La investigación se basó en 2.200 encuestas realizadas en 2007 a jóvenes de todo el país que en 2003 habían participado en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés). Los encuestados en aquel momento tenían 15 años (edad de finalizar ciclo básico), y fueron reencuestados por el equipo universitario cuando tenían 20 años.

Se intentó responder quiénes habían terminado el ciclo básico, quiénes habían culminado la enseñanza media superior (bachilleratos) y quiénes habían llegado a educación superior (terciaria), y se rastrearon las experiencias laborales que habían tenido a los 20 años. Estos datos fueron cotejados con los rendimientos académicos (evaluados en PISA 2003) y con el entorno sociocultural del centro educativo al que asistían en 2003.La categorización (que va desde “muy desfavorable” a “muy favorable”) fue establecida en base a las características sociales, económicas y culturales de los hogares de los estudiantes. Se consideraron liceos públicos y privados, e instituciones de enseñanza técnica (Consejo de Educación Técnico Profesional, CETP, ex UTU).

Los datos de la investigación fueron difundidos por los docentes desde julio de 2008, ante la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), en ámbitos académicos y de cogobierno de la Udelar, así como en revistas de investigación. La presentación pública se realizó recién ahora -el libro fue publicado en abril- pero tuvo repercusiones hace exactamente un mes, cuando el diario El País publicó un artículo en el que se mencionaba la investigación, aunque no versaba sobre el libro específicamente.

Pocos educandos

En 2003, uno de cada cuatro jóvenes (25%) de 15 años no asistía a ningún centro educativo. Esto ya marca una primera segmentación. En cuanto al rendimiento académico del total de evaluados por PISA 2003 (5.835 estudiantes), 48% obtuvo los niveles más bajos, 0 y 1, considerados como los “analfabetos” en la sociedad del conocimiento, y sólo 10% obtuvo los niveles más altos (4, 5 y 6).

De los 2.200 jóvenes evaluados, 87% concluyó ciclo básico. Al sumar el 13% que no completó ese nivel al 25% que no accedió a ciclo básico, los docentes concluyen que hay un tercio de jóvenes uruguayos que no lo acreditan; “entonces debe anotarse que la universalización es un objetivo que aún resulta lejos de alcanzarse”, cita el documento.

A partir de la ley de educación aprobada en diciembre de 2008, se eleva la obligatoriedad del nivel educativo, llevándolo del ciclo básico a la educación media superior.

En 2007, había acreditado bachillerato 41%, otro 42% estaba aún cursando y 16% no había ingresado. Aquí los docentes concluyen que “el factor más importante para predecir la trayectoria es el entorno sociocultural del centro educativo. Un estudiante que asistía en 2003 a un centro educativo del entorno sociocultural muy favorable tenía 13 veces más chance de acreditar enseñanza media superior que otro estudiante del entorno muy desfavorable”.

En 2007, sólo 34% estaba inscripto en alguna institución de educación superior. Los docentes indican que en el contexto de los tres países de los que se tiene información sobre un estudio longitudinal de PISA, estiman que “Uruguay tiene sólo uno de cada cuatro jóvenes de la cohorte en la educación superior, mientras que Australia alcanza al 45% y Canadá al 62%”.

Las diferencias según centro educativo se agudizan y pasan a ser más determinantes que el nivel académico. Tabaré Fernández explicó a la diaria que de aquellos que en PISA 2003 obtuvieron los niveles más altos (4, 5 y 6) y “cursaron en un liceo público o en una UTU del entorno muy desfavorable o desfavorable, la mitad no llegó a la educación superior”. “Cuando mirás cuántos de esos muchachos llegaron a la educación superior pero partiendo de un liceo privado muy favorable, te encontrás 9 de cada 10. Es decir, la sociedad uruguaya se perdió [de formar] a la mitad de los estudiantes que estaban en entornos muy desfavorables o desfavorables”, afirmó.

En la presentación del libro, Andrés Peri, director de Investigación, Evaluación y Estadísticas de la ANEP, afirmó que el problema de la acreditación del ciclo básico y de la enseñanza media superior no ha cambiado desde los últimos 20 años, e indicó que en estudios de 1991 ya se había detectado que un tercio de los adolescentes no tenía ciclo básico, y que dos tercios no terminaban el bachillerato.

