El cooperativismo es cooperar, así de simple. Es un movimiento que incide en la esfera económica, social y cultural de localidades, naciones, regiones y el mundo entero mediante la cooperación de sus integrantes, quienes se asocian voluntariamente en unidades de producción y otras de naturaleza colectiva. Los integrantes asumen los principios de libre adhesión, control democrático, gestión de los administradores, educación cooperativa, devolución de excedentes, integración cooperativa y preocupación por la comunidad. El cooperativismo está inserto en la Economía Social o también llamada Tercer Sector, junto con organizaciones no gubernamentales, el mutualismo, la autogestión, el voluntariado y sociedades civiles, entre otros.
En tiempos de derrumbe de sistemas hegemónicos económicos y financieros como los actuales, esta forma de producir y pensar ha iniciado el proceso de legitimación que viene reivindicando a paso lento, desde que un grupo de 28 trabajadores de la ciudad de Rochdale, en Inglaterra, fuera despedido y organizara una empresa de este tipo, la “Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale”, en 1844. En 2002, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó la Recomendación 193: Promoción de las cooperativas, asumida por prácticamente todos los gobiernos y que reconoce al cooperativismo como movimiento fundamental en la creación de empleo, la movilización de recursos y la generación de inversiones, es decir, como motor clave en la contribución a la economía. La recomendación deja expreso el ámbito de aplicación del cooperativismo, la definición y los objetivos del mismo, así como también el marco político, tanto el papel de los gobiernos como el de la comunidad internacional.
Uruguay esperó hasta 2008 para la promulgación de la Ley General de Cooperativas y para la creación del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop). Ambos logros garantizan, o se espera que lo hagan, además del fomento del cooperativismo, la formación y evaluación de planes de desarrollo cooperativo, la coordinación e implementación de investigaciones sobre la incidencia del cooperativismo en la economía social y en la sociedad, y la creación de un sistema nacional de información público sobre el sector.
La Recomendación 193 de la OIT también tuvo que esperar para ser discutida. Este documento de promoción y respaldo fue elaborado y adoptado en Ginebra el 3 de junio de 2002. 10 años después, el mundo parece darse vuelta y la necesidad de hacerle caso a aquel documento se volvió conferencia.
Mirando al sur
Manuel Mariño, director regional de ACI-Américas, dialogó con la diaria acerca de los avances en la implementación de la Recomendación, asegurando que en esta década se ha hecho poco, más bien nada. A pesar de que la ACI-Américas realizó talleres y elaboró algunos documentos a modo de complemento y difusión de la Recomendación, como la Ley Marco, el director de este organismo reconoce que el movimiento cooperativo, los sindicatos y los gobiernos no se han apropiado de la Recomendación. “Si le preguntas a la gran mayoría de los cooperativistas de la región qué es la Recomendación 193 de la OIT, no saben absolutamente nada”, lamentó.
Mariño sostiene que ni las propias organizaciones cooperativas han pasado por un proceso de aprehensión y difusión, y que eso es un problema serio. “Hay que aprovechar esta oportunidad casi única de encuentro entre los gobiernos de la región, supuestamente afines a la ideología cooperativista”, señaló. Se cuestiona si realmente el movimiento cooperativo está en condiciones de ser interlocutor ante los gobiernos, porque “no hay desarrollo sin integración”. Apeló a la capacidad de tener propuestas en común, consensuadas, y admitió: “Lamentablemente eso nos cuesta, nos cuesta mucho”. Cuestionó además a los medios de comunicación masiva, indicando que, normalmente, se pronuncian sobre las cooperativas cuando hay problemas o cuando algún dirigente se lleva la plata.
En su planteo, se instó a sí mismo y al resto de los conferencistas a sacar todo el provecho posible de 2012 como Año Internacional del Cooperativismo. “Es nuestra oportunidad para hacernos visibles ante la opinión pública. Es ahí donde tenemos que trabajar: de nada vale que en un evento como éste digamos lo bueno que somos. Lo que interesa realmente es que el ciudadano conozca lo que es una cooperativa”, reflexionó. Entre los valores que promueve (y establece) la Recomendación (también la ideología cooperativista) se encuentra la equidad de género. En la conferencia se escuchó la voz de 22 hombres y tres mujeres. Interrogado sobre el tema, Mariño explicó: “Es un tema importantísimo, y se ha avanzado. Está el Comité de Género Regional, que viene trabajando en eso, pero falta mucho por hacer, en algunos países más que en otros. En este tipo de eventos, que generalmente son costosos, a la hora de decidir quiénes van a participar, los consejos de administración deciden muy fácil: los hombres y con preferencia viejitos”. “Somos los europeos los que miramos con esperanza a América Latina”, aseveró el español José María Pérez Uralde en la conferencia.
La cooperación en nuestro continente pretende, ahora con legitimidad y derecho, ser algo más que una alternativa a los modelos deficientes que hoy se derrumban en el norte. Es una buena oportunidad de trabajar lejos de la verticalidad, de la lógica centralista financiera, del afán de lucro que rodea a las empresas, y cerca de las personas de carne y hueso, del territorio de la cooperativa, de la comunidad y del diálogo social. Pero para eso, hay que cooperar. Sobre el cierre de la jornada, el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Eduardo Brenta, junto con los ministros de Trabajo y Desarrollo Social del Mercosur, expusieron en relación al “compromiso de los gobiernos regionales para las políticas públicas de promoción del sector cooperativo y la economía social”.