-El trabajo en Clave de sol fue el trampolín para tu carrera. ¿Qué recuerdos tenés de esa época?
-Bueno sí, fue una de las maneras de empezar. Tengo muy lindos recuerdos, éramos todos chicos de 17 o 18 años y nos divertíamos mucho, pero también fue un momento de mucho trabajo. Teníamos muy pocas opciones de tener una vida normal, justamente adolescente, porque estábamos trabajando todo el día, y eso fue duro. Tuvimos que dar el salto a ser “hombres” un poco antes y no tuvimos esas cosas que todo el mundo tiene, como las vacaciones. Aprendí mucho, entendí la posibilidad de trabajar en condiciones difíciles, las exigencias de la televisión en general. Podés estar grabando desde las ocho de la mañana a las ocho de la noche, después terminás y tenés que ir a ensayar una obra de teatro... Un chico que está recién aprendiendo a ser actor de repente tiene que resolver diez, 11 o 12 escenas por día, y ésas no son las condiciones ideales para ser creativo. Generar algo realmente original y creativo en esas condiciones te da después mucha fuerza y muchísimas herramientas.
-Ya habías actuado en 1986 en La noche de los lápices. una experiencia que debe de haber sido muy diferente.
-Claro, ahí teníamos la posibilidad de ensayar. Pero aparte fue una experiencia muy fuerte a nivel emocional porque nos tocaba muy de cerca el tema de la película (la historia real de un grupo de adolescentes de La Plata que fueron secuestrados, torturados y asesinados por protestar por el aumento del boleto estudiantil en 1976, al inicio de la dictadura argentina). Actoralmente hablando, no teníamos ni cerca la exigencia que tuvimos en Clave de sol. En la película las condiciones para construir esos personajes eran muy buenas, porque tuvimos la oportunidad de investigar mucho, de conversar, y si bien era muy duro a nivel emocional, el trabajo salía, estábamos trabajando muy bien.
-¿En ese momento te diste cuenta de que querías ser actor?
-Siempre tuve la fantasía de ser actor, obviamente un chico de 13 años no puede imaginarse qué es realmente ser actor, pero mi entusiasmo era lo suficientemente fuerte como para echarme al ruedo y ponerme a estudiar teatro. Yo sabía que iba a ser difícil porque mi madre no era una actriz que pudiese vivir de la profesión. Tenía la alternativa de ir a la universidad y dedicarme a otra cosa, lo que pasa es que, como empecé a trabajar muy de joven y me empezó a ir relativamente bien, se fue determinando el camino. Seguí estudiando teatro y dándome cuenta de que tenía ganas de poder encarar ciertos roles que me hicieran crecer. No se trata sólo de vivir de esta profesión, sino de que esta profesión te ayude a seguir evolucionando y experimentando. Ése fue un criterio que siempre tuve.
-Con Marcelo Piñeyro tuviste algunos de los trabajos más importantes de tu primera etapa como actor, desde Tango feroz (1993) hasta Las viudas de los jueves (2009). ¿Cómo explicás el vínculo que construyeron?
-Es una de esas conexiones que no tienen mucha explicación, son cosas que suceden o no. Él a mí siempre me dio en sus películas la posibilidad de crecer y evidentemente él se sentía cómodo contando sus historias utilizándome a mí. Nuestro encuentro se produjo desde Tango... y luego se fue acentuando. Me siento muy cómodo trabajando con él.
-¿Tu emigración a España fue para encontrar mayores desafíos profesionales o porque no estabas contento con Argentina en ese momento?
-Como parte de esa búsqueda de crecimiento en lo actoral sentía que no me quería asfixiar o trabajar en la tele otra vez. En ese momento en mi país no había tanta gente haciendo cine, y yo tampoco haciendo cine podía vivir de esta profesión. En España sí había muchas alternativas. Yo había estado en el estreno de Caballos salvajes y después me empezaron a llamar para hacer cosas allá. Entonces decidí dar el paso.
-¿Encontraste un mercado mucho más profesional?
-No sé si más profesional; más industrial. Porque hay más infraestructura, por supuesto, más dinero, y mercado para otro tipo de proyectos. De pronto hay más cine de género. Pero en los últimos años en Argentina afortunadamente eso ha cambiado también. Se puede vivir más haciendo cine. De todas maneras, deben de ser contados con los dedos los actores que pueden vivir de esto.
