Lo podaron

Testimonio de Juan, integrante del movimiento Planta tu Planta, que en 2007 estuvo 11 meses preso por plantar: “Tenía cinco plantas para consumo y 45 esquejes [gajos] para hacer semillas, que tenían cinco centímetros; tenía tantos porque en ese proceso se mueren muchos y tenés que elegir al más fuerte. Caí en el Comcar y tuve problemas, porque caés por drogas y no sos un autocultivador, sos un narcotraficante, y los narcotraficantes pagan peaje. Mis amigos se movieron y hablaron con el comisionado parlamentario y lograron un traslado a La Tablada. La Constitución dice que las acciones privadas de los ciudadanos no son materia de los magistrados, y si en su casa tiene sus plantas y le gusta fumar, ¿qué mal le hace al resto del mundo?”.

Con una llovizna encima y en nombre del Movimiento por la Liberación del Cannabis, un muchacho leyó la carta dirigida a los magistrados. Citó el artículo 31 de la Ley de Estupefacientes (17.016), que establece que una persona puede portar una “cantidad razonable destinada exclusivamente a su consumo personal”. Y leyó: “Sería ilógico pensar entonces que dicha cantidad tenga que venir elaborada y ser prensada por un traficante, y no pueda venir en forma de planta y ser cultivada por el propio usuario, rompiendo así su vínculo con el narcotráfico. Esta interpretación que hacen algunos jueces de esta ley castiga al usuario autoabastecido y beneficia directamente al narcotráfico”.

A continuación, resonaron el cántico y los aplausos y silbidos que respaldaban la solicitud: “Liberar, liberar a los presos por plantar”.

Legitimidad

Es difícil calcular si en nuestro país el consumo de esta hierba está más o menos legitimado que hace un par de décadas. Para tener una aproximación a esta respuesta, la diaria consultó al sociólogo Agustín Lapetina, coordinador del programa Alter-acciones, de El Abrojo, para quien “en los últimos años la aceptación del consumo ha crecido significativamente en población adulta, y ni que hablar en el mundo juvenil”. Dijo que se trata de “un fenómeno de varios años que se ha ido consolidando en la primera década de este siglo, básicamente por el aumento de la preocupación pública generada por la pasta base”, como camino para reducir el daño y los problemas de seguridad pública que genera la pasta base. “Hay políticos que han llegado a decir, no con mucha evidencia empírica atrás, ‘demos marihuana hasta que achique y con eso reducimos la pasta base’. Es un error técnico, la pasta base es un estimulante del sistema nervioso central y la marihuana es una droga ‘alucinógena’ con efecto depresor, no tiene nada que ver. Pero para muchos usuarios de pasta base lo que hemos visto en la práctica es que la marihuana les permitía achicar la fisura, les da cierta calma transitoria que está buena, pero argumentar que es sustituta es un razonamiento bastante simplista”, ilustró Lapetina.

Por su parte, jóvenes del movimiento Prolegal dijeron a la diaria que continúa presente un estereotipo del fumador de cannabis como un joven de rastas y bohemio que no refleja a los varios tipos de consumidores, que llevan una vida “normal”, con trabajo, estudio y vida familiar mediante. Opinaron que muchas veces se minimiza el tema, y que dentro de la izquierda uruguaya ha habido mucha resistencia a los movimientos de liberación por entenderlos como “una preocupación burguesa, hedonista”. Dijeron que “se desconocen muchas implicancias de la temática, por ejemplo cómo interfiere el narcotráfico en la calidad de la democracia, o la incidencia en la superpoblación de las cárceles”.

Derribando mitos

Lapetina explicó que las drogas “socialmente aceptables” como el alcohol y el tabaco “son las que generan más problemas de salud pública”; mencionó que en nuestro país anualmente mueren entre 7.000 y 9.000 personas por enfermedades vinculadas al tabaquismo y 500 personas por problemas derivados del consumo de alcohol, mientras que las muertes por consumo crónico de marihuana no llegan al 1% de las que provoca el tabaco.

Como principal mito demonizador de la marihuana el sociólogo rebatió el que afirma que es un trampolín para sustancias “más duras”: “Es un disparate, no hay ninguna evidencia empírica en ninguna parte del mundo que señale que quien consume marihuana vaya a escalar a drogas más adictivas como la cocaína”.

Sin embargo, advirtió que “no hay consumo de riesgo cero. Si consumís un café tarde en la noche, vas a demorar en dormirte y capaz que al otro día llegás tarde al trabajo. Todas las drogas tienen sus riesgos físicos, psicológicos, sociales; la marihuana es menos adictiva que el tabaco, pero tiene un riesgo psicológico que el tabaco no”, aunque rechazó aquello de que “mata neuronas”: “Hay muy pocas sustancias que técnicamente provoquen daño neuronal, se podría mencionar la nafta, el querosén, el novoprén, algunos solventes que puedan tener la pasta base o el consumo crónico de alcohol o de cocaína en algunos casos”.

El programa Alter-acciones hace énfasis en educar ya que “la sustancia va a estar siempre, hay que fortificar al sujeto para que pueda discernir y hacerse cargo” de su elección. Dijo que para mantener un diálogo entre padres e hijos es fundamental que los adultos tengan “un mensaje lo más consistente y coherente posible” y que si fuman o toman alcohol no pueden tener un discurso demonizador porque eso lleva a las conductas de riesgo.