Los seis trabajos que componen Historia regional e independencia del Uruguay. Proceso histórico y revisión crítica de sus relatos tratan sobre distintos sucesos del proceso independentista ocurridos desde los inicios de la Provincia Cisplatina en 1820 hasta la creación del Estado uruguayo en 1830.
Como bien dice su nombre, a lo largo de todo el libro las investigadoras abordan los procesos históricos a partir de un enfoque regional y hacen un análisis crítico de los relatos planteados por la historiografía tradicional. Los exponentes de esta corriente crearon un discurso nacionalista del pasado que presentaba a la independencia de Uruguay como “predestinada”, dado que encaraban los hechos históricos desde la idea de la “pre-configuración” del país, excluyendo de esa manera procesos contemporáneos que se sucedían en el marco de las guerras de independencia y la conformación de los estados con la disolución del Virreinato del Río de la Plata.
De esta manera, se destaca de la obra su intención de aportar nuevas herramientas para el análisis de nuestra sociedad y la construcción de su identidad a partir del estudio de su pasado.
Incertidumbre
En el primer capítulo, “Alianzas y proyectos independentistas en los inicios de la provincia Cisplatina”, Ana Frega analiza las distintas conexiones entre jefes artiguistas y algunos individuos de la élite españolista de Montevideo en los inicios de la década de 1820, en el marco de los planes para liberar la Provincia Oriental del dominio portugués.
Estos planes muestran diferentes grupos sociales, que poco tiempo atrás podían ser vistos con intereses políticos, económicos y sociales antagónicos, buscando unir fuerzas al encontrar, en un nuevo contexto, objetivos en común. Es muy interesante, por ejemplo, ver cómo Otorgués prefirió una alianza con España para liberar la Provincia Oriental, ante su rechazo al dominio portugués y su odio al centralismo porteño.
Según Frega, esto nos da una idea del “grado de incertidumbre política” que había en el Río de la Plata, en el cual los diferentes proyectos de construcción estatal en pugna variaban según la coincidencia de los intereses de diferentes grupos sociales.
Alcaldías primitivas
Inés Cuadro, en el capítulo “La crisis de los gobiernos locales. La construcción de una nueva estructura de poder institucional en la Provincia Oriental durante la guerra de independencia contra el Imperio del Brasil”, aborda un problema que puede vincularse en la actualidad con la inauguración del tercer nivel de gobierno en el Uruguay. La autora analiza cómo durante la guerra entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio del Brasil se fue estructurando en la Provincia Oriental un nuevo ordenamiento político-administrativo, tarea llevada a cabo principalmente desde la Junta de Representantes de la Provincia Oriental entre 1825 y 1828. Con el objetivo de centralizar el poder político y romper con las viejas tradiciones, la élite gobernante suprimió los cabildos, creó nuevos cargos políticos y administrativos (principalmente los de carácter coercitivo, como la policía) y aplicó nuevas políticas fiscales para sustentar la nueva estructura administrativa y la guerra con el Imperio del Brasil.
Este proceso se dio a nivel regional y Cuadro lo analiza en el marco de la conformación estatal de las Provincias Unidas a partir de la Constitución centralista de 1826. El reconocimiento de dicho proyecto generó diferencias internas en la Provincia Oriental, provocando resistencias locales y desacuerdos entre autoridades civiles y militares.
En ese contexto, se dieron hechos como el “golpe” de Lavalleja con la disolución de la Junta de Representantes, que fuera abordado por la historiografía tradicional en clave partidaria, desde el discurso elitista y anti-caudillista de la historiografía colorada y como un acto “anti-unitario” en la historiografía nacionalista. Cuadro propone una nueva lectura de este hecho, interpretándolo como una reacción de los sectores populares ante el proyecto centralista, y revisa el papel de este último actor en un fenómeno clave en la historia del Río de la Plata como lo es el caudillismo.
Ponsonby revisitado
En el tercer capítulo, “La mediación británica entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil. Una mirada desde Montevideo”, Frega analiza un hecho tal vez incómodo para la construcción del relato tradicional: la negociaciones entre potencias extranjeras que derivaron en la creación del Estado Oriental.
El trabajo utiliza fuentes como la correspondencia entre los representantes británicos y su gobierno y órganos de prensa ingleses instalados en el Río de la Plata. Frega se diferencia de las interpretaciones del “destino” (Inglaterra simplemente reconoció algo que ya existía) y de la “intervención británica” (Inglaterra creó un Estado artificial por intereses comerciales de su imperio) planteadas en la historiografía nacional por tradicionalistas y revisionistas, respectivamente. En cambio, sigue los planteos de José Pedro Barrán, profundizando el análisis de la diversidad de intereses de cada grupo social al interior de la provincia en el período de 1826-1828, y destaca el peso de los factores económicos a la hora de elaborar estrategias y formar complejas alianzas.