-Muchas de las películas en las que actuaste estaban cargadas de mensajes sociales, ¿sentís una responsabilidad social como actor?
-En mi caso son cuestiones más personales que actorales. Me siento más identificado con algunas propuestas. Ése es el criterio de elección, no hay una cosa consciente de responsabilidad social. A la hora de elegir si participar o no en algo me fijo en que el guion esté bien escrito, que sienta que la historia es importante de contar y que sea una historia que me gustaría ver como espectador.
-Pasando a Red lights. ¿Cómo llegaste a rodar una película de Hollywood?
-Trabajé junto con Rodrigo Cortés en su ópera prima, Concursante, que estrenamos en 2007 pero filmamos en 2005. En ese entonces ya sentía que era un tipo tremendamente capaz y brillante. Me sorprendió que a pesar de que era su primera peli él tenía muy claro lo que quería hacer, de una manera tremendamente contundente. Tuvimos una empatía hermosa a nivel artístico, creativo, y afectivo inclusive. Él me armó un personaje para Red lights. Y bueno, por suerte se pudo realizar, porque en películas tan grandes a veces es difícil meter a un actor latino y él finalmente pudo hacerlo. Tengo un personaje que es relativamente pequeño pero que tiene escenas muy hermosas. Es un mentalista con una expresión evangelista curativa. En Estados Unidos los llaman healers (sanadores) porque son estos tipos que supuestamente curan diferentes males con poderes paranormales. La película apunta a eso: cuál es la verdad, cuál es la no verdad, hasta dónde llega este fenómeno.
-Fue la primera vez que trabajaste en inglés. ¿Cómo te fue?
-Me fue bien porque trabajé mucho. No tuve la suerte de ir a un colegio bilingüe ni mucho menos, entonces el inglés lo he ido aprendiendo sobre la marcha. Pero de ahí a poder comunicarme fluidamente es otro cantar. Así que apenas me enteré de esto me puse a laburar muchísimo y bueno, como no tenía tantas escenas, las que tuve pude trabajarlas con mucho detalle.
-¿Es cierto que Robert De Niro es una persona de carne y hueso?
-¡Sí! A la hora de trabajar es muy concentrado, no le da bola a nadie, está haciendo lo suyo, ¡y bastante bien lo hace! Tuve la posibilidad de estar en su motor home conversando y la verdad que es un tipo encantador, divino.
-¿Conocía alguno de tus trabajos?
-Él había visto Concursante y le gustó muchísimo, eso fue un lindo elogio. Para mí fue un reto hermoso trabajar en esta película porque fue como estar jugando en Primera División. Si bien no comparto escena con Robert De Niro, sí lo hago con Sigourney Weaver y con Cillian Murphy, que son dos actores de primera línea. Pero por otro lado me di cuenta de que los actores en todas partes del mundo tienen los mismos nervios y dificultades, entusiasmos e inseguridades. Somos de la misma especie, trabajamos para que las escenas salgan bien, y en definitiva eso es lo que te une.
-¿Qué tan lejos está Argentina o España del trabajo que se hace en Hollywood?
-Tenés mejores condiciones, de repente una escena se filma con 60 planos en lugar de con diez. Entonces claro, tu trabajo va creciendo. Por eso en general salen mejor las cosas, porque en esas condiciones podés probar, arriesgar, y estás tranquilo con el resultado. Me dediqué mucho a ver trabajar a De Niro y veía que el tipo estaba justamente con toda la confianza de que era el rey de la pista y que tenía todo para poder conseguir lo que quería sin forzarlo. Sin tensión, simplemente con su imaginación él iba construyendo.
-¿Tenés muchas expectativas en este proyecto? ¿Pensás que te puede abrir puertas que antes veías cerradas?
-Esta alternativa está buena para poder darse a conocer un poco más en Estados Unidos pero sin la fantasía de comerse el mundo, porque eso no es verdad. Uno tiene que ir tranquilo pensando en que te conozcan más y aparezcan otras alternativas interesantes. Creo que hay que ubicarse en ese lugar. Es una pantalla más, así como lo fue la de España, como sigue siendo la de Argentina. En Estados Unidos se hacen cosas muy malas, pero por supuesto que también se hacen cosas buenísimas. Está bueno que a uno lo conozcan para poder formar parte de eso.