El asesor del directorio de Planeamiento del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil, Francisco Pires de Souza, analizó: “A pesar de que las economías de Argentina y de Brasil, en términos estructurales, son similares, la situación que se está dando en Brasil se parece a la de Uruguay”.

Enfatizó en que en el pensamiento latinoamericano, el proceso de industrialización se percibe como el camino para el desarrollo, la manera de generar empleo de calidad, y de lograr un mayor dinamismo económico. Pires de Souza parte de esta visión y afirma que la economía brasileña sufre un proceso de desindustrialización y, simultanea y paradójicamente, por una coyuntura de crecimiento económico. Al mismo tiempo, y como sucede en Uruguay, se encuentran indicadores de economías sobrecalentadas.

Para tratar de comprender cómo es posible esta situación de asimetría entre economía e industria, se analizan múltiples factores. La industria manufacturera no avanzó en estos dos años, y está al mismo nivel que en la precrisis de 2008, pero el PIB es 7% mayor que entonces. Es decir que en la actualidad el crecimiento no fue liderado por la industria y se ha desplazado a los sectores “Servicios”, principalmente, y “Construcción”.

El desafío planteado es comprender las características del crecimiento en la actualidad, su dinamismo, sus posibilidades, sus riesgos y límites. Para ello, se trazan algunas evidencias de este proceso de desindustrialización. En primer lugar, el rol de China como centro de gravedad de la economía, que se inclinó por bajar el precio de las manufacturas, promoviendo el alza de los precios de los commodities. En segundo lugar, el desplazamiento de la oferta de bienes basados en recursos naturales en Brasil, fruto de la maduración de la inversión. En tercer lugar, la rápida caída del crecimiento de la población, que pasó de un crecimiento de 3% a 1,1%, y su impacto sobre la tasa de empleo.

Entre los cambios estructurales en el comercio exterior, la participación de las manufacturas en la pauta de exportación bajó 16% entre 2005 y 2010. “Se está produciendo una primarización de la pauta exportadora, que antes estaba muy concentrada en producción manufacturera”. El saldo comercial de las manufacturas bajó 65.000 millones de dólares en cinco años. Son cambios importantes que se reflejan en la estructura productiva, evaluó Pires de Souza. La participación del hierro y del petróleo sumaba 8%, y ahora representa 23%, observándose un veloz proceso de concentración de las exportaciones en pocos productos primarios. Las manufacturas habían incrementado su participación en la estructura productiva hasta 2004, pero actualmente ha perdido espacio en casi 4%, en beneficio de hierro, petróleo y servicios.

Por otro lado, destacó que si bien tal proceso de desindustrialización es parcial ya que hay algunos sectores que siguen creciendo, agregó que “la industria como unidad tiene un comportamiento débil, crece poco y de manera insostenible”.

Entre otros indicadores, se logró alcanzar casi el pleno empleo a pesar del proceso de desindustrialización, debido al crecimiento de la demanda doméstica de los últimos años. El crédito evolucionó de 24% hace seis años a cerca de 50% en la actualidad. También las políticas sociales de transferencia de renta, que tuvieron gran importancia para el gobierno anterior, y la mejora en la distribución del ingreso han impulsado el consumo. Al mismo tiempo, las commodities ampliaron el ingreso de los sectores exportadores. En los últimos ocho años, con el crecimiento económico y la disminución del crecimiento de la población, Brasil se acercó al pleno empleo, y sumando a ello la suba de los salarios, se favoreció el incremento del consumo.

Según Pires de Souza, el gobierno ha marcado desafíos relacionados a cambios en las políticas macroeconómicas. Se hace énfasis en la gestión para un aumento de la competitividad, que se está perdiendo en el sector industrial. Se apunta a una política macroeconómica menos centrada en las tasas de interés, con un ajuste fiscal más amplio, contención del crédito en el marco de una política llamada “macro prudencial”, vinculada a la contención de la demanda agregada y a la reducción de las tasas de interés, que siempre fueron altas. Por otro lado, se busca una política más agresiva en la compra de moneda extranjera y el control de capitales. No obstante, persiste la presión inflacionaria, que tocó “el techo” de 6,5% en abril. “Esta fue una señal roja para volver atrás y centrarse en la política macro utilizando el instrumento de la tasa de interés, que está en 12%” (tasa básica Selic).

Surge una interrogante respecto de si los sectores que lideran, como “Servicios” y “Construcción”, serán capaces de incrementar la productividad y cumplir el mismo rol que cumplió en su momento la industria, o si será necesario detener la desindustrialización, planteó. Estando Brasil cerca del pleno empleo, la continuidad de esta tendencia dependerá del incremento de la productividad. Haciendo referencia a la política monetaria en el anterior gobierno, Pires de Souza opinó que el Banco Central de Brasil (BCB) sólo tenía un objetivo: mantener la inflación en el rango-meta utilizando únicamente como herramienta la tasa de interés. El Ministerio de Hacienda, por otro lado, tenía una visión “más desarrollista, se dirigía hacia políticas que favorecieran el crecimiento económico”, pero el BCB las frenaba “a través de las tasas de interés”. “Había una clara contradicción entre los dos [organismos]. Si bien la economía sobrevivió, la política no era la mejor”, criticó.

En la actualidad reconoce la unidad entre el BCB y el ministerio. Por un lado, el BCB optó por utilizar más instrumentos y fijarse otros objetivos además del control inflacionario. “Es una visión más cooperativista”, remarcó. Por último, afirmó que se torna necesaria una política fiscal de apoyo para que el BCB no sea tan severo con las tasas de interés. Debido a que en este momento la inflación tocó “el techo”, hay una tendencia del gobierno a concentrar sus esfuerzos en lograr la estabilidad inflacionaria.