Los deberes

En Uruguay, el poder adquisitivo de los salarios en noviembre, mes de los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, se incrementó 1,25%, acumuló subas de 3,47% en los primeros once meses del año pasado y de 3,04% en el año móvil cerrado en noviembre. La suba del poder de compra de los sueldos durante el undécimo mes de 2010 se basó en un aumento de 1,17% del Índice Medio de Salarios (IMS), además de haberse registrado en términos mensuales una leve deflación de 0,08%. Entre enero y noviembre, el IMS acumuló un incremento de 10,06%, y en el año móvil cerrado en noviembre, de 10,12%. En noviembre, la industria de la construcción vio elevarse los salarios 9,39%, mientras que los servicios sociales y de salud subieron las remuneraciones 4,42%. En el lapso enero-noviembre, los salarios del sector público subieron 9,27%, y en el año móvil a noviembre, se incrementaron 9,28%.

En el resumen ejecutivo del citado informe se incorpora una estimación según la cual el incremento de los salarios mensuales promedio reales decreció desde 2,8% en el período previo a la explosión de la crisis, en 2007, a 1,5% en 2008 y a 1,6% en 2009.

El trabajo informa que en China las estadísticas oficiales cubren solamente las llamadas “unidades urbanas” vinculadas a la actividad económica del Estado, y añade que excluyendo esos datos parciales de la potencia asiática, el crecimiento mundial del salario real “declinó de 2,2% en 2007 a 0,8% en 2008 y 0,7% en 2009”. “Mientras la tasa de crecimiento salarial se desaceleró en prácticamente todos los países, resulta negativa en más de un cuarto de los países y territorios incluidos en nuestra muestra en 2008, y un quinto en 2009”, indica el texto.

El informe estima que, en los países económicamente más avanzados, los salarios reales, luego de haber crecido aproximadamente 0,8% hasta la explosión de la crisis, cayeron -0,5% al inicio de ese proceso regresivo para volver a crecer, 0,6%, durante 2009.

En Europa del Este y Asia Central el incremento del salario real descendió desde un promedio de 17% en 2007 hasta 10,6% durante 2008 y hasta -2,2% en 2009; en Europa Central y del Este, el crecimiento disminuyó de 6,6% en 2007 a 4,6% en 2008 y a -0,1% en 2009. El informe explica que el veloz crecimiento salarial registrado antes de la crisis en Europa del Este y Asia Central guardó relación directa con igual proceso verificado en la Comunidad de Estados Independientes (CEI), el cual “fue parte intrínseca del proceso de recuperación luego del colapso de los salarios en los primeros estadios de la transición económica a comienzos de la década de 1990”.

Asimismo, prosigue, “el crecimiento del empleo en los países de la CEI fue relativamente débil en años anteriores a la crisis, siendo el crecimiento del PIB impulsado principalmete por las ganancias en productividad, las cuales a su vez, permitieron crecimiento laboral”.

Pero Asia marcó la diferencia. En ese continente, en promedio, los salarios reales se elevaron más de 7% anual durante todo el período 2006-2009, exhibiendo tasas de 7,2% en 2007, de 7,1% en 2008 y de 8% en 2009.

Para América Latina y el Caribe, por su parte, la OIT estimó que el incremento del salario real se contrajo desde 3,3% en 2007 a 1,9% en 2008 y a 2,2% en 2009.

En tanto, las estimaciones “provisorias” del organismo para África señalan que en 2007 el crecimiento real de los salarios mensuales fue de 1,4%, “antes de declinar a 0,5% en 2008, y repuntar a 2,4% en 2009”.

En cuanto a Medio Oriente, “muy pocos países han informado sus datos sobre salarios a la fecha”, no obstante lo cual, y según “los datos disponibles para años anteriores”, el informe indica que “los salarios de trabajadores en el Medio Oriente (de los cuales una gran proporción son trabajadores migrantes) no aumentaron muy rápidamente, incluso previo a la crisis”.

Problema de grandes

Una tendencia de largo plazo hacia la moderación salarial y el recorte gradual de la participación de los salarios en el Producto Interno Bruto, consolidada desde antes de la crisis, contextualizó los impactos de corto plazo que ese proceso descargó sobre los salarios pomedio en los países avanzados.

Durante la década del 2000 el crecimiento salarial a nivel global fue de casi 25%, aunque en regiones como Asia ese incremento marcó más del doble, y en países de Europa del Este y Asia Central los sueldos más que triplicaron sus niveles respecto de la transición de los años 90, tras la implosión del llamado “socialismo real”.

