director del IENBA.

Las actividades de Extensión Universitaria son de carácter institucional y curricular para toda la población estudiantil. Las distintas propuestas se trabajaron en el contexto de los talleres de Libre Orientación Estético-Pedagógica y en clases regulares del Seminario Taller de las Estéticas III, en que se desarrolló la confrontación estética y los aportes de toda la población estudiantil del Segundo Período y los docentes del IENBA.

El proyecto que finalmente se aplicó fue creado por Irene Silva y Canela Conde, alumnas del taller del profesor Carlos Seveso. “El tipo de arquitectura resultó un soporte plano, frontal, casi escenográfico, que permitió un muy buen ensayo respetando el austero dibujo de las fachadas. Marcamos las divisiones generadas por las entradas a los corredores internos del complejo, generando un aspecto rítmico a lo largo de la cuadra. Trabajamos con una paleta predominantemente tonal, colores apaciguados por la incorporación del blanco o el negro. El resultado es menos vibrante, más vinculado a la paleta de una parte de la historia de la pintura nacional”, detalló Seveso.

De la selección final formaron parte otros dos proyectos; uno incorporaba a su diseño imágenes figurativas de pájaros y el otro se basaba en formas geométricas organizadas en función de una serie de líneas que atravesaban el plano de la fachada. “Ambos fueron producto de una investigación estudiantil muy creativa, coherente y de muy buena calidad”, aseguró el director del IENBA. “Intentamos no repetir soluciones encontradas en el pasado, sino que los diseños surgieran de la investigación y las inquietudes de los estudiantes de hoy. Igual que en el Reus Norte, la preocupación nunca fue restaurar una edificación de 100 años, sino adecuar ese espacio a la idiosincrasia de la gente del siglo XXI, con las visiones, ilusiones, pesares y sensaciones propias de este momento”, agregó.

El vínculo entre estudiantes y vecinos que exige esta meta asegura el cumplimiento de uno de los objetivos fundamentales e históricos de las actividades de extensión universitaria: el conocimiento directo del medio social en el cual se va a proyectar la formación académica.

Entusiasmo general

“Fuimos por primera vez un sábado para encontrar la mayor cantidad de vecinos, y minutos después de hablar con el primero gran parte de los habitantes del complejo estaban en la vereda, ansiosos y dispuestos a brindar su apoyo”, recordó Samuel Sztern.

Ramón Pintado es inquilino del local de la esquina de Garibaldi y Rocha, donde funciona su cerrajería. “Al principio hubo un poco de incertidumbre acerca de cómo iba a quedar, sobre todo con relación a los colores, pero a la vez son construcciones que casi no recibieron mantenimiento desde que se construyeron, hace 100 años. Daba pena el estado en el que estaban. Llegaron con hidrolavadoras, y restauraron todas las fachadas, las veredas. Hace unos meses renovaron todas las persianas de madera y nadie tuvo que poner dinero, sólo colaborar. Fue algo que se vivió con mucha alegría y el resultado final llama la atención. La gente que pasa se queda mirando”, declaró, todavía sorprendido por la cantidad de mujeres estudiantes que pintaban sobre los andamios.

Como Ramón, la mayoría de los habitantes del complejo estuvo de acuerdo con el proyecto. Apenas lo conocieron, los vecinos se ofrecieron a reunir las autorizaciones, destinaron espacios privados para guardar materiales, habilitaron el uso de baños, facilitaron agua caliente para el mate (y fresca para combatir el calor), y en algunos casos hasta dejaron las llaves de sus hogares para que se pudieran pintar puertas, ventanas y persianas durante su ausencia en horarios de trabajo.

Irma Hernández abrió parcialmente la puerta de su casa sobre Garibaldi mientras su perra acechaba atrás. Tiene 70 años y hace 33 que vive en el complejo. Fue una de las primeras en firmar el sí y aunque dice que no es de hablar mucho contó: “Había visto el trabajo que Bellas Artes hizo en el barrio Reus Norte y me gustó, así que no tuve dudas. Ahora cuando digo dónde vivo mencionan el trabajo que se hizo acá; incluso escucho a la gente que pasa: algunos pocos dicen que es un carnaval, pero la mayoría comenta lo lindo que quedó. Para mí le dio mucha vida al barrio”.

No obstante, también hubo algunos casos en los que no se firmó la autorización hasta que aparecieron los diseños definitivos; otros solicitaron algunos ajustes de color que obligaron a modificar el resto e incluso hubo uno que se negó a que su casa fuera pintada. Junto con otros sectores que quedaron sin pintar en función del proyecto, el retazo con el color del revoque original se integra al diseño de la obra finalizada como un desafío de gran provecho para la formación estudiantil y docente.

La actividad de pintura empezó el 26 de noviembre de 2008 y terminó el 16 de diciembre. La jornada de trabajo comenzaba a las 9.00 y se extendía en diferentes turnos hasta las 20.00. Se usó pintura vinílica para exteriores en muros, sintética en aberturas y barniz para las persianas de madera nuevas que reemplazaron a las existentes. “La aplicación del color fue progresiva, analizando las relaciones que se establecían y reservando la segunda mano para los ajustes necesarios de matiz o tono en función de la interacción de los colores entre ellos en la gran escala, o con otros elementos que estaban jugando, como el cielo, los árboles, etcétera”, detalló Sztern.

Para dar por finalizada la obra, sólo resta la colocación de unos detalles en cerámica que enriquecen la relación de materiales existentes en el resultado final.

Para este año, el IENBA tiene otros proyectos de intervención urbana, como los de pintura mural que empezaron a desarrollarse durante 2009 en escuelas primarias y otros edificios de Malvín Norte, Flor de Maroñas y Villa García, la zona que abarca el Programa Integral Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República. “Es evidente la importancia de conservar la arquitectura testimonial, pero no por eso debemos imponer una estética de Panteón Nacional en toda la ciudad. En ese sentido las actividades del IENBA siempre fueron prudentes y hay mucho por hacer”, dijo Seveso, que considera que el espacio urbano montevideano es un poco tímido frente al uso del color.