Cuando la naturaleza es la que hace frente, hay que esperar que pase lo peor y valorar lo que quede en pie. Y en una situación de emergencia lo más importante es la vida de las personas, porque “las cosas materiales van y vienen”. Ése es el sentimiento generalizado que hoy tienen Julio de Meis y Susana Cresci, a quienes se les derrumbó parte del techo y se les agrietaron algunas paredes de su vivienda.

Ayer, cuando la diaria llegó a su morada, Julio hacía una pausa en el trabajo de recuperación; la lluvia y la alerta naranja anunciadas para la jornada obligaron a postergar la tarea de revoque. Y mientras Susana observaba con desolación cómo seguir adelante una vez que el clima lo permitiera, contó cómo vivieron ese domingo junto a sus cuatro hijos: “Gracias a Dios no estábamos en la casa”, exclamó. Todo sucedió en tan sólo diez minutos.

En familia habían partido hacia la isla, pero al llegar el color del cielo les indicó que era mejor suspender la excursión. “En ese momento socorrimos a una madre y a su bebé y los llevamos a su casa, y por salvar a otra persona nos salvamos nosotros también”, reflexionó. Pocos minutos después, cuando retornaron a su casa, los vecinos estaban gritando sus nombres y esperando escuchar alguna señal proveniente del interior. Pero la respuesta vino de afuera, una vez que estacionaron y se sumaron al desconcierto.

Ellos empezaron la reconstrucción de inmediato; Susana explicó que son testigos de Jehová y recibieron mucha ayuda de esa colectividad. Para ella el daño va más allá de lo material: “La casa tiene como 100 años, era de mi abuelo; daba mucha angustia verla destruida con todo lo que aquí se vivió”. Más allá de la antigüedad de la edificación, Susana aclaró que hubo viviendas recién construidas que también se vieron afectadas; abrió la puerta que da al fondo de la casa y mientras la señalaba con el dedo, relató cómo había volado el techo de chapa de una vivienda ubicada a pocos metros, que había sido estrenada recientemente.

Julio y Susana en total llevan invertidos unos 16.000 pesos en la reparación; además, recibieron chapas, ladrillos y otros materiales cedidos por el Sistema Nacional de Emergencias (SNE), que estudió la situación en general y en particular con la Intendencia de Soriano.

¿Sale una chapa?

En uno de los complejos de vivienda de la ciudad todavía estaban a la espera de los insumos prometidos para arreglar los techos que el viento se llevó. Cuando Ángel Fernández, uno de los damnificados, salió a recibir a la diaria, lo primero que hizo fue preguntar si sabíamos cuándo iba a ir por allí el SNE. Manifestaba confusión y ansiedad al mismo tiempo. Por ahora armó el techo del comedor con nailon y chapas prestadas. Su apuro está relacionado con devolver las chapas, además de por no haber podido acomodar los muebles ni todo lo que guarda dentro de ellos.

Al recordar aquel domingo, relató con asombro que una de las chapas que voló quedó colgada en un árbol y allí permaneció por unos días hasta que la bajaron los funcionarios de la comuna. Ángel también habló de la alerta naranja emitida para la jornada por la Dirección Nacional de Meteorología, a la cual sumó su desconfianza por el color de las nubes. Demostraba que permanece nervioso por lo que padeció.

Pegada a su finca está la de Esperanza Maciel, una persona mayor que vive sola y que el 16 de enero se encerró en el baño, del que recién salió cuando el viento había cesado. Ella también aguarda las chapas de fibra de cemento, aunque reconoce que necesita más cosas y que comenzó a gestionar el arreglo con albañiles de la zona. Las paredes se agrietaron mucho, por lo que ahora se llueve en el interior.

A media cuadra, Sofía Besozzi se inscribió para recibir chapas y material para reparar su casa, pero luego avisó en la comuna que se haría cargo de los gastos. En cuanto a la situación que vivieron, puntualizó: “Te da cosa, ves todo roto, pero son cosas recuperables, una vida no se recupera”. Opinó que la meta de los uruguayos es la casa propia, que “el fin es tener un techo, estar tranquilo y cuando pasen los años no tener que andar deambulando por ahí”.

A unos cuantos kilómetros de allí, las hermanas Acosta dijeron estar desconformes con la intendencia pero principalmente con el Ministerio de Desarrollo Social (Mides). “Ya nos visitaron la arquitecta de la intendencia, la asistente social de la intendencia y la asistente social del Mides y todavía nada”, se quejó Teresita, mientras oficiaba de guía por su casa, en la que cuatro habitaciones quedaron sin techo y los muebles permanecen envueltos en grandes lonas.

La situación las superó; al lado de la vivienda tienen un almacén que está cerrado porque tuvieron que cortar la luz para evitar cortocircuitos. Hasta el momento solamente recibieron arena para obras por parte del SNE y comenzaron a hacer gestiones para conseguir los materiales que necesitan.

En emergencia

María de los Ángeles Fajardo, directora del Departamento de Políticas Sociales de la intendencia, destacó que quienes resultaron más afectados son “gente laburadora”. Dijo que muchas familias fueron asistidas pero asumió que otras tantas aún no recibieron las chapas y los materiales. Explicó que desde el SNE se aprobó la compra de chapas de fibra de cemento pero la llegada del material está demorada porque las tienen que importar desde Argentina.

Indicó que a pocos minutos de culminada la turbonada los funcionarios del área social de la comuna se reunieron y en seguida asistieron a los más afectados. Árboles caídos, cables de luz colgando, columnas y chapas tiradas, así como techos destrozados, eran imágenes recurrentes en las horas siguientes. “Si Mercedes no hubiera sido un pozo no quedaba nada”, concluyó.

A título personal, Fajardo puntualizó que en casos de emergencias hay que acotar los tiempos y consideró que los vecinos están en todo su derecho de reclamar ayuda rápida. La jerarca consideró que ahora hay que terminar de reacondicionar las casas y realojar a las personas que viven en asentamientos, que también se vieron afectadas por la turbonada. Para lograr este cometido será fundamental la autoconstrucción y la participación de los involucrados.