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El proyecto apunta a pacientes con Alzheimer que se encuentren en etapas iniciales de la enfermedad y que, por ejemplo, conservan el lenguaje. El equipo de trabajo necesita contactar personas con Alzheimer en esta etapa inicial. El teléfono para informarse es 4092227 (Facultad de Psicología). Allí se recibe el llamado y posteriormente se agenda día y hora para tener una entrevista.

El proyecto apunta a delimitar un modelo de atención psicoterapéutica no farmacológica sobre la enfermedad de Alzheimer, que pueda ser aplicado en forma complementaria al abordaje médico convencional. El objetivo es disminuir el proceso de deterioro de las personas con Alzheimer, y mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus cuidadores.

El proyecto fue elaborado por el Servicio de la Psicología de la Vejez (Facultad de Psicología, Udelar) y cuenta con el financiamiento de la Fundación Panamericana de Salud y Educación (Washington, Estados Unidos). El plazo de ejecución es de un año. Actualmente el equipo está realizando evaluaciones de pacientes, y planea comenzar con los tratamientos a principios de mayo.

Abordajes

Robert Pérez, uno de los docentes encargados del proyecto, explicó a la diaria que “se trata de una enfermedad neurodegenerativa que afecta al cerebro de las personas, pero también afecta a toda su personalidad, sus vínculos; no es una enfermedad de una persona sola sino que, en general, afecta a un núcleo”.

La idea es conformar dos grupos de trabajo, uno con pacientes y otro con sus familiares. Se creará además un tercer grupo con pacientes que no recibirán tratamiento este año, sino el próximo, para comparar con los que sí lo reciben.

Los tratamientos transcurrirán durante siete meses, con sesiones grupales de una hora y media por semana. Pérez explicó que “con los pacientes trabajaríamos más en la línea relacionada con el desarrollo de los procesos creativos y la estimulación cognitiva centrada en los aspectos de su vida cotidiana. Y con los familiares en lo referente al impacto en lo afectivo y en cómo poder ir asumiendo la situación”.

Para esta experiencia se cuenta con una base de un proyecto desarrollado por el Servicio de Psicología de la Vejez en 2004. Pérez explicó que en esa experiencia se observaron mejoras en los pacientes “en aspectos funcionales, como el manejo con el entorno, las actividades de la vida diaria”.

Explicó que también mejoraban en algunos aspectos cognitivos, que estaban disminuidos no tanto por las causas físicas de la enfermedad, como por el encasillamiento que se genera al ser portador de Alzheimer. “Por ejemplo: la memoria es un área que desciende claramente en esta patología, afecta principalmente la memoria, pero una vez que la persona queda en el rótulo de enfermo de Alzheimer o de demente, se dispara un mecanismo en el entorno que hace que ese deterioro se agudice cada vez más, y varios hechos de las conductas que todos tenemos en el día a día pasan a ser explicados por la enfermedad, y eso genera a su vez una dificultad en los vínculos. Vimos que mejoraba en el cuidador todo el tema del estrés y el sufrimiento por la carga del familiar que tenía directamente”, detalló el profesional.

Pero esta experiencia implicó numerosas sesiones individuales con pacientes, familiares, trabajo grupal y familiar, que resulta inaplicable masivamente. Por eso, el desafío planteado esta vez es “armar un dispositivo de trabajo psicológico que pueda ser aplicado en los servicios de salud”, sintetizó Pérez.

Los resultados implican una evaluación neuropsicológica, psicológica y de neuroimagen funcional, antes y después de los tratamientos, “queremos ver también si los cambios que puedan producirse a nivel sintomático se visualizan a nivel cerebral, orgánico”, afirmó Pérez.

Hacia el protocolo

Se calcula que en nuestro país hay entre 30.000 y 40.000 personas con Alzheimer. Estadísticas internacionales indican que la cifra se duplica cada cinco años (1% a los 65 años, 2% a los 70, 4% a los 75, 8% a los 80, 16% a los 85, 32% a los 90). Por eso,de acuerdo a los índices poblacionales cada vez más envejecidos, es de esperar que haya mayor cantidad de personas con Alzheimer.

Pérez comentó que en Uruguay no existe un protocolo para atender a las personas en esta situación, que la mayoría está “mal atendida o mal diagnosticada”, y que en el mejor de los casos hay un abordaje farmacológico. Señaló que éste “es sintomático y produce lo mismo que estamos buscando nosotros, enlentecer o mejorar algunas cosas, pero no es sustitutivo sino complementario”.

Existe un protocolo farmacológico, pero el docente afirmó que no está estipulado qué tipo de especialista debe abordarlo, y que en la práctica lo trata “el primero que lo ve, el internista, el de medicina general, el psiquiatra o el geriatra”.

En caso de demostrar las mejoras planteadas, “protocolizaríamos este tratamiento para que pueda ser tomado por otros psicólogos en los servicios de salud y pueda ser aplicado con una capacitación previa”, dijo Pérez.