A la crisis internacional de 2008-09, que tuvo su origen en el sector privado pero se complejizó al tener consecuencias sobre el público, se la enfrentó a través de políticas compensatorias expansivas. Pero estas políticas fiscales y monetarias generaron consecuencias sobre los niveles de endeudamiento de los países desarrollados y sus cuentas fiscales. Un elemento destacado por Finkman fue que la recuperación de la última crisis es la más lenta desde los años 30´, donde Estados Unidos (EEUU) y Alemania recuperaron el nivel de actividad de precrisis mientras que en Francia e Inglaterra la tendencia de crecimiento aún es menor al nivel de actividad previo a la crisis. Ahora se registra una combinación de bajo crecimiento y políticas muy expansivas que pone al mundo desarrollado en una situación de encrucijada en términos de política económica, combinación que determina un menor margen de maniobra y que no haya una recuperación sostenida, sumándose el efecto del terremoto en Japón. Hubo un shock en el sector automotor, que tiene fuertes encadenamientos a lo largo de toda la economía, y su integración geográfica refleja una aceitada cadena productiva internacional, donde las partes se fabrican en diferentes partes del mundo. Esto generó una caída de la producción en varios mercados y no sólo en el japonés. Y si bien la economía comienza a normalizarse, hay algunos dilemas en los países desarrollados. “Las políticas monetarias expansivas generan que, si se tiene una inyección de liquidez fuerte en una economía con poco dinamismo, por ejemplo EEUU, esos dólares que se inyectan terminan reciclándose a través de inversores que están en la búsqueda de rendimientos altos en un mundo con tasas de interés muy bajas. Así los dólares vienen al mundo emergente y al mercado de commodities, que están de este lado del mundo en su mayoría”, contextualizó Finkman. A su vez, el aumento del precio del petróleo y de los alimentos reduce el ingreso disponible no sólo en el mundo emergente sino también en el desarrollado. “En la actualidad se toma como factor determinante y explicativo de la crisis el aumento del precio de los commodities olvidando el componente del exceso de endeudamiento heredado de 2008", apuntó Finkman.
El problema en EEUU es la tasa de desempleo, que se ubica en el doble del promedio de la primera mitad de la década de 2000. Se produjo también una caída en la participación laboral llamada “efecto de saliente”, que refiere a gente que sale del mercado luego de haber buscado empleo y no haberlo encontrado. Éste es el principal problema y también la variable clave para monitorear cualquier posibilidad de retiro del estímulo a la economía norteamericana. “Lo peor es que en los últimos 15 días el crecimiento realmente es débil y más bajo de lo que pensábamos”, lamentó. Sobre la evolución de las cuentas fiscales, explicó que la tasa de expansión del gasto se acelera mientras la de expansión de ingresos se desacelera. La diferencia entre estos dos componentes representa la medición del déficit, donde EEUU marca 10 puntos del PIB como consecuencia de las políticas fiscales y la recesión.
El deber
Los economistas se refirieron a la fuerte expansión de la emisión de deuda, destacando dos componentes: el crecimiento del stock de obligaciones aumentando el pago de intereses y los gastos de salud. El riesgo que corre EEUU es una trampa a la japonesa, advirtió Finkman. El país asiático enfrentó la crisis de sobreendeudamiento del sector privado -asumido por el público-introduciendo deuda para levantar pasivos del privado. Así la economía se estancó por una década, siendo el riesgo actual de EEUU. “Las implicancias para el mundo de una economía norteamericana estancada por una década son más serias que las que se dieron en el estancamiento de Japón, ya que en ese momento hubo otros motores de crecimiento que lo sustituyeron”, recordó. En este contexto, EEUU se vio obligado a implementar políticas expansivas, por ejemplo compra de activos “tóxicos”. Por oposición a la política expansiva tradicional que implica la compra de activos de primera calidad, las políticas de flexibilización cuantitativa (QE) permiten a los bancos descontar o vender activos de menor calidad crediticia, es decir, activos afectados por la recesión. Por ejemplo, millones de dólares de hipotecas que fueron vendidas a la Reserva Federal (Fed) y se estructuran en bonos para ser comprados por la Fed.
