-¿Cuánto hace que estás en Uruguay?
-Llegué el 18 de diciembre. Hace años que paso las fiestas en Uruguay. Desde hace seis años vengo a Pueblo Edén, que queda a unos 35 kilómetros de Punta del Este. Siempre vengo. Es más, en los últimos años, cada Navidad planto un árbol. Es una tradición, como no armo arbolito de Navidad, compro un pino y lo planto.
-También escribiste un libro, como indica el proverbio chino.
-Sí, planté un hijo, escribí un árbol y tengo un libro.
-¿Cuándo te sentiste un comediante? ¿Cuándo lo empezaste a vivir como un trabajo?
-¿Trabajo? Creo que ni cuando recibí mi primer sueldo creí que era un trabajo. Eso llegó con los años, a medida que fue creciendo lo fui tomando como un oficio y un modo de vida. Te diría que fue cuando empecé a tener continuidad en la televisión, pero no antes.
-¿Cómo empezaron a trabajar con Alfredo Casero?
-Nos conocimos en una discoteca que se llamaba Bajo Tierra y estaba a la vuelta de donde yo vivía. Cuando empezamos a trabajar él a veces se quedaba a dormir, aunque en todo caso me quedaba más yo en la casa de él, que vivía en la localidad de La Reja, como a 50 kilómetros de la capital, medio entre las gallinas. Nos quedábamos a la noche mirando las estrellas y escribiendo una obra de teatro. Ahí empezó la idea de hacer De la cabeza.
-En el espectáculo Boluda total en café con ser conjugás humor y canto. Recuerdo la época de los sketchs musicales que hacían en Todo por 2 pesos con Diego Capusotto. ¿Cómo te sentías en esas primeras incursiones en el canto?
-Yo qué sé, hacíamos esas parodias que eran muy divertidas, pero en realidad cantar no me lo tomo para nada en serio. Puedo cantar como canta Macri, yo qué sé… pero con más onda.
-No te lo tomás en serio pero hacés un café concert.
-¡Ah! Por supuesto, ahí sí. Es más, hay gente que me dice: “¡Che! ¡Pero cantás!”. Y yo no lo puedo creer. Bueno, parece que por lo menos afino. Pero la diversión de Coti es que canta como canta, si cantara como Elena Roger no sería divertido.
-Siempre estuviste alineado al humor absurdo, surrealista. ¿Qué decían tus padres cuando te veían en televisión? ¿Estaban orgullosos o más bien avergonzados?
-No, vergüenza no creo que hayan sentido. Sí me miraban medio raro en el momento en que estudiaba actuación o ese tipo de cosas. Vengo de una familia tradicional, y que me haya dedicado a la actuación era medio extraño, pero bueno, con el tiempo se dieron cuenta de que no me equivoqué.
-En tu carrera hay un par de roles que llaman la atención. Uno de ellos fue tu participación en la tira Por ese palpitar, en la que hacías un personaje “serio”. ¿Cómo te sentiste haciendo otra cosa que no fuera humor?
-La verdad es que nunca me hallé, no me sentí cómodo. En la tira estaba Valeria Bertuccelli, a quien yo conocía de antes, y como me dijo que iba a estar dije: “Ah, bueno, vamos”. Después de que ella se fue, yo también abandoné la tira.
-También hiciste un papel en Comodines. No recuerdo haberte visto en la película.
-Yo tampoco... Me acuerdo de que me llamaron un verano y dije que sí, pero te digo la verdad, la película no la vi.
-¿Te acordás de qué personaje hacías?
-Nada, es como un cameo en un momento. Ni me acuerdo qué papel hice. Había buenos y malos, y como nunca leí el guión de la película porque me aburría, nunca supe a qué bando pertenecía. No sé, era una estupidez. Ellos buscaban droga, o algo así, no sé. Y se lo tomaban como en serio, para mí era medio estúpida la película.
-Hay un vacío en la televisión argentina en cuanto a los espacios exclusivamente de humor. ¿A qué atribuís ese vacío? ¿Se da sólo por el bombardeo de Marcelo Tinelli y compañía?
-La tele es un negocio y obviamente lo que vos transmitas debe rendir. Supongo que en proporción no son espectáculos baratos, porque el programa de Tinelli tiene mucha producción. Pero bueno, si pensás que de ahí tenés prácticamente 24 horas de televisión en programas satélites, es barato.
-¿Por qué los humoristas de oficio no se acercan a la televisión?
