Para Habermas, la crisis económica debería ser el factor que concientice a los ciudadanos de Europa sobre la importancia de apoderarse de las instituciones comunitarias. Sin embargo, cree que los líderes políticos están a punto de traicionar el proyecto de una Europa democráticamente coaligada. Lo que sigue es parte de un discurso que pronunciará el 10 de noviembre en la universidad París-Descartes, reproducido por Le Monde y luego por PressEurop.
"A corto plazo, la crisis requerirá una atención cuidadosa de los actores políticos europeos. Pero más allá de este esfuerzo, no deberían olvidar el problema de base que padece la estructura de la unión monetaria, y que no podrá ser solucionado más que mediante una unión política adecuada: la Unión Europea carece de las competencias necesarias para la armonización de las economías nacionales, que están marcadas por drásticas divergencias en sus capacidades competitivas".
"El 'pacto por Europa' recientemente reforzado no hace otra cosa que fortalecer un antiguo defecto: los acuerdos no vinculantes entre jefes de gobierno o bien no tienen efecto o bien no son democráticos, y deben por esto ser reemplazados por decisiones tomadas en común en un ambiente institucional clara e indiscutiblemente definido. El gobierno federal alemán se ha transformado en el catalizador de una disolución de la solidaridad que abarca a toda Europa, porque hace tiempo que ha cerrado los ojos ante el único asunto constructivo que hasta el [periódico conservador] Frankfurter Allgemeine Zeitung describió entre tanto con una fórmula lacónica: 'Más Europa'”.
"Todos los gobiernos involucrados se encuentran desamparados y paralizados frente al dilema que supone enfrentar, por una parte, los imperativos de los grandes bancos y las calificadoras de riesgo, por un lado, y por otra parte, al temor de una pérdida de legitimidad que podrían sufrir ante sus pueblos frustrados. Y el incrementalismo descerebrado con que responden es testimonio de su carencia de una perspectiva más amplia".
"Desde que el tiempo del neoliberalismo se agotó y los mercados globalizados se desvanecieron, se vuelve cada vez más difícil para los miembros de la OCDE estimular el crecimiento económico y garantir una distribución justa de los ingresos y la seguridad social de la mayoría de la población. Desde la liberación de las tasas de cambio, el problema fue mitigado por la aceptación de la inflación. Dado que esta estrategia supone costos elevados, los gobiernos utilizan cada vez más la escapatoria de la financición con créditos de sus presupuestos públicos".
"La crisis financiera que se remonta a 2008 también estancó el mecanismo de financiamiento estatal que se basa en la transferencia del pago hacia generaciones futuras; y mientras esperamos una solución a este problema, parece poco probable que los paquetes de austeridad, tan difíciles de implementar en el nivel de la política interna, se puedan reconciliar con la continuidad de servicios públicos aceptables. Las revueltas juveniles son una advertencia de las amenazas que pesan sobre la paz social. Al menos se ha reconocido, en estas circunstacias, la magnitud del desequilibrio entre los imperativos del mercado y la potencia reguladora de la política. En el seno de la zona euro, un esperado 'gobierno económico' debería devolver nuevas fuerzas a un pacto de estabilidad largo tiempo ignorado".
"Dado el peso de estos problemas, deberíamos suponer que los políticos estarían más que dispuestos, sin demora e incondicionalmente, a poner sus credenciales europeas en la mesa, para así crear conciencia rápidamente en la población sobre las relaciones entre los costos a corto plazo y la verdadera utilidad de un proyecto europeo, esto es, desde una perspectiva histórica".
"Pero en lugar de adoptar esta estrategia, se dedicaron a flirtear con un populismo que ellos mismos alimentaron al poner un velo sobre un asunto complejo e impopular. En el umbral de la unificación económica y política de Europa, los políticos decidieron aguantar la respiración y negarse a sacar la cabeza del agujero".
Pueblo versus ciudadanía
“¿Por qué la parálisis? Tiene raíz en una perspectiva que permanece anclada en el siglo XIX y que privilegia la respuesta del demos: no existe un pueblo europeo, y por eso una unión política que merezca ese nombre estará necesariamente construida sobre arena. Yo querría proponer una alternativa a esta interpretación: la fragmentación política sostenida, tanto en el mundo como en Europa, está en contradicción con el crecimiento sistémico de una sociedad global y multicultural, y es un obstáculo insalvable para cualquier progreso en el desarrollo de las relaciones entre los poderes estatales y los poderes sociales en una civilización basada en el derecho y la Constitución".