Por su parte, la socióloga María Ester Mancebo recalcó que el estudio demuestra la “concatenación o acumulación de desi-gualdades”, donde a las propias competencias se les suman otras desigualdades que generan la exclusión. De todos modos, Mancebo destacó que hay jóvenes brillantes fuera del ciclo básico, e indicó que los problemas de integración no son responsabilidad de los individuos sino que están asociados a un formato escolar, y que la escuela no está pudiendo dar respuestas. César Aguiar, también sociólogo, afirmó que “el sistema educativo agrega y consolida desigualdades y es el principal desigualizante en la sociedad uruguaya, fundamentalmente en la educación media”.

Diferencias en la educación superior

De los inscriptos en educación superior en 2007, la mayoría cursaba en la Udelar (67%) y el tercio restante estudiaba en universidades privadas y en institutos de formación docente de ANEP.

Los docentes encuentran “diferencias marcadas” entre los estudiantes reclutados por las universidades privadas y el resto: “En promedio, los estudiantes de las universidades privadas tenían [en base a PISA 2003] 507,9 puntos en matemática y 538,7 en lectura; los estudiantes de Udelar, 486 y 508,7 respectivamente; y los de los institutos de formación docente de ANEP, 457,7 y 470,2 respectivamente”. Estas cifras son promediales, y se enmarcan en los niveles 2 (de 420 a 481 puntos) y 3 (482 a 543 puntos), es decir que en una escala del 1 al 6 (este último tiene de 669 puntos en adelante), la diferencia no sería extremadamente marcada.

Este aspecto fue abordado en una nota del semanario Búsqueda a mediados de febrero del corriente año. Pero la irrupción pública surgió a partir del artículo del diario El País titulada “Muchos malos alumnos eligen la docencia”; a partir de esa premisa, se citan testimonios del rector de la ORT, de la secretaria general de la Federación Uruguaya de Magisterio y de un docente del Instituto de Profesores Artigas (IPA), que revelan el techo académico de la formación docente de nuestro país (sin posgrados y con escasísimas actualizaciones), se transcriben frases respecto del bajo nivel cultural de los futuros docentes y se señala que muchos estudiantes se inscriben en formación docente luego de fracasar en carreras de la Udelar. Para la elaboración del artículo no se consultó a los docentes autores de la investigación.

Respuesta a repercusiones

De inmediato, la nota tuvo repercusiones mediáticas, pero las reacciones de distintos involucrados demoraron al menos una semana en desatarse.

La primera acción fue la emisión de una declaración por parte del Departamento Nacional de Literatura del IPA, en la que se expresa que el docente consultado no estaba autorizado por el colectivo docente, y se hace hincapié en la ausencia de opiniones de autoridades de los institutos de formación docente. “No es inocente, tampoco, que mientras se está dando el proceso de transformación de los Institutos de Formación Docente en el Instituto Universitario de Educación [...] aparezcan artículos con opiniones tan sesgadas”, se afirma.

Luego, otro docente del IPA realizó una declaración, a título personal, cuestionando también la pertinencia de haber consultado al rector de la ORT, a la vez que critica la clasificación de estatus socioeconómicos manejados en el artículo.

Quince días después de la publicación de la nota de El País, Boado y Fernández emitieron un comunicado indicando que nada tenían que ver con lo que allí se recogía, que ellos no habían sido consultados y que era imposible, por ejemplo, que pudiera deducirse de su informe que los estudiantes llegaban a los institutos de formación docente luego de fracasar en la Udelar, porque su investigación se centró en jóvenes de 20 años.

También el Centro de Estudiantes del IPA (CEIPA) emitió una declaración, ésta sí más autocrítica que la de los docentes. Se dice allí: “El desprestigio del docente como actor social no es fenómeno de los últimos diez años, sino que es un proceso que se inicia en el período dictatorial. La educación secundaria ve disminuida su calidad educativa tanto por un cambio de plan en el año 1976 como por la destitución de miles de profesores intelectual y éticamente capaces; en su lugar se poblaron las aulas de ‘docentes’ carentes de dicha díada, algunos de los cuales hasta el día de hoy conservan su cargo”. Luego describen carencias en la formación, aplicados a partir de la reforma de Germán Rama, y se critican también aspectos introducidos por la ley de educación de 2008.

El pasado viernes, Mancebo mencionó que existe bibliografía (de 1996) que muestra que la docencia no siempre atrae a jóvenes de mejores resultados PISA y que éste es un problema de larga data en Uruguay y en el mundo. Y aclaró que los resultados PISA no dicen que los docentes no tengan compromiso.