-Supongo que pasa más por el lado de que los productores no los llaman, no creo que los humoristas no se acerquen a la tele. Lo que pasa es que en vez de haber programas exclusivamente de humor, hay humor diseminado en todos los programas. Todos tienen uno o dos humoristas, desde Susana [Giménez], que tiene a [Antonio] Gasalla sentado ahí, a cualquier programa que tiene algún personaje haciendo pequeñas intervenciones. Hay pocos programas de humor porque requieren mucho trabajo, mucha producción, mucha plata, escenografías e ideas; cosas que en este momento no tienen cabida. Uruguay tiene una historia maravillosa de humoristas y de gente talentosa haciendo reír en televisión, en Argentina también hay muchos. Pero imagino que es por una cuestión de costos, es mucho más fácil y rendidor, hoy por hoy, poner a cualquier desconocido a contar alguna intimidad que sentarse a pensar una idea.
-Pasando al personaje de Coti Nosiglia: han cambiado los tiempos desde su nacimiento en Cha Cha Cha, ¿ella se ha adaptado, ha cambiado la forma de ser boluda?
-La esencia, creo que no, boluda sigue siendo. Coti fue creciendo mucho. Que esté cantando, que esté componiendo canciones, que haya sacado un libro son todas cosas que hablan de un crecimiento brutal del personaje. Ahora arrancó la gira por la costa, primero en el Conrad, después va a estar todos los viernes con Coti llega al Maipo, que es su debut en ese gran teatro, y después se va a Mar del Plata.
-¿Volver al teatro es volver a tus orígenes?
-Sí, totalmente. Está completamente autogestionado. Yo trabajo bastante con mi mujer, escribimos el guión entre nosotros, armamos el vestuarito, la peluquita, cazamos el bolso y salimos a trabajar.
-¿Te sentís encasillado en personajes como Coti o como el sacerdote que predicaba las enseñanzas del mártir Peperino Pómoro?
-No, para nada. Estoy orgulloso de los personajes que tengo. Estrenar un personaje es algo que a un humorista le cuesta muchísimo, tener dos o tres es mucho. Y que sean clásicos, que la gente los pida, es más difícil todavía. Así que estoy orgulloso de los que tengo, son fruto de mi propia creación, y no me siento encasillado para nada porque me siento capaz de poder hacer otras cosas. Hago lo que me gusta, lo que disfruto. Es una elección hacer humor. Es como preguntarle a Alfredo Alcón si está encasillado en lo que hace.
-¿Cómo va a ser el espectáculo de Coti en el Conrad?
-Tiene algunos monólogos, pero, sobre todo, canciones. A Coti la acompaña en el piano el argentino Michel Googlé, y por supuesto que en el repertorio van a estar canciones como “Soy Coti”, “Segura y natural” y “Good Bye”.
-Para terminar la entrevista, me gustaría hablar con Coti, ¿está ella por ahí?
-Sí, ¿cómo no?
-Hola, Coti, encantado, ¿cómo está usted?
-Muy bien, gracias.
-Su nombre es Cotilde, pero su papá le decía José. ¿Por qué es eso?
-Mi nombre es Cotilde y José Nosiglia. Cotilde porque cuando mi mamá me fue a anotar, al registrar se olvidó de la ele, y José porque papá siempre quiso tener un varón.
-Dígame, ¿sigue usando los zapatos de Mario Alberto Kempes?
-Eh… no, ahora conseguí unos zapatos 43 divinos, que me dio Mauricio Dayub. No sé por qué Mauricio Dayub tiene zapatos de mujer, pero me los pasó a mí.
-¿Cómo fue que decidió hacer la biografía no autorizada Manual para la vida de la Boluda Total?
-Me lo propuso la editorial y como tenía mucho tiempo al pedo entonces dije: “¿Qué puedo hacer con todo el tiempo al pedo que tengo? Voy a escribir un libro”.
-¿Le dicen “conservadora” como a Mirtha Legrand?
-No. Yo soy de conservar sí porque, bueno, conservo todo en la heladera porque si no se pudre. Pero como Mirtha no.
-¿En el espectáculo va a presentar alguno de sus métodos para amas de casa como el famoso “Traé-bo”, la disciplina de los antiguos uruguayos que consiste en llevar y traer cosas?
-Todos esos consejos y las manualidades quedaron más ligados al libro. Me gusta mucho la cocina y por eso incluí recetas en el libro, pero el espectáculo es más bien un café concert.
-¿Qué proyecciones tiene Coti para 2011?
-Cincuenta lagartijas por día.