Parecería entonces haber existido una coincidencia de intereses (entre ellos, el “miedo a la revolución social”, al decir de Barrán, y los deseos de finalizar la guerra que perjudicaba el desarrollo de actividades comerciales en la región) entre los sectores influyentes de la provincia, de las potencias en disputa del territorio y en los representantes británicos, que propició un ambiente favorable para la creación del nuevo Estado. La historiadora deja el tema abierto y plantea la necesidad de profundizar aun más en su estudio.
Cómo se perdieron las Misiones
Otro hecho bastante significativo que sirve para estudiar los distintos proyectos estatales en la región a partir de los movimientos de independencia es la campaña militar de Fructuoso Rivera en las Misiones en 1828. Frega trata este hecho en el cuarto capítulo de la obra, “La ‘campaña militar’ de las Misiones en una perspectiva regional: lucha política, disputas territoriales y conflictos étnico-sociales”, analizando críticamente la postura de la historiografía tradicional que hizo una “lectura en clave de nación” del hecho y dejó afuera aspectos como la participación guaraní y otros proyectos políticos de la región para dicho territorio.
La autora incluye en su trabajo nuevos aportes de distintos autores y el análisis de los diferentes planes existentes para las Misiones (según los intereses de Buenos Aires, Inglaterra, el Imperio del Brasil, entre otros). Luego, pasa a estudiar los vínculos entre los comandantes, las élites políticas y las clases “populares” y sus distintos intereses regionales, planteándose problemas como el papel de los caudillos en la independencia regional y los derechos de los pueblos misioneros: las peripecias de los que siguieron a Rivera, el no respeto y reconocimiento del derecho a sus tierras, su exclusión del nuevo Estado y la necesidad de “amalgamarse” a la nueva sociedad perdiendo sus antiguos derechos obtenidos en los tiempos coloniales.
Mapa y nación
Ariadna Islas es la autora del capítulo “Límites para un Estado. Notas controversiales sobre las lecturas nacionalistas de la Convención Preliminar de Paz de 1828”, el cual trata la interesante evolución de las fronteras del territorio oriental según los sucesivos proyectos políticos a los que estuvo sujeta la región y la influencia de la cartografía en la construcción de identidades nacionales.
A partir de una selección de textos representantes de las tesis nacionalistas de Brasil, Argentina y Uruguay, y representaciones cartográficas de diversas adscripciones político-estatales, la historiadora analiza la indefinición de los límites fronterizos del nuevo Estado surgido en la Convención de Paz de 1828. Este hecho fue tomado por la historiografía tradicionalista como una grave omisión que condicionó la independencia del nuevo Estado, expuesta a los vaivenes políticos de los países vecinos, y que permitió la “usurpación” por parte de Brasil de una porción de territorio perteneciente a Uruguay. Sin embargo, la autora propone la hipótesis de que los firmantes de dicho tratado no fijaron claramente los límites del territorio del nuevo Estado por las diferencias en cuanto a su alcance, además de que tanto las Provincias Unidas como el Imperio del Brasil no tendrían pensado el nuevo proyecto político como de largo aliento, sino que sus planes serían de carácter transitorio. Islas sugiere que la definición de las fronteras en la independencia debería ser entendida como un largo proceso de construcción, que comenzó con la conquista y se definió en 1851 con el acuerdo entre Uruguay y Brasil sobre la frontera común y cuyos límites definitivos ya habían sido tenidos en cuenta durante los vaivenes políticos de la región.
Herrera y los ingleses
Finalmente, el último capítulo, llamado “La reflexión de Luis Alberto de Herrera en torno a Gran Bretaña como árbitro internacional en el proceso de independencia del Uruguay”, María Laura Reali trata sobre los aportes al discurso nacionalista a partir de la admiración de la sociedad anglosajona por parte de uno de los políticos uruguayos más destacados del siglo XX.
A partir de las obras de Herrera, elaboradas luego de sus experiencias en el servicio exterior, la autora hace un estudio de carácter historiográfico centrado en las ideas del político sobre el destacado papel de Gran Bretaña en reconocer lo que era, a su entender, un hecho consumado (nuestra independencia) y sus comparaciones de la sociedad anglosajona y su sistema político construido en base al respeto a la tradición, en contraposición a nuestra herencia cultural española y la admiración de nuestro dirigentes independentistas al modelo político francés (que hacía, según Herrera, un alarde de las leyes que en la realidad no eran respetadas). Estas ideas, al ser contextualizadas por Reali no sólo en el plano nacional, especialmente en su enfrentamiento con el modelo batllista, sino también a nivel internacional, en los tensos comienzos del siglo XX, cobran un interés especial. Además, la autora aporta nuevos elementos para la reflexión del “uso” de la historia como herramienta para la construcción de identidades políticas e ideológicas.
A través de diferentes temáticas abordadas, las historiadoras coinciden en varios aspectos, entre ellos en la idea de que la revolución por la independencia no fue proceso uniforme y coherente como lo planteó el discurso de la historiografía tradicionalista, sino que hubo varios actores sociales que variaron sus posicionamientos y estrategias según los avatares políticos de la región.