La competitividad se ha vuelto un tema cada vez más relevante, según el informe, debido a la “creciente interrelación de los mercados, y la profundización de los procesos de globalización y de internalización empresarial”.

Se describe la competitividad como un “sinónimo de la capacidad de un país o región de alcanzar aumentos sostenidos de productividad, la que se logra cuando se tienen adecuados incentivos para innovar, lo cual depende del entorno macroeconómico y de la calidad del entorno microeconómico en que actúan las empresas, junto con la calidad de las instituciones”.

El texto advierte que en varias oportunidades “y de forma errónea” la competitividad se asocia con el concepto de tipo de cambio nominal, que es el precio relativo entre dos monedas. En ese sentido, asegura que el “indicador más apropiado para acercarse al concepto de competitividad” es el tipo de cambio real, que es el precio relativo entre bienes transables (que se exportan y/o importan en la economía) y no transables (que no se comercializan con el exterior)”. No obstante, aclara que se trata de una variable que “no es discrecional”, ya que “los bancos centrales no tienen herramientas para afectarla, por cuanto es una variable real que depende de variables reales y no monetarias”.

En la definición que utiliza el instituto, se amplía el concepto y detalla que “una nación es competitiva si posee la capacidad para generar en forma sustentable altos niveles de ingreso y empleo, procurando un equilibrio justo en la distribución de lo creado, en la búsqueda de la mejora de la calidad de vida de su gente, interactuando en el mercado internacional”.

Para analizar la competitividad local se apela a diversos índices que incorporan variables económicas y sociales: de Competitividad Global del Foro Económico Mundial; de Facilidad para Hacer Negocios del Banco Mundial; de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional; de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo; de Libertad Económica elaborado por la fundación Heritage; de Democracia de la revista The Economist; de Performance Logística de Naciones Unidas, y de Prosperidad del instituto Legatum.

Posiciones

En el ranking general de competitividad Uruguay se ubica en la posición 64 sobre un total de 139 economías analizadas en 2010-2011, lo que implica una mejora de un lugar respecto del período 2009-2010, y de 11 lugares respecto de 2008-2009. Se destaca que en los últimos cinco años el país fue mejorando constantemente, aunque aún sigue mostrando vulnerabilidades y menor posicionamiento relativo frente a otros países de la región.

Al analizar estos indicadores se observa un buen posicionamiento de Uruguay en el índice de Democracia, donde ocupa el lugar 21 entre 165 países, en el de Percepción de la Corrupción (puesto 24 sobre 178 países) y en el de Libertad Económica (33 sobre 183). El informe asegura que en estos indicadores el país está “a la par de las economías industrializadas”, y añade que, en materia de reducción de la corrupción, conquistó el mayor avance en los últimos nueve años entre los países que lideran el ranking. “El país califica como una de las economías que más protege las libertades, garantiza derechos básicos y mantiene una economía de mercado”, sostiene el instituto sobre el indicador de Libertad Económica.

En Desarrollo Humano, se posicionó en el lugar 52 sobre 169 países, encontrándose en “la categoría de países de alto desarrollo humano”, así como “habiendo mostrado una permanente evolución positiva desde que se elabora este indicador a mediados de la década de los ochenta”. Sin embargo, se observan dificultades, principalmente en el índice de facilidad para hacer negocios, donde Uruguay ocupa el puesto 124 sobre un total de 183 países, y en el de Performance Logística, donde el país se ubica en el lugar 77 sobre 155 economías analizadas.

Respecto de esta última variable, se concluye que “el país deberá mejorar mucho para ponerse al nivel de las exigencias portuarias del primer mundo”, siendo su principal desventaja “el atraso en la infraestructura”. Entre las principales dificultades para la concreción de negocios se mencionan “las trabas burocráticas en todo lo que implica comenzar un negocio y los niveles impositivos”, obstáculos que “aparecen como freno al desarrollo de la actividad empresarial”.

Al analizar el posicionamiento de Uruguay respecto de los demás socios del Mercosur y sus países asociados, se aprecia que Uruguay es el mejor posicionado en los índices de Democracia y Prosperidad, donde en ambos casos supera a Chile, que se ubica en el segundo lugar, ocupando el puesto 34 y 32 en la escala mundial, respectivamente.

No obstante, respecto del indicador de Prosperidad se advierte que hay algunos aspectos en los que el país registra “una peor performance”, en referencia a algunos temas económicos y al bajo nivel de emprendedurismo.

En el índice de Corrupción y en el de Libertad Económica se invierten los roles y es Uruguay el que ocupa el segundo lugar, por detrás de Chile, aunque superando a los demás países.