Esas políticas expansivas provocan dos consecuencias: la baja de la tasa de interés, que permite financiar la deuda a tasas bajas, y la devaluación del dólar, posibilitando exportar la recesión, ilustró Finkman. Con respecto a la apreciación real de las monedas emergentes, refirió a declaraciones del ministro de Economía de Brasil, Guido Mantega, quien describió este proceso como “guerra de monedas” porque las políticas expansivas y sus consecuencias sobre la debilidad del dólar tienen como contracara el fortalecimiento de las otras monedas. El problema de estas políticas es que la inflación en el precio de los commodities presiona sobre los ingresos disponibles de los consumidores, reduciendo las posibilidades de expansión de la economía. Entre las iniciativas regulatorias del mundo desarrollado para reducir estos precios se destacan la intervención agresiva en el mercado futuro de commodities, la liberación de reservas estratégicas de petróleo y la disminución de los subsidios al biodiésel. “Lo que hacen EEUU y los países desarrollados es compensar con políticas regulatorias lo que las políticas expansivas llevadas a cabo producen en la macroeconomía”, remarcó Finkman. En relación a la moneda estadounidense, su devaluación implica un fenómeno estructural de años, sin incluir el período gubernamental de William Clinton. A pesar de esta tendencia, en términos de tipo de cambio real el dólar no está fuertemente devaluado. Finkman pronosticó que la divisa verde seguirá siendo la que devalúe en la economía internacional porque la política económica continuará expansiva.
En contra del ciclo
La discusión en términos de dinamismo de la economía mundial y emergente remite a la evolución del crecimiento de China. Hay quienes ven un riesgo fuerte de desaceleración, pero los economistas de HSBC destacaron que es una economía con una potente capacidad de expansión, y que la posible desaceleración no sería significativa. “Esto es bueno para países como los nuestros. Si bien Uruguay no tiene correlación con la demanda china, hay países con los que Uruguay está fuertemente relacionado, como Argentina y Brasil, que tienen fuerte dependencia de la demanda china”, explicó Finkman. Y la capacidad de respuesta de China es rápida. “Durante la crisis tenían en marcha un programa de políticas contracíclicas fiscal y monetaria”, evocó. En América Latina no se ve más que una desaceleración gradual y suave, que es más producto de decisiones macroeconómicas (suba de tasas) que del ambiente global. Si bien la dependencia latinoamericana respecto de China aumentó, las economías emergentes dependen más de la economía estadounidense. Por lo tanto, la economía de la región no es totalmente inmune a la desaceleración de EEUU.
Por primera vez, durante la crisis financiera internacional la región pudo articular políticas contracíclicas, expandiendo el gasto y bajando la tasa, lo que representa un cambio importante: capacidad de reacción y margen de maniobra. El principal problema de Argentina es el tipo de cambio real: con la inflación en 20% tiene una tasa de devaluación de tipo de cambio de entre 7% y 8%. Esto significa que la economía en dólares se encarece a un ritmo de entre 10% y 15%. Y la menor tasa de devaluación que de inflación fue compensada hasta ahora por la apreciación del real, pero las proyecciones señalan que en los próximos años no habrá apreciación del peso, porque Brasil está decidido a aplicar controles de capitales. El dilema para Argentina pasa por desinflar la economía, reduciendo la inflación y la expansión o acelerando la tasa de devaluación, aunque la solución pasaría por una combinación, ya que la tasa de inflación no bajará mucho y la de devaluación subirá muy poco. Por su parte, Brasil ha llevado adelante una política monetaria contracíclica, que se reflejó en la desaceleración de la tasa de crecimiento hacia un 4% anual. El desafío aquí no es la inflación vía commodities sino la del sector servicios, que está acelerándose, fenómeno típico de una economía cerrada que depende de su consumo interno y a su vez está apreciando su moneda. Sus autoridades optaron por una política monetaria menos ortodoxa, actuando sobre el crecimiento del crédito y la entrada del capital con medidas prudenciales, y aumentando el costo del financiamiento en dólares. Asimismo, se observa un compromiso serio de las autoridades para impedir la apreciación futura del real, y la discusión radica en si es posible impedir la tendencia a la apreciación de las monedas emergentes.