Según el historiador francés contemporáneo, especializado en temas de democracia, Pierre Rosanvallon, “la autogestión se define como ejercicio colectivo de la decisión y la posibilidad de intervenir directamente en cada uno de los problemas que nos conciernen. Se concibe como práctica viva de una verdadera democracia, pero es bien sabido que no basta pensar unas buenas estructuras iniciales para que la democracia se pueda desarrollar, es también necesario precisar cómo puede mantenerse una democracia verdadera”.

Esta idea sirvió, junto con otras impresas en una misma hoja, como insumo teórico para la actividad “La autogestión que queremos”, desarrollada en el local de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (Fucvam) en la mañana del sábado.

La iniciativa fue organizada por la mesa de autogestión, colectivo integrado por Fucvam, la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay, Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus trabajadores, Cooperativa de Fabricación de Luminarias Profuncoop, Frigorífico Cooperativo Multiespecie de Canelones Berase, la Coordinadora de Economía Solidaria y docentes y estudiantes de la Universidad de la República (Udelar).

La mesa fue definida como “un espacio de reflexión y acción autoconvocado por colectivos y personas que participamos de manera directa, con el objetivo de transformar la realidad social a través de la autogestión”.

Sé el cambio que quieres ver en el mundo

Se trabajó en tres grupos sobre determinados ejes que se discutieron después en un plenario común. En los grupos las personas planteaban sus experiencias y sus ideales acerca del trabajo de autogestión, que a veces coinciden y a veces no tanto.

Para Rosario, que trabaja en un proyecto de economía solidaria, la autogestión “significa un cambio cultural porque cuestiona todo el sistema: la forma de consumo, de distribución y la explotación a los trabajadores detrás de la producción tradicional”. Los trabajos autogestionarios implican para ella “cambios de hábitos y de conductas” en todas esas instancias, tanto para tomar decisiones en conjunto, como para proveerse de “productos orgánicos” o de otros proyectos cooperativos en vez de conseguirlos en el mercado tradicional, casi siempre más al alcance de la mano.

Se dice que los proyectos autogestivos son experimentos de la sociedad anhelada y por eso es necesario poner atención en cada paso, porque el proyecto será una célula de esa sociedad que se quiere. Sin embargo, alguien opinó que estos proyectos pueden no obedecer a un ideal tan alto sino, más concretamente, a una manera de satisfacer necesidades materiales cuando no hay otra posibilidad. Aunque, acepta, la propia forma autogestiva lo vuelve enseguida un proyecto “más político”.

Varios participantes repiten que estos proyectos buscan profundizar la democracia en la sociedad y para eso hay que empezar por la propia organización. Se señala que los estatutos cooperativos prevén un presidente y un secretario y que hay proyectos nuevos que se sienten limitados por esa forma que encuentran “rígida”. Alguien más señala que la propia terminología tiene implicancias diferentes a las que tendría, por ejemplo, “delegado” o “referente”, y que, aunque los estatutos limitan las funciones del “presidente”, en la práctica las “cúpulas directivas” a veces toman decisiones sin consultar.

Durante el encuentro también expresaron que sería deseable que los estatutos fueran revisados con más frecuencia para facilitar el recambio y la rotación. Alguien con conocimiento de estadísticas señala que “el sector cooperativo tiene la misma representación del país: población masculinizada y añosa”, y opina que habría que “establecer un mecanismo de cuotas” para que las mujeres ocupen cargos de representación.

Señalaron que la “dominación” también existe en estas organizaciones y que hay que poner especial cuidado en fomentar la participación. La información de todos los aspectos del proyecto y el conocimiento de cómo desempeñar todas las tareas tienen que estar al alcance y todos deberían comprometerse en conocerlos y trasmitirlos. Muchas veces, en las asambleas, los dirigentes marcan la agenda e informan sin tener en cuenta las opiniones del resto o cómo cada uno procesa la información, y, en cambio, debería promoverse la suficiente libertad como para que en cualquier momento una directiva pueda ser “cuestionada radicalmente”.

En su opinión “la horizontalidad se construye” y “la autogestión no está dada de una vez para siempre”; mantenerla es un trabajo al que hay que dedicarle tiempo y esfuerzo. Puede pasar que la dirigencia “tienda a autonomizarse y a perpetuarse”, sobre todo cuando hay remuneraciones diferenciadas, y se señala que si el ajuste de este punto queda librado a la espontaneidad, la pereza, la comodidad o “la poca participación”-que a veces es una excusa- van a impedir que la situación cambie.

Además señalaron que “es importante retomar la crítica para construir” y dejar de lado “el chusmerío”, o sea, la crítica destructiva. Se destaca la necesidad de los procesos de crítica abierta, cara a cara y enfocados en avanzar.

La clase obrera y el paraíso

En el plenario se remarcó que la mesa de autogestión procura llegar a acuerdos con la central obrera, sin embargo, aunque se lo han pedido, el secretariado del PIT-CNT aún no los ha recibido.

Alguien con experiencia sindical previa señala que “los proyectos autogestionados aspiran a cambiar la sociedad igual que los sindicatos, tratando de crear un marco cultural distinto al que nos formamos y revalorizar la voluntad de cambiar el marco capitalista, evitar el egoísmo, el protagonismo, mi chacrita”. En el mismo sentido, se considera importante una “política de alianza” con todos los grupos que hacen autogestión, tanto en trabajo cooperativo como barrial.

Continuado

Siguiendo la línea autogestiva, en la tarde del sábado, en el centro social Galpón de Corrales de Villa Española, se encontraron grupos de personas que trabajan a nivel comunitario barrial. El encuentro buscó empezar a formar redes para afianzar los propios caminos, y en la medida de lo posible y con tiempo, unificar criterios para generar proyectos comunes de educación popular.

Participaron vecinos del club Estrellita del barrio-asentamiento Marconi, donde funcionan grupos de plástica y otras actividades recreativas y de fomento de la zona. Gestionan, entre otras cosas, la erradicación de basurales endémicos y el uso de esos territorios como espacios de recreación o una marcha como la de marzo de 2010, que llamaron “Todos somos Marconi” y reivindicaba el aspecto pacífico y constructivo del barrio. Concurrió además un grupo de docentes de Educación Secundaria que están retomando un proyecto de biblioteca que la Udelar -a través Extensión Universitaria- generó junto con los vecinos del asentamiento El tobogán, en el Cerro, y que había quedado “abandonado”; dos profesores de filosofía jubilados del asentamiento El monarca, en Villa García; jóvenes que llevan adelante talleres en el Galpón de Corrales para los niños de la zona, y una muchacha que impulsa un proyecto comunitario en Paso Molino. Llegaron hasta el encuentro profesores, estudiantes y profesionales del área social interesados en gestar y acompañar proyectos de educación popular.