Algunas de las cosas que no hubo en la mañana fueron: pedradas, bombas molotov, tiroteos, ni represión policial excesiva, hechos denunciados en otras oportunidades. Sí hubo detenidos: 22 personas en total, entre ellas, una requerida por la Justicia, otra que circulaba en una moto que había sido hurtada el miércoles, y tres personas vinculadas a un homicidio, una rapiña y un delito de agresión; también incautaciones (nueve ladrillos de marihuana, cada uno de un kilo aproximadamente y 60 envoltorios de cocaína prontos para su comercialización), y otros partícipes (periodistas) que aunque estuvieron en calidad de testigos influyeron lateralmente en los hechos.

Todo empezó a las 7.00 en la Guardia de Coraceros, ubicada en la avenida José Pedro Varela. Allí había sido convocada la prensa para partir hacia el operativo que se desarrollaría en un destino que fue mantenido en secreto, hasta ese momento, para que no hubiera filtraciones. A esa misma hora se desarrollaban unos 25 allanamientos entre las calles Río de Janeiro, Carlos María Ramírez, Santín Carlos Rossi y Vizcaya, y en otros puntos de Montevideo (en algunas zonas comprendidas en las seccionales 15ª y 16ª).

“Cerro Norte es un barrio sumamente estigmatizado”, dijo el director de Seguridad, Miguel Iraola, a una numerosa plantilla de policías mientras los fotógrafos disparaban flashes de sus cámaras. “El 99% de la gente es gente de trabajo, amas de casas y gurises que van a la escuela”. Luego los jerarcas policiales explicaron a la prensa cómo se iba a realizar el complejo operativo e incluso permitieron que presenciara la explicación que José Luis Roldán, inspector principal y jefe del operativo, le dio a los policías.

Roldán recordó a sus subalternos: “Si llega a haber enfrentamientos controlen a su personal. Porque sino después tenemos que responder preguntas que no nos gustan”.

Antes de que saliera la caravana, uno de los policías más experimentados explicaba a otros más jóvenes cómo se utiliza el aparato Morpho Rap Ide, un moderno dispositivo que almacena hasta 150.000 nombres de personas y antecedentes con sus respectivas huellas dactilares.

Por Bulevar Artigas la gente contemplaba la caravana boquiabierta: en autos y camionetas partió hacia Cerro Norte personal de la Jefatura de Policía, de la Guardia Metropolitana, del Grupo Especial de Patrullaje Preventivo (GEPP), de la Dirección de Investigaciones, del Departamento de Operaciones Especiales (DOE), de la Brigada Antidrogas, una camioneta con perros y un camión que llevaba enjaulados a varios caballos. El helicóptero de la Fuerza Aérea Uruguaya en ese entonces volaba por otros barrios, una maniobra disuasiva para despistar a los habitantes del destino final.

En la zona

Los graffitis, por estos lares, ya no son solo de Nacional y Peñarol. Se asoman los de Cerro y los de Rampla, clubes que son emblemas de un barrio con la identidad muy marcada.

Tomamos Carlos María Ramírez. Enfrente estaba el Cerro, atrás había quedado la charla entre jerarcas y agentes, las recomendaciones y el marco legal. Sería responsabilidad y deber de cada policía proceder tal como se había hablado en la Guardia de Coraceros.

Estacionamos en una cancha de fútbol ubicada a escasos metros de Santín Carlos Rossi, muy cerca del Estadio Luis Trócoli. La “excursión” de periodistas tuvo entonces libertad de acción, por lo que el grupo compuesto por una treintena de cronistas, fotógrafos y camarógrafos se dispersó en diversas direcciones siguiendo los pasos de los agentes del orden.

“Esto es lo que se precisaba: más policía”, dijo una anciana sonriente mirando a sus nietos. “¡Aplaudan!”, agregó.

Los perros ladrando funcionaban como “campanas”. Por las angostas calles las cortinas se abrían y cerraban rápidamente; el barrio estaba alerta y algunos de los jóvenes miraban amenazantes a los agentes que circulaban.

Sobre las 8.30 en Cerro Norte la gente sale a trabajar y los gurises van a la escuela. Si bien dialogando con algunos de los vecinos uno escuchaba disconformidad en sus palabras, y el empleo de términos como “razia”, en líneas generales su relación con los policías era buena. A esta altura del partido la parte más violenta del operativo había pasado y se estaba haciendo un patrullaje preventivo.

Público presente

Este no fue un operativo más. Cuando los policías se juegan la vida entrando en zonas conflictivas no hay cámaras encendidas ni cronistas escribiendo sobre el desarrollo de los hechos. Más temprano había habido cierta teatralidad en las palabras de los jerarcas en la Guardia de Coraceros, y el hecho de que en la recorrida de los policías estuviera presente la prensa debió haber influido a nivel consciente o inconsciente en el trato de los uniformados con los vecinos. Ellos también estaban siendo observados.

“La cosa cambia en el sentido de que ahora entramos. No nos achicamos. Que nos digan que entremos, y nosotros entramos. El que piense que en Montevideo va a haber favelas como hay en Brasil está muy equivocado. Si llegamos a eso tendríamos que entrar con lanzallamas”, comentó un policía a la diaria.

De pronto los agentes cambian caminata por trote y detienen y registran a tres sospechosos. Por el revuelo que se armó en su precaria casa y en las aledañas los policías indicaron que probablemente estuvieran escondiendo algo, pero al no tener orden de allanamiento estaban obligados a registrarlos en la calle. “¡Tan bien de vivos, voy a llamar a mi abogada y se la van a comer por represión policial!”, gritó un individuo con sus manos contra la pared.

Un policía dijo con cara de preocupación a los dos periodistas que estábamos acompañando a este subgrupo: “Ustedes sin chalecos antibalas circulando con nosotros están regalados”. Nos miramos, tragamos saliva y optamos por continuar.

Sobre las 10.00 la excursión de periodistas ya estaba de vuelta en el punto de encuentro. En ese lugar el clima era mucho menos tenso que en otras zonas y los vecinos tomando mate conversaban de la conveniencia o no de estos operativos. Una anciana que vive hace más de 25 años en Cerro Norte dijo a la diaria: “El despliegue que hubo acá sobre las seis o siete de la mañana fue como si se volviesen a encontrar los alemanes con los rusos. Yo no tengo claro todavía si esto sirve o no”.