El “dinero virtual” es algo con lo que ya vivimos a diario: El sistema de transporte metropolitano con tarjetas estaría en cierta forma dentro de esa categoría, por ejemplo. Un montón de páginas de internet ofrecen sus propios “créditos” para poder comprar distintos servicios, desde sitios para comprar fotografías, ilustraciones, así como cualquier casino o lotería online.

El proyecto Bitcoin se creó en 2009 y se trata de crear una nueva moneda descentralizada, que no dependa de terceros, para permitir transacciones seguras y anónimas. Pocos sabían de su existencia hasta hace unas semanas, cuando una multitud de artículos empezaron a brotar con títulos provocadores y ampulosos como “¡El proyecto tecnológico más peligroso luego de la creación de internet!” y “¡Un desafío al monopolio de los gobiernos que controlan la impresión del dinero!”. Pero por fuera de lo inflado que puede estar el fenómeno por los medios, la idea detrás de la Bitcoin es muy interesante (y compleja), así que empecemos entendiendo bien cómo es que funciona esto.

Las Bitcoins se utilizan a través de un programa P2P (‘peer to peer’, o ‘red entre iguales’), al igual que aplicaciones como Napster, eMule o los servicios de Torrents. No hay un banco o servidor central que cree o distribuya las monedas, sino que son generadas por cualquier computadora de la red Bitcoin. La creación de monedas es mediante un algoritmo muy complejo, diseñado cuidadosamente para evitar la inflación y el abuso, una especie de sofisticado arreglo entre todos los usuarios. Sólo 21 millones de Bitcoins (BTCs) se podrán generar hasta 2140. Cualquiera puede generar BTCs, pero el proceso de creación es una serie de cálculos matemáticos súper complejos: una moneda puede tardar años en ser creada con una computadora común. Cuando haya demasiadas monedas el algoritmo hace que sea cada vez más difícil y lento crearlas. Es importante saber que el código detrás de Bitcoin es abierto y está disponible para todos, lo que da una transparencia total sobre su funcionamiento, que es bastante más complejo y técnico de lo que se puede explicar en este espacio.

Las monedas se guardan en las computadoras de cada usuario. Mediante el programa podés intercambiarlas con otros usuarios, utilizando un sistema de claves cifradas que permite hacer transacciones únicas, seguras y anónimas. Esto tiene varias ventajas: La transferencia de Bitcoins no puede ser congelada o bloqueada (como ocurre con el servicio de micropagos PayPal, que bloqueó las posibles donaciones a Wikileaks el año pasado), no se pueden cobrar impuestos por su uso, y el costo de transacciones es bajísimo. El sistema funciona como una alternativa a Paypal, Amazon y a cualquier transacción con tarjeta de crédito. Y su uso es también una declaración política, una bandera utilizada por los activistas tecnológicos que están detrás de proyectos como Wikipedia, Linux o el colectivo Anonymous. Claro está que todos los que utilizan Bitcoin están fomentando su uso, ya que cuanto más usuarios haya mejor.

A la fecha hay una lista bastante completa de sitios y servicios que aceptan la nueva moneda, disponible en la wiki de la Bitcoin (https://bitcoin.it/wiki), y aunque no hay ningún sitio o servicio realmente grande, podemos encontrar bastantes cosas; hay por lo menos una multitud de servicios online para sitios web, freelancers que ofrecen trabajo de diseño o desarrollo, locales o particulares que venden ropa, comida, discos, libros, insumos de PC, utensilios de cocina, antigüedades y mucho más. Muchos de estos servicios cobran en dólares y también en BTCs, muchas veces ofreciendo descuentos si se paga con la nueva moneda. Es un mercado pequeño pero real y tangible. Una gran cantidad de notas que salieron comunicando sobre la existencia (y supuesto peligro) de la Bitcoin causó lo predecible: la especulación disparó su valor, llegando a unos 8 dólares a la fecha, 2 dólares más que hace unas semanas, mientras que en enero de este año su precio era de sólo 0,6 dólares. En este momento hay más de 6 millones de BTCs en circulación, una economía en potencia equivalente a unos 48 millones de dólares.

Es comprensible el pánico mediático que generó la existencia de la Bitcoin. Si el proyecto funciona, y cada vez más tiendas y locales empiezan a utilizar la moneda, y su valor sube y sube, la Bitcoin se puede volver algo fuerte y sólido que altere la economía tal cual funciona ahora, y dejar obsoletas las tarjetas de crédito, y quién sabe qué otros efectos globales imprevisibles más. En este caso, es muy probable que los gobiernos decidan intervenir y declarar la Bitcoin como ilegal. Claro que está la otra opción, mucho menos encantadora, y es que la Bitcoin sea sólo una “moda” y su valor empiece a bajar, lentamente, hasta que desaparezca. Como mínimo, es un experimento de lo más interesante, que valdrá la penar observar cómo evoluciona. (Para más información: http://www.weusecoins.com y http://www.bitcoin.it)