"El hecho de que la Unión Europea haya sido hasta hoy promovida y monopolizada por elites políticas produjo una peligrosa asimetría: entre la participación democrática de los pueblos en los beneficios que sus gobiernos 'obtienen' para sí mismos en el lejano escenario de Bruselas y la indiferencia, o aun la ausencia de participación por parte de los ciudadanos en la Unión respecto a las decisiones de su Parlamento de Estrasburgo".
"Esto, sin embargo, no justifica la atribución de un rol más sustancial a los 'pueblos'. El populismo de derecha está solo en su caricaturesca proyección de subjetividades nacionales cerradas que bloquean todo emprendimiento que atraviese fronteras nacionales. A medida que las poblaciones nacionales advierten el grado en que las decisiones de la Unión ejercen una influencia en sus vidas cotidianas, y en la medida en que esta conciencia sea transmitida por los medios, también advertirán la importancia de ejercer sus derechos democráticos como ciudadanos de la Unión Europea".
Convergencia social y económica
"Este factor se ha hecho tangible gracias a la crisis del euro. Al mismo tiempo, la crisis forzó al Consejo Europeo a tomar decisiones que tendrán un peso desparejo en los presupuestos nacionales. Desde el 8 de marzo de 2009 se cruzó un nuevo umbral respecto a las decisiones sobre rescates financieros y posibles reestructuraciones de deuda, así como a declaraciones de intención sobre armonización en los campos relativos a la competencia (políticas económicas, fiscales, laborales y sociales)”.
"El cruce de este umbral reveló problemas en cuanto a la distribución justa de obligaciones y responsabilidades. En sintonía con este descubrimiento, los ciudadanos de los estados miembros, forzados a vérselas con cambios ocasionados por la transferencia de obligaciones a través de fronteras nacionales, desearán ejercer una influencia democrática, en su rol de ciudadanos de la Unión, sobre aquello que sus líderes gubernamentales negocian o deciden en ese espacio que es un área gris legal".
"Pero esto no ha ocurrido. En cambio, hemos visto a los gobiernos caer en tácticas dilatorias y en un rechazo populista de todos los aspectos del proyecto europeo que involucran a las poblaciones. Este comportamiento autodestructivo se debe a que las elites políticas y los medios han sido reacios a reconocer el impacto del proyecto constitucional en la situación actual".
"Bajo presión de los mercados financieros, ahora se acepta la idea de que cuando se introdujo el euro un aspecto económico significativo del proyecto constitucional fue pasado por alto. La Unión Europea sólo puede hacerle frente a la especulación financiera si obtiene las competencias políticas que le permitan garantizar, al menos en el corazón de Europa -esto es, entre los miembros de la zona monetaria europea-, una convergencia de los desarrollos políticos y sociales".
Al borde de la traición
“Todos los involucrados comprenden que tal grado de 'cooperación reforzada' no es posible en el marco de los tratados existentes. La consecuencia de un 'gobierno económico' común, y que atrae al gobierno alemán, es que el requerimiento central de competitividad en todos los países miembros llegará más allá de las políticas económicas y financieras que sostienen los presupuestos nacionales -y esto es el nudo del asunto-, sino que también relativizará las prerrogativas presupuestales de los parlamentos nacionales. Esta reforma inevitable sólo será posible mediante una transferencia de poder político de los estados miembros a la Unión Europea”.
“Sin embargo, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy acordaron manejarse a medio camino entre el liberalismo económico alemán y el estatismo francés, y este compromiso apunta en otra dirección. Si mi impresión es correcta, buscan reemplazar el federalismo ejecutivo que suponía el Tratado de Lisboa con un dominio intergubernamental del Consejo Europeo que es contrario a los términos del tratado. Este régimen permitiría la proyección de imperativos del mercado por sobre los prespuestos nacionales sin legitimación democrática alguna. Al obrar así, los jefes de gobierno están transfomando el proyecto europeo en su opuesto: el primer gobierno supranacional legalizado se convertirá en un acuerdo efectivo que resulta en una opaca dominación posdemocrática”.
“La alternativa es la continuación agresiva del impulso hacia una Unión Europea democráticamente legalizada. Con esto en mente, no se puede olvidar que la solidaridad entre los ciudadanos de Europa sólo podrá desarrollarse si se frena la consolidación de las desigualdades sociales entre naciones ricas y pobres. La Unión Europea debe garantir lo que la ley fundamental de la República Federal Alemana describe (en su artículo 106, segundo párrafo) como 'la homogeneidad de las condiciones de vida'. Esta 'homogeneidad' sólo refiere a las condiciones sociales que se consideran justas en cuanto a compartir cargas y responsabilidades: no implica el fin de las diferencias culturales. La integración política basada en el bienestar social es necesaria para proteger a la 'Vieja Europa' (entendida como hábitat), a su pluralidad nacional y riqueza cultural, de la creciente estandarización que conlleva la globalización”.