Por el contrario, en los países avanzados los salarios reales crecieron a sólo 5% promedio durante la década, “reflejando un período de moderación salarial”.

El bajo salario es definido como un ingreso equivalente a menos de dos tercios del salario medio vigente en un país. Desde ese concepto, el informe muestra que la proporción de personas con bajos salarios aumentó a nivel mundial, desde mediados de la década del 90, en más de dos tercios de los países que tuvieron datos disponibles. “Esto incluye países como Alemania, Argentina, China, República de Corea, España, Indonesia, Irlanda y Polonia”, apunta, agregando que “en estos y otros países existe el riesgo de que un gran número de personas queden rezagadas”. Es que permanece baja la probabilidad de conseguir empleos mejor remunerados, así como elevada la de “ser atrapado en trabajos de baja remuneración”, lo que “puede llevar a un aumento de tensión social”. Esto puede ocurrir “particularmente si algunos grupos de personas consideran que pagaron un alto precio durante la crisis mientras que los beneficios del período de expansión anterior -y quizá la recuperación futura- se compartieron de modo desigual”, advierte el informe de la OIT.

Además, el trabajo del organismo de Naciones Unidas alerta contra la existencia de “fuertes elementos discriminatorios involucrados en la persistencia de salarios bajos y brechas salariales”. Y es que tanto en naciones industrializadas como en aquellas en vías de desarrollo “los trabajadores de bajos salarios tienden a ser jóvenes, desproporcionadamente mujeres”, muchas veces miembros de “una desventajada minoría étnica, grupo racial o inmigrantes”.

Emergen preocupados

El trabajo señala “otra precupación emergente” en el sentido de que el estancamiento salarial de precrisis “podría haber contribuido a la crisis y también debilitado la capacidad de las economías de recuperarse rápidamente”.

Y si bien son muchos los factores asociados a la eclosión de la crisis global, “una visión” sobre el punto sostiene que ese proceso contractivo de la economía mundial “tenía sus raíces estructurales en la declinación de la demanda agregada que la precedió”.

Una redistribución regresiva “de salarios a utilidades, y desde los asalariados de ingresos medios hacia los asalariados de ingresos altos, redujo la demanda agregada transfiriendo los ingresos de personas muy propensas a gastar hacia personas que ahorran más”.

Con anterioridad a la crisis hubo países que se endeudaron para sostener el consumo de los hogares, mientras que otros apostaron al crecimiento por la vía del aumento de sus exportaciones. “Sin embargo, este modelo resultó ser insostenible”, por lo que hacia adelante todos los países “podrían considerar de interés basar sus crecimientos económicos en un consumo más fuerte de los hogares, consumo basado en los ingresos del trabajo más que en el aumento del endeudamiento”, recomienda la OIT.

Como Uruguay no hay

La vigencia de la negociación colectiva y de los salarios mínimos, tal como ocurre en Uruguay, puede determinar “una contribución positiva a un modelo económico y social más sostenible”, reza el texto del estudio, así como “ayudar a una recuperación más equilibrada y equitativa”. Ello podría coadyuvar a que “las familias trabajadoras y los hogares con bajos salarios obtengan una participación más justa de los frutos de cada punto porcentual del crecimiento económico”, sugiere el informe. “La negociación colectiva y los salarios mínimos pueden además contribuir a reducir la proporción de trabajadores con bajos salarios”, resume.

El texto refiere a la edición anterior (2008/2009) del Informe mundial sobre salarios, en la que se indicaba que “la conexión entre salarios y productividad es más fuerte en países donde la negociación colectiva abarca a más del 30% de los empleados”, y también que “los salarios mínimos pueden disminuir la desigualdad en la mitad inferior de la escala de distribución salarial”.

En ese contexto, los sindicatos que bregan por incidir sobre los asalariados más vulnerables y apuestan a un sistema eficaz de salarios mínimos tienen por delante “considerables desafíos”. El informe recomienda a los gobiernos la adopción de “medidas políticas” que ayuden a “reducir el riesgo de que trabajadores de bajo salario caigan en la pobreza”, y recuerda que “los beneficios en empleo, tales como los créditos fiscales, son ciertamente útiles”, sobre todo donde “van acompañados de una regulación eficaz del piso salarial”.

Pero allí donde hay empleo informal masivo “es preciso considerar políticas de apoyo más directo a los salarios”, tales como “transferencias en efectivo”. “En tiempos de crisis y recuperación no se puede sobreestimar la importancia de asegurar un ‘ingreso mínimo’ para las familias trabajadoras vulnerables”, sugiere la OIT.