Cuando Tato me dio el libro dijo, al pasar y con verdadera modestia, que era un librito para leer en tres horas, riéndose estridentemente, como suele hacer. Se equivocó. Feo. Lo leí en dos. Como se dice vulgarmente, lo devoré. E igual todos los que supe que lo leyeron. Unos días después lo leí de vuelta. Y decidí recomendar y prestar el objeto.

Dos libros no eran suficiente para contar todo lo que ha vivido este hombre. La fiesta inolvidable es el tercer volumen (y ojalá no el último) de un tipo que escribe raro. Los que leemos por vicio, a modo general, soñamos e imaginamos mundos al ritmo del que escribe. No en este caso. “Los que saben dicen que [mi modo de escribir] podría llamarse coloquial”. A veces lo es. Otras, no. Pero siempre es original y agradable el estilo de López. En un principio Horacio López Jr se siente un tanto culpable por el oportunismo que encierra la publicación de este libro, centrado en el fútbol y en la actuación celeste en Sudáfrica. No hace falta. Ya sabemos que es oportunismo. Del bueno. Ése que suele también llamarse “sensibilidad de entorno”. Ese entorno es del deporte en su conjunto y de lo que lo rodea. Lo que lo favorece y lo que lo hunde. Es una visión global y profunda. El deporte como sistema de comportamiento humano. Con las preocupaciones serias de gente comportándose de acuerdo con sus sueños de deportistas.

Varias generaciones de futboleros uruguayos, que formamos parte ineludible de ese entorno, tuvimos la oportunidad de ver algo único durante el Mundial de Sudáfrica. Por primera vez primó el lado alegre y positivo del trabajo en conjunto. Del coraje bien entendido. Ése que se antepone a golpear y protestar.

En La fiesta inolvidable el oportuno Tato no solamente se hace eco de este comportamiento colectivo demostrado por nuestra selección de fútbol, sino que lo expresa con sencillez y profundidad. Como los que son capaces de sentarse a hablar con cualquiera. Los que, a través de sus amigos y colegas deportistas, transmiten que su mundo podrá tener puntos altos y bajos, pero es inmensamente disfrutable.

Lamentablemente, las noticias habituales en los programas deportivos uruguayos rondan lo malo, oscuro y negativo que ocurre en el fútbol nacional. Chismes baratos, machaques sobre los hábitos morales de los futbolistas, costumbres íntimas. Y dinero, mucho dinero. Así, nos quedamos la mayoría de las veces con las ganas de saber cómo piensa y actúa un verdadero deportista. Ése que quiere ganar y no a cualquier costo. Ése con quien soñamos ser cuando niños y, ¿por qué no?, también de adultos. Ése que quiere la gloria de ganar o el orgullo de perder con uno mejor.

La fiesta inolvidable incluye curiosos detalles de la experiencia de un profesional con visión ganadora. Como si de una entrevista a él mismo se tratara, el autor hurga en lo profundo y secreto del mundo del deporte. Con muchísima sencillez y claridad. Tato no es periodista de profesión, pero, sin duda, aporta. Con honestidad y con la verdad (la suya).

También es verdad que el goleador olímpico y campeón sudamericano con la celeste no es futbolista. Pero sí futbolero. Ese valor agregado, como es fácil de imaginar, hace de este librito -diría él- un objeto de lectura altamente recomendada. Las nuevas generaciones de deportistas de todo tipo se van a encargar de disfrutarlo al máximo, así como de ubicarlo en su justo lugar. No van a poder encontrarse frecuentemente con visiones tan ricas sobre temas como por qué importa la concentración individual, cómo influye el arte de formar un equipo, las ventajas del manejo del grupo de jugadores y profesionales por parte de Tabárez durante el Mundial, la optimización del funcionamiento del músculo de un deportista y la relevancia del manejo de conceptos de psicología grupal. All included en La fiesta... Una fiesta de deporte en su pureza máxima.

El punto bajo de la obra: la aseveración de que en el Peñarol de los 60 se jugaba con más fuerza que calidad. El Tito Gonçalvez era un muy buen futbolista. No era sólo un raspador como se entiende de la lectura. Ese Peñarol campeón del 66 podía recibir goles, pero siempre eran más los que hacía en el arco contrario. Por eso fue imparable.

Durante la presentación del libro en el salón azul de la Intendencia de Montevideo escuché algo muy curioso en boca del aludido. Escuché que Tato no se considera responsable de su libro, sino partícipe de un equipo literario. En ese grupo estarían Juan Carlos Canario González, Maqui y Diego La Fiera Aguirre. Un golazo.