Cerca de las 9.30 de la mañana de ayer los termómetros marcaban poco más de cinco grados, pero Graciela llegó a la cita con la diaria en la central sindical montevideana acalorada, casi corriendo. Entró y saludó a sus compañeros, quienes le hacían comentarios alusivos a su viaje a Ginebra. Sin embargo, ella no hacía otra cosa que exclamar “¡qué calor!” mientras ágilmente subía y bajaba escaleras preparando café.

Graciela ha vivido siempre en Barros Blancos, departamento de Canelones. Día a día se traslada a Montevideo para trabajar de doméstica, en un trajín que recorre desde los 14 años, cuando se empleó en una casa de la Unión; antes de cumplir 18 ya había vivido tres años, en calidad de doméstica con cama, con una familia de Belvedere.

Ya era hora

A partir de este convenio, la OIT reconoció a los empleados domésticos como trabajadores. La directora del Programa sobre las condiciones de trabajo y empleo de la OIT afirmó que la preocupación en el organismo está presente de la década de 1930: "En esa década se reconoció que los trabajadores domésticos eran una categoría sujeta a abusos considerables, pero se pensaba que estaba destinada a desaparecer como resultado del progreso socioeconómico y de la innovación tecnológica, que las aspiradoras y las lavadoras los sustituirían. La historia ha desmentido esta suposición. Los trabajadores domésticos no sólo son muy numerosos en el mundo, sino que en la última década han aumentado de manera significativa". La OIT calcula que hay entre 53 y 100 millones de trabajadores domésticos.

El 31 de mayo Graciela viajó a Ginebra junto con Nora Pacheco, ambas representantes del Sindicato Único de Trabajadoras Domésticas (SUTD). Sus pasajes fueron financiados por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y por un proyecto de ONU Mujeres. En la 100ª Conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), realizada en Ginebra del 1º al 17 de junio, se discutió y finalmente se aprobó el convenio sobre "Trabajo decente para los trabajadores domésticos" y la recomendación que da pautas para llevar a la práctica lo que establece el convenio. Las bases de ambos documentos se habían establecido en la 99ª conferencia de la OIT de junio de 2010, y Uruguay fue uno de los principales promotores. Tanto en aquella como en esta oportunidad, nuestro país se destacó porque los salarios y convenios de las trabajadoras domésticas son discutidos mediante negociación colectiva.

Las jornadas de trabajo de la comisión de Trabajadores Domésticos transcurrieron del 2 al 9 de junio; fueron extensas y sesionaban separadamente trabajadores, empresarios y gobiernos para luego discutir en ámbitos tripartitos.

Lo imprescindible

El subgrupo de trabajadores no estaba integrado solamente por empleados domésticos, puesto que muchos países habían enviado a representantes de sus centrales sindicales. Graciela opinó que las discusiones tanto a la interna del subgrupo como las de las comisiones tripartitas fueron sumamente ricas, "fue una experiencia hermosa". Mencionó que las sesiones del trabajo en comisiones contaban con intérpretes, pero que la notoria diferencia idiomática fue una limitación a la hora de hacer negociaciones fuera del ámbito formal.

Buena parte de lo que establece el convenio es contemplada por la legislación nacional relativa al sector, aprobada a fines de 2006, como el reconocimiento de los y las trabajadoras, el límite a la jornada laboral (ocho horas diarias y 44 semanales), el derecho a la seguridad social, el régimen de descanso, la indemnización por despido y desempleo y negociar colectivamente.

La delegada sindical precisó que SUTD había definido las pautas principales que debía contener el convenio. Una de ellas era la limitación de la jornada laboral: "Muy pocos países queríamos ocho horas, otros decían que si igual no se iba a cumplir, para qué íbamos a marcar las ocho horas". Otra pauta sostenida fue que no trabajaran en el sector doméstico los menores de 15 años; Graciela indicó que los relatos en ese sentido fueron "escalofriantes", que en países tercermundistas, pero también en algunos europeos, es normal que un niño trabaje en servicio doméstico. "En Paraguay ya sabíamos que había niños trabajando, pero también lo vimos en Perú o Ecuador con niños de ocho años. Logramos incluir esta situación en el convenio", explicó.

Otra de las prioridades fue que el pago en especies no supere 10% del sueldo. "Paraguay, por ejemplo, tiene 40% nomás de sueldo, 60% es en especies; [a los trabajadores] se les cobra la alimentación -que a veces es una lechuga, un tomate y un huevo duro, como decía una compañera- y les cobran los productos de limpieza. En la recomendación está que los productos de limpieza no se deben de cobrar, es increíble: tener que pagar para limpiar", graficó. Las disposiciones para contratar a trabajadores domésticos migrantes es un aspecto que no está contemplado específicamente en la legislación nacional, y también fue defendido por el SUTD en Ginebra. Al respecto, se dispuso que cuando los trabajadores viajen a otro país con compromiso de contrato reciban por escrito la oferta de empleo con las condiciones laborales previo a salir de su país; los estados firmantes del convenio se comprometen a colaborar entre sí para asegurar la aplicación efectiva del mismo y deberán establecer las condiciones del derecho a la repatriación de domésticos migrantes. "Hoy tenemos una emigración muy grande en Uruguay, [en el convenio y la recomendación] hay pautas específicas para que las compañeras que van de un país a otro sean reconocidas como trabajadoras y sean legalizadas como corresponde, y que no les quiten la documentación como muchas veces pasa ni que tengan que estar peleando por un plato de comida", dijo la entrevistada al indicar que esto "desgraciadamente" sucede también en nuestro país.

En la práctica

Los 178 estados miembros de la OIT deberán ratificar los convenios para que rijan en su territorio nacional. En la web de la OIT se publicó ayer una entrevista a la directora del Programa sobre las condiciones de trabajo y empleo del organismo, Manuela Tomei, en la que explicó: “Los gobiernos, antes de que puedan ratificar el convenio, deben verificar en qué medida sus legislaciones y prácticas actuales están en conformidad con las obligaciones establecidas por el mismo. Si no existe tal conformidad, deben trabajar para armonizarlas con el convenio”. Por lo tanto, su aplicación real puede llevar mucho tiempo. Las trabajadoras uruguayas saben que la normativa por sí sola allana gran parte del terreno pero no soluciona todo. Graciela detalló que todavía en muchos casos no se respeta el límite de las 44 horas semanales. “Cuesta mucho, porque éste es un trabajo en el que te miran la piel, porque, supuestamente, si vos trabajás ahí es porque naciste para trabajar ahí. Tenés que educar a la trabajadora y al empleador. Y a veces más a la trabajadora, porque no pelea por sus derechos”.

Se calcula que cerca de 40% de los trabajadores domésticos uruguayos no está afiliado a la seguridad social. Graciela detalló que en interior es aun más complicado luchar por los derechos porque se sabe enseguida si alguien está afiliado o por afiliarse al sindicato, pero existe otra barrera: “En las oficinas del interior del Ministerio de Trabajo o del Banco de Previsión Social [BPS] los funcionarios son amigos de o familiares de, y les cuentan de inmediato a los empleadores. Por ejemplo, alguien va a pedir al BPS que quiere que su empleador la afilie, la funcionaria la llama para decirle y ese mismo día la patrona la echa. Tenemos que hacer las denuncias en Montevideo para que lleguen al interior, planteamos acá que vaya la inspección”. De todos modos, reconoció los avances al decir: “Hoy podemos tener un diálogo con el BPS y con el ministerio que antes no teníamos”.