Cuando la crisis de la deuda griega dejó de ser sólo un problema de las economías más pequeñas de la eurozona para transformarse en un auténtico dolor de cabeza para todos los socios comunitarios, el debate sobre su rumbo futuro se instaló con fuerza dentro del bloque. Para algunos, la primera crisis de la moneda común representa una clara señal de los problemas de funcionamiento de un modelo de integración en el que participan economías cuyas diferencias hacen insostenible la continuidad del euro. En la otra vereda se encuentran quienes piensan que la difícil coyuntura debe ser la base de lanzamiento para un mayor nivel de integración en los asuntos económicos, lo que implicaría, entre otras cosas, transitar hacia un gobierno económico conjunto. Actualmente, los países de la eurozona sólo disponen de una política monetaria común instrumentada por intermedio del Banco Central Europeo, pero carecen de un régimen fiscal compartido y de un tesoro común.
En tanto, el asedio de los mercados sobre el euro no se detiene, haciendo que la divisa común siga perdiendo terreno frente a otras monedas y principalmente frente al dólar. El martes, la moneda comunitaria cotizaba por debajo de 1,22 frente al dólar, nivel más bajo de los últimos cuatro años, mientras que en lo que va del año acumula una depreciación del 15% frente al billete verde. El fenómeno se explica en una constante presión vendedora, que ha llevado a los principales agentes de mercado a deshacer posiciones en euros ante el temor de una mayor caída asociada a la insolvencia financiera de varios países miembro. En Estados Unidos, sede de los principales fondos de inversión del mundo y cuna de la crisis económica mundial, el pesimismo de los agentes financieros sobre el futuro del euro luce casi patológico. Las apuestas que los ejecutivos de los principales fondos de inversión que operan en Wall Street realizan en contra del futuro del euro y de la propia UE no parecen responder únicamente a un seguimiento atento de la situación financiera europea, sino más bien a una auténtica campaña para atraer hacia la principal plaza bursátil del mundo el mayor volumen de inversión financiera posible. En la bolsa de Nueva York saben que las dificultades del viejo continente pueden ser una buena oportunidad para consolidar un mayor volumen de negocios, por lo que echar un poco más de leña al fuego y activar todo tipo de alarmas para generar más incertidumbre puede contribuir a su objetivo.
Por ello, ante cada señal que emite Europa, si bien muchas tardías y poco consensuadas, los principales gurúes de Wall Street responden que no es suficiente para los mercados, cuando fueron los mercados financieros y muchos de sus operadores quienes iniciaron y dieron razón de ser a la crisis global eclosionada en setiembre de 2008, que hoy tiene su segundo capítulo en Europa. Esta forma de actuar ya tuvo resultados visibles, como la huida de inversores hacia los denominados “valores de refugio”, como el dólar, el oro y los treasauries (bonos del tesoro de EEUU), cuyas cotizaciones se dispararon en las últimas semanas. La estrategia, aunque favorable al capitalismo financiero norteamericano, puede debilitar la competitividad industrial de EEUU si el dólar sigue apreciándose frente al euro. Con esto, la esperanza del gobierno de Barack Obama de centrar parte de la recuperación en el crecimiento de las exportaciones podría verse minada ante una Europa con una relación cambiaria cada vez más competitiva. Si los designios de Wall Street se hacen realidad, se verificará la paradoja de una crisis global provocada por un crecimiento inédito de la especulación financiera cuyo corolario sería el retorno, en forma de altos beneficios, al sitio donde todo comenzó.
La defensa de Europa
La respuesta europea llegó en la noche del lunes tras la reunión de los ministros de economía y finanzas de los 27 países de la UE. Allí se decidió limitar la llegada al bloque de fondos con fines especulativos, mediante un mecanismo por el cual los gestores de fondos radicados fuera de la UE pidan autorización previa para actuar en cualquiera de los países miembro. Según el diario español El País, la medida no fue bien recibida por el gobierno británico, que “defiende que estos fondos puedan actuar en toda la Unión si son autorizados por algún país”. Tal posición refleja la altísima captación de inversión financiera por la city londinense: “Londres es la sede de más del 80% de los gestores de fondos alternativos, que incluyen los hedge funds o fondos especulativos y private equity o fondos de capital privado. Muchos de estos fondos están residenciados en paraísos fiscales y son el soporte de las operaciones especulativas que generaron la crisis financiera en 2007 y desbarataron los mercados de deuda posteriormente”.
El martes, el gobierno alemán anunció la prohibición de ventas al descubierto en plazos cortos de acciones y seguros de impago de deuda (CDS por su sigla en inglés), maniobra bursátil que estuvo en el centro de la polémica cuando estalló la burbuja financiera e inmobiliaria en EEUU. Llamadas short sells, son realizadas por operadores de bolsa con acciones que no poseen y su beneficio surge de venderlas a un precio mayor mientras se presiona con los movimientos de venta para recomprarlas a un precio más bajo. La canciller alemana, Angela Merkel, consideró necesaria la medida dada la díficil situación del euro, y rige desde la medianoche de ayer. Las principales bolsas del planeta registraban fuertes caídas en la sesión de ayer, en aparente respuesta de los mercados a la decisión del gobierno alemán.