Afiches individuales, pins y adhesivos son los productos que se observarán en 30 bares y restaurantes que se adhirieron a la campaña propuesta por el programa Proniño de la Fundación Telefónica y El Abrojo. Las piezas fueron elaboradas por estudiantes de Diseño Gráfico de la Universidad ORT, en un concurso en el que se presentaron 52 trabajos; la propuesta ganadora combina dos de las seleccionadas, de Florencia Imbriaco e Ignacio Sánchez. "El trabajo infantil es una realidad que no podemos ignorar... Solamente tenés que observar, ¿Los ves?” dice el texto que acompaña una ilustración que remite al juego "Buscando a Wally". El lanzamiento de la campaña y la entrega de premios a los estudiantes se llevaron a cabo el jueves en la sala de actos del Teatro Solís. Adriana Briozzo, de El Abrojo y responsable del proyecto, resumió el objetivo perseguido: "pasar de la indiferencia a hacer la diferencia. Que los clientes y dueños de los bares vean a los niños como niños que son y no como una molestia, no como una carga, no como un estorbo y no como basura. Apuntamos a que la sociedad cambie la manera de ver a estos niños".

En diálogo con la diaria señaló que se pretende sensibilizar sobre el rechazo que reciben los niños y que lo que se busca no es que les compren ni dejen de comprarles, sino que se cambie la mirada, la gestualidad hacia ellos, que se les devuelva una sonrisa porque "aparte de salir a buscar una moneda o un ingreso, estos chicos salen a buscar otros vínculos". La vocera indicó que hay un "discurso responsabilizante" que acusa a la familia de la situación, pero que es necesario entender que "todos somos parte, los niños uruguayos son de todos".

En el lanzamiento de la campaña participaron autoridades gubernamentales: Juan Andrés Roballo, inspector general de Trabajo; Brenda Rovetta, directora de la Secretaría de Infancia de la Intendecia de Montevideo; Javier Salsamendi, presidente del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU); Jorge Venegas, ministro de Salud Pública; y Alberto Breccia, secretario de Presidencia de la República. Todos resaltaron la importancia de esta iniciativa y la trascendencia del asunto para el futuro del país. Salsamendi mencionó la rigidez de las instituciones, en particular de las educativas, que deben adaptarse a las distintas realidades de los niños y adolescentes. Si bien hubo alusiones al trabajo infantil, ninguna que remitiera específicamente a la población de las áreas aludidas.

Haciendo calle

Briozzo indicó que además de la campaña, el proyecto iniciado en julio tiene otros dos componentes. Uno es el trabajo directo con los niños y el otro el abordaje familiar.

Actualmente hay más de 40 niños en torno a los bares y restaurantes del Centro y Ciudad Vieja: desde los bebés que van en carritos con sus mamás que vigilan de lejos a sus otros hijos que entran a los comercios, hasta adolescentes de 14 años. La población aumentó con la llegada de la primavera, puesto que en julio se habían contabilizado 25 chicos. Trabajan de 19.00 a 1.00 por lo menos.

La responsable explicó que los educadores se contactan con los niños y les preguntan si les gustaría que conozcan a sus madres y casi todos responden que sí; cuando se establece ese vínculo "se plantea un acuerdo socioeducativo, les decimos que para nosotros es muy importante que el chiquilín vaya retirándose del trabajo infantil porque vulnera derechos, a la educación, al descanso, al logro educativo, porque hay chiquilines que están institucionalizados pero faltan mucho porque trabajan seis o siete horas diarias". Ese acuerdo comprende una beca de 3.000 o 4.000 pesos, dependiendo del número de hijos, a cambio de que los chiquilines reduzcan las horas de trabajo. Briozzo comentó que la respuesta de las madres ha sido muy buena, que en el vínculo se busca problematizar una situación que para ellas es natural, porque "reproducen una forma de generar ingresos que tenían ellas mismas desde niñas, vendiendo rosas y estampitas en los bares con su familia".

Lo que los niños recaudan es para el sustento de la familia, para comer y para cumplir con el pago de la pensión donde viven. Briozzo señaló que el tema habitacional es el gran problema que padecen estas personas, porque viven en casas de muy malas condiciones. Con el ingreso se intenta que "puedan pagar parte de la pensión, mejorar la vivienda si se llueve o comprar cuchetas, porque duermen todos en una cama. Junto con la mamá y los hermanos más grandes se elaboran acciones para ver cómo mejorar la vivienda", detalló.

Los hogares son monoparentales, con mujeres al frente y con un alto número de hijos. Muchos son beneficiarios de planes sociales, pero los ingresos son insuficientes para cubrir las necesidades; las madres no trabajan, algunas no tienen cultura laboral, otras no accedieron a una formación básica o no tienen una presencia que les permita acceder a un puesto.

Negociación

El trabajo infantil está prohibido, pero cómo cumplir la norma es la gran interrogante. Si bien los niños en este caso están identificados, las soluciones no pasan, al menos en lo inmediato, por la represión. Briozzo señaló que se intenta dar respuestas de compensación, porque “hay familias integradas, con madres que se hacen cargo, que son cuidadoras, que acompañan a los chiquilines hasta las 2 o 3 de la mañana”. El proyecto considera que “el discurso de la erradicación corta las posibilidades de negociación” y que la metodología apela a lograr cambios a partir de esa negociación.

De manera similar, el presidente de INAU indicó que el camino no pasa por la represión, porque si no se permite que los niños vendan en esos espacios, no se los verá en esos lugares, pero el tema de fondo no será solucionado. Dijo que denunciar penalmente a los padres por la omisión de los deberes de la patria potestad “es una de las posibilidades que a diario se nos plantean y se nos exige, y francamente no creemos que la solución esté planteada en esos términos, porque va a generar dos problemas, no va a haber quién se haga cargo efectivamente de estos gurises y no estás dando una solución real al asunto”. De todos modos, el tiempo pasa y la cadena no se corta.