Fronteras

Las mediciones disponibles parecen indicar que luego del proceso independentista la divergencia en los niveles de crecimiento de América Latina respecto de los centros desarrollados se incrementó fuertemente, “lo que está vinculado a desórdenes institucionales”, y que existió un proceso de convergencia desde principios y hasta mediados del siglo XX. Sin embargo, esta convergencia es un proceso muy desigual. Después tuvo lugar un intenso proceso de divergencia respecto del mundo desarrollado, paralelo a un proceso de convergencia entre los países de América Latina, pero con niveles crecientes de desigualdad al interior de ellos. Esta dimensión de la convergencia o divergencia en materia de desarrollo relativo con los países desarrollados es relevante “porque hay una relación entre desigualdad y crecimiento, y el crecimiento, a su vez, tiene que ver con la inserción internacional”, afirmó Bértola. Por ello, se estima que “las oportunidades que tiene un país de crecer tienen que ver también con la diferencia de nivel que tiene con los países desarrollados”. Es así que “hoy en día, las desigualdades son principalmente internacionales”, es decir, “para ver qué lugar ocupa una persona en el mundo, más que su raza, su género, su clase social, lo que más importa es el país en que nació y en el que vive: eso termina siendo más determinante”.

Parte del debate contemporáneo en la materia gira en torno al interrogante sobre el nexo causal entre desigualdad y crecimiento: “América Latina es una región atrasada y divergente porque es desigual, o es todavía desigual porque aún no ha logrado crecer”. O bien no hay nexo causal entre ambos fenómenos. Sobre el punto, Bértola aclaró: “Éstas son preguntas que aún no estamos en condiciones de responder, aunque hay mucha investigación empírica en marcha” indagando en estos aspectos, esperada con expectativa porque “la información más o menos fidedigna con la que contamos es principalmente de las últimas cuatro o cinco décadas”.

El académico distinguió dos grandes tradiciones para estudiar la desigualdad y la divergencia en el desarrollo entre países, “que últimamente se han tratado de fundir” para la labor de análisis. “La primera está asociada al nombre de Simon Kuznets”, economista ruso que desarrolló su carrera en Estados Unidos y obtuvo el premio Nobel en 1971. “Fue uno de los primeros en trabajar sistemáticamente y de forma empírica el tema de la distribución del ingreso y encontró un patrón que postulaba que en etapas tempranas del crecimiento, los países experimentaban un aumento de la desigualdad, pero llegados a determinados niveles, la desigualdad empezaba a caer”, explicó. La relación causal se plantea desde el crecimiento a la desigualdad.

La otra vertiente de análisis, dentro del enfoque por países, se constituye con el debate entre “convergencia y divergencia”. Es decir, si los países tienden al mismo ingreso per cápita “es cierto aquello de que los más pobres crecen más rápido y tendencialmente van a alcanzar a los más ricos”. Y esto equivale a preguntarse si el crecimiento es un proceso tendencialmente convergente “o es que los ricos van a ser cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”, siendo los horizontes de divergencia.

El segundo enfoque refiere a la “desigualdad dentro de los países” y fue desarrollado en 2002 a partir del trabajo La desigualdad entre los ciudadanos del mundo 1820-1992, de François Bourguignon y Christian Morrisson, donde se comienza a examinar la desigualdad global y su descomposición por regiones y por países, para determinar si el incremento de la desigualdad obedece a una suba de la desigualdad entre países o dentro de los países o regiones.

Otro autor que cultivó este enfoque es el economista del Banco Mundial, Branko Milanovic, quien plantea: “Cada vez menos podemos ver la desigualdad mundial en términos ‘marxistas’, es decir que cada vez importan menos las clases sociales, sino que cada vez más la desigualdad se da en términos ‘nacionalistas’”, reseñó Bértola.

Al que nace barrigón…

La desigualdad también puede verse como un freno al crecimiento, con un enfoque de sentido inverso a la relación tradicional, que plantea que el crecimiento trae consigo la desigualdad. Sin embargo, aquí “aparecen teorías muy dispares, que dicen cosas muy diferentes”. Por un lado, “el viejo pensamiento estructuralista latinoamericano y los historiadores latinoamericanistas de los años 50, 60 y 70, inspirados en la Escuela de los Anales, en el marxismo”, así como la teoría de la dependencia, coinciden en plantear “los orígenes coloniales de la desigualdad y el atraso en América Latina”, y su conformación como una economía dependiente de los centros desarrollados. En esta vertiente se pueden ubicar autores como Barbara Stein, André Gunder Frank, Maurice Chevalier y Celso Furtado, entre otros.

Por otro lado está el enfoque de los neoclásicos en su versión neoinstitucionalista, quienes, al decir de Bértola, “no son neoclásicos puros […], ya que critican duramente la quintaesencia del pensamiento neoclásico, que es la racionalidad sustantiva de los individuos”, por la cual las personas no actúan de acuerdo a una lógica de maximización sino de reducción de los costos de transacción y la incertidumbre, para lo cual crean instituciones. De acuerdo a esta visión, lo que explica “el desigual desempeño de largo plazo de las distintas economías” es la conformación de sus instituciones domésticas. Este encare de economía política sostiene que el problema de América Latina es que la institucionalidad colonial provocó que se montara un sistema productivo basado en la explotación de la mano de obra esclava e indígena y no en la innovación. Así, generó “estructuras muy desiguales de la propiedad, luego del ingreso, luego del capital humano, luego del derecho al sufragio, etcétera”. Es decir: la desigualdad en el acceso a la riqueza y al poder político es un componente endógeno del subcontinente. Se trata de una suerte de “anti escuela de la dependencia”, ya que se centra en las cuestiones domésticas dejando de lado las condiciones internacionales.

Cuando ya se hizo muchacho

Otras perspectivas, también de corte neoclásico, sostienen que si bien América Latina podría haber sido desigual en la época colonial, sus niveles de desigualdad no diferían sustancialmente de los de otras economías. Y que “se tornó desigual durante la primera globalización”, entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del XX, es decir, “cuando América Latina verdaderamente se incorpora de manera más o menos dinámica a la economía internacional, cuando se produjo la revolución de los transportes y cuando se dio un proceso de convergencia de precios a nivel internacional”. Entonces se “produce un proceso muy específico”, y es que debido a la asignación de factores, Europa, que tenía abundancia de mano de obra y escasez de tierra, se junta -gracias a la revolución de los transportes- con América Latina, que tenía enorme abundancia de recursos naturales y relativa escasez de gente. Es así que 50 millones de europeos llegan a las Américas, además de a Australia y Nueva Zelanda. Y desde América Latina se dedican a “aumentar la producción de recursos naturales para exportar a Europa”, con lo cual el viejo continente “se encuentra con una gran oferta de recursos naturales y con menos gente”, generándose así un “abaratamiento de las formas de subsistencia, aumento del salario real por aumento de la productividad, y en las Américas se da un proceso totalmente contrario”.

Existen, además, enfoques que fundamentan que la desigualdad en el subcontinente aumentó significativamente durante el modelo de industrialización sustitutiva de importaciones. “En las economías de nuevo asentamiento hubo una disminución marcada de la desi-gualdad, en países como México y Brasil, con modelos de industrialización desarrollados absorbiendo mucha mano de obra, generando desigualdades e incluso un sector de obreros industriales relativamente privilegiado respecto a amplias masas de sectores campesinos que se mantuvieron bastante al margen”, describió Bértola. Obviamente, “éste también es un tema en debate, porque hay poquísima información sistemática sobre qué pasó con la desigualdad”.