El fin de semana pasado se celebró una reunión de ministros de economía y de finanzas de los países que integran el G20, instancia preparatoria de la cumbre de jefes de Estado de ese nucleamiento, que tendrá lugar a fines del mes en curso en la ciudad canadiense de Toronto. Las declaraciones posteriores al encuentro estuvieron pautadas por las diferencias entre el secretario del Tesoro (ministro de Economía) de EEUU, Timothy Geithner, y sus pares de la Unión Europea (UE). El tema de discordia fue la estrategia a implementar por los gobiernos de los países más industrializados del mundo para reactivar la economía global. Mientras que Geithner manifestó que la puesta en marcha de planes de ajuste del gasto público tendrá que ser “compatible con el crecimiento”, el ministro alemán del ramo, Wolfgang Schaeuble, sostuvo que “el equilibrio presupuestario es un prerrequisito del crecimiento”.
Desde que se inició la crisis mundial el gobierno de EEUU mantuvo una política de fuertes estímulos fiscales a la actividad, y, si bien la ha reducido paulatinamente, no cabe esperar que la retire hasta que la recuperación económica esté plenamente consolidada. En esa línea, el presidente de la Reserva Federal (Banco Central), Ben Bernanke, ha reiterado en varias ocasiones que la institución a su cargo no subirá las tasas de interés (actualmente en torno a 0) hasta que los datos positivos que vienen registrando algunas ramas de actividad de la economía estadounidense se traduzcan en una mejora del nivel de empleo. Según consignó la agencia EFE, Bernanke explicó que “con un crecimiento en torno a 3% la economía estadounidense expande las plantillas al ritmo del aumento de la población, pero esa tasa baja muy paulatinamente el nivel de desempleo”.
El viernes, el Departamento de Trabajo de EEUU publicó la cifra de empleo correspondiente a abril. Si bien el desempleo cayó en dos décimas para ubicarse en 9,7%, la generación de nuevos puestos de trabajo fue inferior a la esperada y en gran medida la caída en el desempleo se atribuye a la contratación por el gobierno de trabajadores temporales para realizar el censo poblacional.
Pinta verde
La principal economía del mundo mantiene un déficit fiscal que ascenderá a 10,6% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2010. Ese rojo en las cuentas públicas está asociado a los gigantescos volúmenes de dinero que el gobierno ha inyectado en la economía tras el descalabro financiero de 2008. Bernanke sostuvo ayer que “la actual evolución del déficit público es insostenible”, aunque tal “incremento excepcional” del gasto fue necesario para superar la recesión. La intervención pública incluyó la compra masiva de los denominados “activos tóxicos” por la propia Reserva Federal, clase de activos que comprende las hipotecas subprime o préstamos hipotecarios de alto riesgo. A pesar de su creciente desequilibrio fiscal, EEUU no ha sufrido la presión de los mercados sobre su deuda, situación que sí están experimentando varios países de la UE que presentan niveles de déficit y endeudamiento similares a los de la potencia norteamericana. El hecho de que el dólar y los bonos soberanos de EEUU sean vistos por los inversores como “valores de refugio” en tiempos de crisis e incertidumbre financiera hace que la economía estadounidense mantenga un privilegiado acceso al financiamiento aun después de sufrir una de las crisis financieras más importantes de su historia.
Dentro de la UE, los problemas de deuda de varios de sus estados miembro han provocado una fuerte especulación activada desde los mercados financieros, así como dieron lugar a severas dificultades de financiamiento, como sucedió semanas atrás en el caso de Grecia, o bien a un crecimiento desmedido de los costos por emitir una nueva deuda, como está ocurriendo actualmente con España, Portugal, Irlanda e Italia. Ante este escenario, desde las instituciones europeas de gobierno se instó a los países de la UE a implementar planes de recorte del gasto público que permitan mitigar los rojos de las cuentas públicas. Paralelamente, el Banco Central Europeo (BCE) ha estado comprando la deuda emitida por los países del bloque con mayores problemas de financiamiento, como forma de evitar una mayor desconfianza de los mercados en la estabilidad del euro. Comparadas con la intervención masiva de la Reserva Federal, las medidas del BCE han sido limitadas tanto en el volumen como en la duración de su aplicación y no han impedido que la moneda única siga perdiendo terreno frente al dólar.
Ajuste teutón
A la extensa lista de países europeos que ya aprobaron ajustes fiscales, el lunes se sumó Alemania, cuyo gobierno pretende aplicar un recorte de 80.000 millones de euros entre 2011 y 2014. Las medidas anunciadas por la canciller Angela Merkel incluyen fuertes recortes presupuestales en políticas sociales destinadas a desempleados estructurales, así como disminución de la plantilla de funcionarios públicos y suspensión del aumento salarial previsto para fin de año. El recorte también prevé una reestructura de las fuerzas armadas que implicaría reducir hasta en 40.000 el número de soldados alemanes en el mediano plazo. Merkel manifestó que “el caso griego y el de otros países del euro nos han enseñado la importancia de tener unas finanzas sólidas” y se comprometió a aplicar el ajuste aun cuando Alemania presentó en 2009 un déficit fiscal de 3,3% de su PIB, uno de los menores de la UE.
El plan de ahorro germano es visto por varios analistas como una acción de mensaje ejemplarizante dirigida al resto de los socios europeos, teniendo en cuenta que fue justamente el gobierno teutón, en su condición de principal economía de la UE, el que actuó como máximo adalid de los recortes del gasto en las reuniones mantenidas entre los jefes de Estado del bloque. Mientras tanto, en Alemania las medidas ya concitaron el rechazo de diferentes actores sociales y políticos, e incluso han emergido diferencias de la interna de la conservadora coalición de gobierno a la hora de aprobar el ajuste. Y es que, si quienes desconfían de los ajustes fiscales por considerarlos nocivos para el crecimiento están en lo cierto, una nueva recaída de la economía germana sería muy negativa para el conjunto de Europa, en virtud de que varios países de la región concentran buena parte de su comercio exterior con Alemania y reciben muchas inversiones de ese origen.